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jueves, 4 de mayo de 2017

884. ATRAVESÉ LAS BARDENAS



Hace unos años estuve en las Bardenas Reales pero no las atravesé. Fue en una mañana en que regresábamos de Zaragoza y no tuvimos tiempo más que de asomarnos un poco para hacer alguna foto al famoso castildetierrra. Durante mucho tiempo tuve la idea de acercarme con la XT a recorrerlas de lado a lado pero fui dejando el proyecto y al final he vendido la moto antes de ir para allá. Para este año tenía proyectado atravesarlas en bici (y aún sigue en pie el proyecto) pero mira por donde que se me ha adelantado la literatura, y el pasado mes de abril, con la tinta aún fresca, vi en la librería que el ínclito Gil Bera acababa de fantasear mi travesía con una novelita.


La compré con curiosidad y la leí de un tirón. Como novela da para poco más de una tarde. Sobre todo si ya conoces bien al escribidor que está detrás. La narración es un conjunto de brochazos gruesos que van del esperpento a la delicadeza, pasando por la erudición antigua (lo de ponerse al hijo sobre las rodillas tan de GB) o la sugerencia/bromita del nombre del ingeniero. Quien no conozca a Eduardo puede quizás leerla con gusto pero una novela así no vale ya lo que piden la editorial y el librero por ella. Si la queréis leer os la regalo. Y ni aún así me salen las cuentas del dispendio. Yo la ignoraría con gusto y me olvidaría del malgasto si no fuera porque me ha vuelto a levantar la liebre no sólo de un territorio que me tiene fascinado (las Bardenas), sino de un tema de arquitectura, urbanismo y política autárquica que está injustamente olvidado: las creaciones del Instituto Nacional de Colonización y del Servicio Nacional de Regiones Devastadas.



Vi hace unos días que mi compañero de pupitre el profesor de urbanismo José Luis Oyón tiene un pdf por la red que imagino será de algún estudio académico como los que se hacen para las universidades. Si me animo, igual lo abro algún día.

Para abrir boca, el otro día viniendo de Madrid preferí parar en Gajanejos a dar un paseo y hacer algunas fotos.





Seguro que estáis de acuerdo en que ya he expíado el malgasto. Y no digamos si continúo con el tema. Igual hasta me animo a volver a regalar buen vino a Gil Bera en concepto de agradecimiento.

Entre Gajanejos y Medinaceli mi copiloto me fue informando de que la memez que más ha removido últimamente el tema de los poblados de colonización y regiones devastadas ha sido un documental hecho por un alemán y una española afincados en Berlín espoleados por el escándalo que les había producido que uno de esos pueblos aún tuviera la coletilla del viejo título que se había dado el general gallego. De esas cosas se escandalizan en Uropa. Se llama LOS COLONOS DEL CAUDILLO y como no está de gratis en la red, tampoco lo pienso buscar, porque por las noticias de la prensa parece que apesta a ese tipo de progrez tan empeñada en resucitar la figura del Generalísimo a ver si por fin le matan y le ganan la guerra.

Viendo que todo puede ser peor, consuela que Gil Bera no juegue a eso, aunque seguro que habrá lectores (víctimas de la LOGSE) que en la dolorosa vida de Torrentera seguirán viendo, no las cruentas e inmemoriales desventuras de la vida, sino las orejas de nuestro dictador (que también fueron desventura pero ni comparación).

(Puestos a contar desventuras otro día os cuento los brochazos de Ramón Andrés sobre el tema del CUERPO en su PENSAR Y NO CAER, también en Acantilado. Pero otro día).

jueves, 21 de marzo de 2013

568. SALIR DE WEBS



Ayer noche salí de webs. En el Jot Down encontré un artículo de Azúa sobre el examen a los profesores de Madrid. No contento con lo que decía Azúa, entré en los comentarios y leí que un tipo se escandalizaba porque un profesor le hubiera dicho a un alumno que cómo le podía gustar leer los periódicos. Aparte del asunto del gustar me di cuenta que en esa frase había un problema de verbos. Que con los periódicos no se debería usar el verbo "leer" sino "tragar" pues las frases que enseñan a escribir a los periodistas están construidas para engullir no para degustar. Son como la comida basura. Los profesores (de Madrid o donde fuera) deberían enseñar esto otro: ¿has tragado hoy el periódico?


