Le tengo tanta tirria a la navidad y había depositado tanta confianza en TERRY ZWIGOFF que me había hecho demasiadas ilusiones con la película que nos faltaba por ver de la corta producción de este divertido director. La idea no podía ser mejor: burlarse de la navidad con un Papa Noel crápula. Pero ya la presidenta del cine club me había advertido que la producción (con los hermanos Cohen por detrás) había sido de lo más azarosa, con suspensión del rodaje, renuncia del director, vuelta al plató y otras zarandajas, todo porque si era demasiado políticamente incorrecta o no.
Confundir lo políticamente incorrecto con la falta de gracia y finura es una trampa mortal para todos los que aborrecemos lo políticamente correcto. Y en esta película pasa esto. Cierto que tiene algún momento gracioso y que el niño gordito es todo un hallazgo cinematográfico, pero si no la veis no es perdéis nada.
No pongo a Zwigoff boca abajo porque lo mismo hizo el hombre esta película porque necesitaba unos duros, y si le doy la vuelta se le pueden caer de los bolsillos. Mejor que sobreviva y que haga más, que yo seré el primero en verlas y mandaros un aviso.