Eduardo Gil Bera, en el Boomerang, daba noticia de que en Madrid se inaugura una exposición sobre Sumerios y Acadios. Pero GB no la daba como un periodista, eso no, sino como alguien que te escribe una carta, un recurso retórico que le gusta mucho en sus libros. Pero como estaba en un blog y no en un libro, le contesté.  Muy breve, como él solía hacer cuando yo le escribía alguna carta, pero le contesté. Lo mismo voy a ver esa exposición y a comprar los estudios que vengan con ella, pensé, pero ¿contarle a él? le dije. Anda ya. Si la última vez me rechazó el vino... ¡y con malos modales!


martes, 21 de febrero de 2012

337. RETRATO (OBVIAMENTE AUTORIZADO) DEL ARTISTA GIL BERA


No sólo "autorizado" por el artista, diría yo, sino incluso, ¡¡¡¡¡ protagonizado !!!!

Aquí.

Son veintiocho interminables minutos de lo mejorcito que da la televisión de sí misma, y de los que a Eduardo Gil Bera le tocan la mitad, por lo que no se los recomiendo a nadie a menos que quiera certificar y lacrar la artisticidad del sabio de Narbarte. Los lectores que aprecien su tiempo pueden darse por satisfechos viéndole posar junto a la fuente del claustro de la catedral de Tudela en el minuto cuatro del vídeo, y .....ja ja ja ja ja.

Una vez realizada la científica demostración me sobrecojo yo mismo al releer el último párrafo que escribí hace más de diez años cuando me deshacía en elogios a Gil Bera, y que volví a publicar no hace mucho justamente aquí. Sólo el último párrafo. Es impresionante.

Como impresionante es experimentar que a partir del momento en que te das cuenta de que el que escribe es un "artista", sus textos, antes maravillosos, se te vuelven insípidos y plomazos. Es lo que me ha pasado con sus dos últimas entregas en el boomeran: "Breve noticia de dos guillotinados" y "La ley, viva la ley, siempre la ley". Por no hablar de la "Vasconiana", aburrida nota científica del así llamado "conflicto vasco". La llamada a los Helenistas del post de ayer para que le hagan caso una vez que ya tiene en las librerías el libro de Homero/Tales me da que traspasa la línea de lo saludable (artísticamente o no).  


miércoles, 1 de febrero de 2012

317. NINGUNO ES MI NOMBRE. SUMARIO DEL CASO HOMERO




Y NINGUNO ES MI COMENTARIO, porque de hacerlo me iba a quedar mejor con el bajo-título: SUMARIO DEL CASO GIL BERA.

Si los grandes periódicos no dan la noticia en primera plana ("Un estudioso navarro descubre que la Odisea la escribió Tales de Mileto"), por algo será, y yo no voy a contar mucho más. Si acaso, que la pasada semana leí esta obra dedicada a Asun bajo el influjo del post que tenía puesto en El Boomeran (Yo por mi música, mato) y de la mezquina nota de descortesía que me acababa de enviar el autor del libro y del artículo cuando un año más me disponía a regalarle una caja de vino para agradecerle sus escritos.

Estas dos últimas circunstancias me han hecho recordar al canalla de su primera novela, OS QUIERO A TODOS, y plantearme si lo que yo creía que era un divertidísimo ejercicio histórico y literario no tendrá que ver, como en muchas de las obras primerizas, con más de un rasgo autobiográfico. Quede para el secreto de sumario. 

Siempre he tenido por divisa que si la inteligencia no sirve para que seamos más buenos, mejor usarla para ganar dinero. En el caso Gil Bera, parece que ni para eso. Porque querer hacerse un nombre de "artista" a estas alturas de la historia, cuando ya sabemos a donde nos lleva este tren demencial en el que vamos todos dentro como ganado, para mí que es de muy tontos (o de algo mucho peor). 



viernes, 30 de diciembre de 2011

287. ENTRE MESEN Y NIEUWKAPELLE



No sé si vamos a caber todos hoy en el sPyPnic. Ayer vinisteis más de ochenta. Voy a tener que poner más asientos, caramba. Sobre todo, porque el viaje de hoy es tan, tan hermoso, que no me importa que traigáis amigos, parientes e invitados. Nos vamos a un lugar sagrado. A uno de esos sitios donde se debe ir en navidades, a uno de esos pesebres donde ha nacido Dios. Seguramente tendréis el ordenador lleno de esa basurilla de felicitaciones navideñas que la gente se afana en hacer y mandar en este tiempo. Dejadla fuera del sPyPnic, por favor, nada de equipaje que bastantes estamos, y leed tan solo este cuento, esta felicitación navideña que os mando, esta historia que, como no podía ser de otro modo, me ha llegado de CASA EDUARDO: click aquí. (Lo he copiado y pegado al final de este post que nunca se sabe lo que pasa con los blogs de marcas importantes).

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Cuando organizaba yo viajes para los desagradecidos arquitectos (¿o desgraciados?), Isabel Tobalina, mi agente de viajes Ecuador, me decía que ya podía yo dejar mi trabajo y dedicarme a esto. Pero mi secreto es muy sencillo: no hay más que hacerse con buenas guías de viaje. ¿A que después de haber leído esta historia tenéis las mismas ganas que los Apóstoles de dejarlo todo y seguirme? Pues vamos para allá.  Vámonos a celebrar esta navidad allí, a ese campo entre Mesen y Nieuwkapelle que he puesto ahí arriba.

Para los viajeros que quieren un poco más de orientación os paso este otro mapa para que sepáis que vamos al sur de Bélgica, entre el mar y la frontera con Francia. Aquí os pongo la misma foto aérea de antes pero con las ciudades cercanas. Me gusta que la gente que viaja conmigo se oriente.


Según bajamos nos damos cuenta que Mesen y Nieuwkapelle son dos pueblecitos minúsculos y que más o menos a mitad de camino entre uno y otro hay un núcleo urbano bastante mayor llamado Ypres que no aparece citado en la historia. Se ve que a Dios no le gustan los sitios donde se acumula mucha gente... (...y miro de reojo a lo numeroso del pasaje hoy, ay ay).


Vamos a hacer una pasada a ras de suelo con el sPypnic de norte a sur, desde Mesen hasta Nieuwkapelle para ver donde puede estar nuestro portal de belén de este año (como hay que clickarlas para verlas en grande os las pongo al revés de como sería lógico de ver en una imagen fija, es decir, primero Mesen abajo e Ypres encima, y luego, Ypres debajo y Nieuwkapelle encima con el mar al fondo):




Vaya campo más anodino, y parcelario más atomizado y laberíntico. Más plano que la palma de la mano (que nunca ha sido plana). No veo rastro de trincheras ni parece que haya memorial alguno, ni filas de peregrinos por ninguna parte. 

Pero en la nave del sPyPnic, donde todos han leído la historia contada por Eduardo, hay un silencio que corta el aire, una emoción que sobrecoge. Volamos territorio sacro.

Mejor no aterrizamos. Voy a dar dos pasadas más y nos volvemos a casa. Sobrecogidos. Y en silencio. Otro año que ha nacido Dios en la Tierra. 

(¡y otro año que el sPyPnic va allí!)

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Trincheras en Navidad

La crónica apareció en el británico North Mail el 9 de enero de 1915. La firmaba el cabo Heath, de quien nunca más se supo. Es una de la muchas descripciones del acontecimiento que pasó a la historia como “Paz de Navidad”, cuando en un tramo de casi treinta kilómetros de trincheras en el frente occidental, entre las localidades belgas de Mesen y Nieuwkapelle, los soldados dejaron espontáneamente las armas y celebraron juntos la Navidad, en medio de la guerra.
Al anochecer del día 24 de diciembre de 1914, el cabo Heath hubiera querido, como todos, estar lejos de las trincheras, en casa, donde ahora encenderían las luces en las habitaciones bien caldeadas, mientras reflexionaba con tristeza que precisamente estaba en las trincheras a oscuras, por defender aquellos lejanos hogares iluminados y calientes.
Las trincheras estaban tendidas en algunos puntos a escasos veinte metros del enemigo y se podía oir el chapoteo de sus botas. Entonces se encendió una luz en la trinchera alemana, luego otra y otra. Y se oyó una voz alemana, sonaba tan cerca que el cabo Heath se dispuso a disparar. “English soldier”, decía, “English soldier, a merry Christmas, a merry Christmas”. Los ingleses callaban. Y algo pasó que desbordó al miedo y la desconfianza. Se empezaron a oír respuestas inglesas a las felicitaciones alemanas. Heath vio con asombro a los alemanes fuera de su trinchera y caminando hacia ellos, hasta pararse en tierra de nadie. Los británicos dudaban. Los alemanes, no. Hasta que, como escribe Heath, no quisieron quedar como cobardes, salieron a su encuentro, y les estrecharon las manos. Comenzaron a hablar y la desconfianza seguía entre ellos, unos y otros vigilaban para que nadie asomara a la trinchera contraria. Con todo, intercambiaron cigarrillos y direcciones. Los británicos invitaron a Christmas Pudding, y dice Heath que “tras el primer bocado, nos hicimos amigos para siempre”.
El ambiente llegó a tal punto de distensión que, en las afueras de Fromelles, se celebró una función religiosa donde la muchachada entonó el Salmo 23 “El Señor es mi pastor” en inglés y alemán. Aparecieron viejos conocidos, un alemán se encontró con su patrono inglés para el que trabajó como cocinero antes de la guerra. Hasta se organizó un partido de fútbol entre sajones y escoceses en un tramo donde la separación entre trincheras lo permitía.
¿Dónde habría parado todo aquello, si a los soldados les hubiera dado por seguir dándole al pudín, a los cigarrilos y al fútbol en vez de matarse? Entre los oficiales cundió la preocupación. Hubo tramos donde la paz empezó a durar demasiado, incluso llegó a enero. Y se tomaron medidas disciplinarias. Había que seguir la guerra. Cierto que, al principio, hubo soldados que no reaccionaban a las órdenes de abrir fuego, pero fue una resistencia efímera. Dice Heath, en la última noticia que tenemos de él, que aún sonaban cánticos navideños en las trincheras alemanas cuando, de repente, sonaron de nuevo los disparos y se pasó a la normalidad, donde solo se oían los gritos de los heridos. Había mucha tarea pendiente, aún les faltaban casi cuatro años para alcanzar los diez millones de muertos. En aquella Navidad de 1914, aún no llegaban al medio millón.



jueves, 22 de diciembre de 2011

281. WALL-E - 2008 - ANDREW STANTON

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Algún día tengo que escribir sobre el tiempo que tardan en llegar las cartas, o, por decirlo de otro modo, las obras. Es un tema que me empezó a traer de cabeza desde que noté la irritación que me producía  la cantidad de tiempo que mediaba entre la creación de una arquitectura sobre el papel y su ejecución real, y ya no digamos, desde su ejecución real al conocimiento de la obra más allá del vecindario. Las cartas del viejo servicio postal tardaban entre un día y una semana, y en razón de dicha imprecisión uno no esperaba respuesta antes de una semana. Era un plazo maravilloso. Hoy te escriben una carta y si no la respondes al momento tienes que pedir disculpas. Y si haces algo más consistente que una carta y no te la reconocen dentro del mismo año supongo que eres un fracasado. El asunto ese de los derechos de autor que tan de cabeza traen al pobre Arcadi Espada, podrían iluminarse un poco más con la candela esta del tiempo que media entre la emisión y recepción, entre el pago y el cobro, entre la soledad y el reconocimiento. Y de paso, el de la famosa justicia histórica, de la que también se reía el señor Eduardo no hace unos meses en su blog.

Caracoles, vaya intro más campanuda que me ha salido para decir que Wall-E es del 2008 y que solo he tardado en verla cuatro navidades desde que se programó en cines. O desde que se hizo, porque desde que aparecieron los vídeos me imagino que las películas ya no se hacen sólo para las programaciones de la temporada.

Otra curiosidad de la vinculación de esta película con el tiempo es que me ha costado tres sesiones verla, porque con treinta minutos por vez tenía más que suficiente. O sea, que no la he visto como suele verse una película sino como quien lee un libro: dejándola cuando me cansaba (y a los treinta minutos Wall-E me dejaba exhausto) y volviéndola a retomar al día siguiente. 

La película transcurre en el siglo XXVIII, lo que es otro dato importante en relación con el tiempo. Seguramente por eso, los personajes que me han parecido más interesantes no son los robots protagonistas sino los humanos evolucionados a formas anatómicas sedentarias. He puesto en Google Imágenes Wall-E y no me salen más que fotogramas de la parejita de robots enamoradizos. Ninguna de los tipos que según parece no van a leernos dentro de siete siglos (un plazo de tiempo que me quito de la cabeza a la hora de ponerme a escribir).

Supongo que para estas navidades habrá programados nuevos Wall-Es. Con suerte contaré cuando me llegan y como los veo.

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No hay como tener lectoras amables e hijas más listas que uno. De las muchas fotos que me han llegado de nuestros hermosos descendientes os pongo estas tres:





La de la pantalla me da esperanzas: lo mismo mismo los archivos de google han sobrevivido a la basurización de la tierra y esos gordinflones me están leyendo me están leyendo me están leyendo me están leyendo.....ahhhh, qué ilusión.


miércoles, 21 de diciembre de 2011

280. FERNANDO SAVATER


Ayer tuve un acceso de cariño hacia el viejo Fernando Savater, hombre bueno más que nada, cuando le vi en un rincón de las páginas de atrás del cadáver periodístico de la democracia escribiendo un bonito artículo en el que decía una verdad como un piano: que ya vale de reducir la vida a la crisis y a la economía. Y otra verdad, aún más grande, contenida en una cita de Peguy que justificaba el rincón desde el que lo decía pero que sólo tiene sentido desde sus afueras: que el periódico de ayer ya se ha quedado viejo mientras que Homero sigue siendo joven.

El trozo que ocupa Savater en mi librería es tan extenso que razón tenía José Angel cuando me decía que era uno de los hombres que nos había enseñado a leer. Y de ahí mi cariño. Pero cuando me iba a poner a escribir esta nota de afecto y hasta tenía pensado titularla como EL SABIO EN EL RINCON, le veo hoy no ya en las páginas de atrás sino en la tribuna principal de esa ruina del pensamiento diciéndole al PSOE (Mamporreros)  lo que tienen que hacer para adecentarse un poco, y confesando, una vez más, su ingenuidad política. Su ingenuidad de hombre bueno y engañado.

No sé si alguna vez he contado aquí mi único encuentro personal con Savater, pero lo resumo en dos líneas: fue nadando en la playa de la Concha. Iba yo poco a poco alejándome de la orilla con la confianza que da ver a dos tipos nadando y charlando tranquilamente mar adentro cuando reconocí el singular timbre de la voz cascada de nuestro filósofo zascandil. Me presenté, le saludé y ya no le he vuelto a ver nunca más en persona. 

Pero como veo que sigue aún ahí, agarrado a ese barco a la deriva, apartado a veces en un rincón, pero en el viejo puente de mando en otras, le voy a dar un consejo de amigo que se encuentra uno nadando mar adentro: lo mejor que puedes hacer en tu vida, Fernando, es dejar ya ese periódico. Dejar el periodismo. Detener tu envejecimiento diario y ponerte a las Ilíadas. 

(... y hablando de Ilíadas, a ver si de una vez por todas llega ya a las librerías lo último del señor Eduardo sobre el sumario de Homero! que ya le vale a Pretextos tanta tardanza).


viernes, 2 de diciembre de 2011

267. REVISTA ARCHIPIELAGO

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No todo fue oro en torno al momento en que descubrí al señor Eduardo y lo puse en el Archipiélago. Repaso lo que ocurrió poco antes de las navidades del 2002 y me embarga una pena inmensa: la pena que suelo experimentar cuando me da por ver mi orgullo de artista en danza.

Mi deuda con Archipiélago es enorme pues viví entre sus páginas días muy felices durante la década de los noventa. El director fue tan generoso conmigo que desde el primer momento me colocó en un sillón, rodeado de un santoral que ni imaginarme hubiera podido. Y a pesar de los días aciagos de aquel final del 2002 ni me quitó el sitio.



Voy a contarlo un poco, pero sólo lo suficiente para conjurarlo y poder olvidarlo. Llegando al dos mil, yo dejé de creer en el papel impreso. Creo que la fe se me fue por dos razones que sucedieron casi a la vez: porque vi lo difícil que era publicar un libro, y porque llegaba internet. En cuanto empecé a entrar en contacto con los editores, me recordaron mucho a los promotores de edificios que conocí en mi corta carrera de arquitecto liberal. Gente que va a por la pasta aprovechándose de nuestras mejores aspiraciones. Una casa. Un libro. Archipiélago no eran libros, no eran editores, pero era papel. El artículo RETRATO DE UN ARTISTA que puse ayer aquí, lo mandé a la revista a finales del 2001 y tardó un año en salir publicado. Y encima me corrigieron algunas frases malsonantes que yo empezaba a meter desvergonzadamente en mis escritos adelantándome a la jerga bloggera. Reaccioné con un escrito infantil de enfado que ahora me da vergüenza releer, y ya no volví a enviarles más cosas.

Archipiélago aún vivió siete años más y falleció tan calladamente hace un par de años que ni siquiera tuve que pensar en ir al funeral.

Voy a tratar de olvidar mi pena recordando la palabra con que me recibió su director: bienvenido a este RETORTERO, -recuerdo que me dijo. En aquel entonces yo pensé que "retortero" significaba algo así como cazuela, rinconcito, crisol o albergue de descarriados, pero luego descubrí que significaba pequeño desorden, caos y confusión doméstica. Jugaba yo con las palabras y no siempre las entendía. Como ahora, más o menos.

Pero quedan las historias, mis historias, y los nombres de los lugares en que he estado, palabras que permanecen y que vale la pena contemplar de vez en cuando desde lo efímero y nimio de este blog. Y decir: Archipiélago. Decir: retortero.


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jueves, 1 de diciembre de 2011

266. RETRATO DE UN ARTISTA

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Os contaba ayer que hace tiempo escribí en el Archipiélago que de la pluma de Eduardo brotaba oro. Seguramente no lo leisteis entonces, y ahora no es fácil tener el papel a mano. Pero aquí está internet para rescatar aquel artículo del olvido. Decía así:




Retrato de un artista


Baroja o el miedo
Eduardo Gil Bera
ed. Península. febrero del 2001
429 paginas. 2.900 ptas


En la Carpeta del Archipiélago n. 37, Eduardo Gil Bera decía respecto al poeta creador que su escritura aporta, o enriquece el lenguaje tanto como lo empiedra, traba y fija de manera letal. A ese poderoso y seguramente certero pensamiento me gustaría añadir como adenda o como introducción a estas líneas, que la labor del crítico no debe andar muy lejos de la del poeta, pues miedo me da que, al decir que Eduardo Gil Bera es uno de los mejores escritores del mundo mundial, éste se petrifique y se me convierta en un mito, un artista, o un consagrado. ¿Qué debe hacer uno cuando encuentra una mina de oro? ¿gritarlo a los cuatro vientos para que todo el mundo se entere y te lo quite, o decirlo con la boca pequeña (porque callar es imposible) a los cuatro amigos íntimos, para compartirlo con ellos, gastarlo con inteligencia y gozarlo de por vida? Ya que celebro en mi caso haber conocido a Gil Bera a través del susurro de un buen amigo y no mediante los salmos de los suplementos culturales de los periódicos nacionales, quisiera también que esta crítica mía en el Archipiélago fuera no más que una cómplice y semisecreta consigna entre amigos: leed a Gil Bera porque de su pluma brota oro; pero no se lo digais a nadie, no sea que lo momifiquemos en un becerro más de culto y adoración. Aceptemos el destino de decir las cosas grandes e importantes así, en voz baja, porque es el único modo que se me ocurre de conjurar esa paradoja enunciada por Gil Bera para la poesía y que, en tanto que “escritura creadora”, la hago mía también para la crítica.

A veces uno descubre el oro a través de pequeños indicios, y rascando rascando logra dar con la veta central. Suele recomendarse empezar a leer a los grandes autores por sus obras menores y no llegar a sus grandes obras hasta que se esté suficientemente preparado para el impacto. Es cuestión de gustos o de suerte. Por desechar caminos poco prometedores nos hemos perdido muchas veces espléndidas cimas, así que mi consejo es empezar siempre por lo mejor, pues también ésa fue mi suerte con Gil Bera. Mi amigo me apuntó en una servilletita de bar el título “Paisaje con Fisuras”, ed. Pretextos; lo encontré con facilidad (edición de 1999) en una buena librería de Barcelona (en librerías malas o en provincias no está), y mi fascinación por este libro la resumo diciendo que según acabé de leerlo lo empecé a leer otra vez, y ya voy por la tercera lectura. Darle la vuelta a la Biblia y enseñar sus costuras es una de las aventuras más valientes y hermosas que un escritor pueda nunca acometer. Se requiere para ello un gran dominio de las culturas antiguas, es decir, de ese vastísimo fondo de saber que desgraciadamente sigue estando lejos de nuestro alcance; un profundo desengaño respecto a la cultura que abrió el pensamiento griego, lo que sólo se aprende leyendo a los grandes filósofos de este siglo; y un amor intenso a la vida, es decir, a todo aquello que niega el Libro de los libros y sus interminables y poderosas comunidades de intérpretes. Para la primera aptitud se requiere el don de lenguas y la sagacidad de búsqueda de un pionero; para la segunda hay que haber sido curado de la locura inherente a eso que llamamos el mundo occidental, es decir, que no sólo hace falta ser muy leído sino, sobre todo, haber recuperado el “sentido común”; para la tercera hace falta ser joven, lo que es difícilmente compatible con los otros dos supuestos anteriores. Milagrosamente Gil Bera ha reunido las tres condiciones en un momento de su existencia y ha afrontado la empresa dejándonos pasmados a sus pocos lectores. Eso sí, también hay que decir que “Paisaje con fisuras”, aún siendo un libro inmenso, sabe a poco porque, con ser elegantísima la demolición que efectúa, el edificio es tan colosal que la tarea pide continuidad. Porque un hombre llegase al Everest no se puede decir que el Everest esté alisado y sea un paseo de vacas, así que a la espera de que Gil Bera continúe “Paisaje con fisuras” con nuevas entregas no me queda más remedio que empezarlo de nuevo cada vez que lo acabo. Me dicen desde la editorial que después de dos años no han vendido más de doscientos ejemplares, así que aún se está de suerte (y se puede tener el orgullo) de disponer de un ejemplar de la edición princípe de esta magnífica obra.

El problema de dar con un libro tan extraordinario como “Paisaje con Fisuras”, así, como quien no quiere la cosa, sin haber sudado su hallazgo como se suda para subir a un tres mil, es que vas a tu librería de provincias y dices: “¿qué más hay de este señor?...¡pues pídamelo todo!”. Se corre entonces el riesgo de dar con obras primerizas y decepcionantes, o con ensayos y excursiones del autor por otros géneros, y gastarse una pasta tonta además de llenar los estantes de la librería con libros mediocres. Por suerte, eso no sucede con Gil Bera. Las solapas de algunos de sus libros dicen que ha publicado más de una decena de ellos, pero en el ordenador de la librería no aparecen ni media docena. Sus dos libros editados en Pamiela “A este lado” y “El carro de heno” están agotados, así que no he podido tener acceso a ellos. “Os quiero a todos”, ed. Pretextos 1997, es una novela tan divertida y electrizante como el “Diario de un hombre humillado” de Félix de Azúa, con un decorado vasco en vez de barcelonés, lo que la hace más atractiva incluso. “Sobre la marcha”, ed. Pre-Textos 1996 es un escueto cuaderno de notas de viaje que no aconsejaría como iniciación a Gil Bera porque es como ver a un espadachín haciendo filigranas de entrenamiento en un gimnasio con el vibrante florete del verbo y sin enemigo enfrente. El libro más accesorio y prescindible es quizás la novelita “Todo pasa”, ed. siglo XXI (febrero del 2000), que sólo se entiende un poco si leemos a la vez el formidable libro que motiva esta crítica, “Baroja o el miedo”, que, con suerte, se lo podrá uno llevar a casa directamente sin el engorroso trámite de pedirlo a la editorial, pues a pesar del ninguneo de la crítica oficial o de los barojianos de pro, está teniendo un cierto éxito gracias a que de vez en cuando, y sin querer, se les escapa a estos limpiapolvos del santoral un monitum contra Gil Bera como si de un maldito se tratara.

Yo nunca hubiera comprado “Baroja o el miedo” de no estar escrito por el autor de “Paisajes con fisuras”, ya que como no soy profesor de literatura en un instituto de enseñanza media ni consumidor adicto de novelas, la figura de Pío Baroja siempre me ha traído al pairo. A ver si digo en dos palabras (que es como a mí me gusta decir las cosas), y sin preámbulos, todo lo que pienso sobre este libro: yo creo que lo peor de “Baroja o el miedo” es que sea una biografía sobre un tal Baroja que se ve que existió de verdad. Si hacemos el esfuerzo de poner señor J cada vez que dice Baroja, y tomar por decorado geográfico e histórico el escenario en que vivió este señor, tendremos en nuestras manos uno de los más espléndidos retratos que imaginarse uno pueda del arquetipo o figura del artista español en la primera mitad siglo XX. Un retrato universal –admitan mi entusiasmo– de la talla de un Quijote. Lo malo, repito, es que Pío Baroja existió. O dicho de otro modo, si don Alonso Quijano hubiera sido una persona real, seguramente Cervantes no habría entrado en la historia de la literatura con la suerte con que lo hizo. Y viceversa, la culpa de que el libro de Gil Bera no sea la gran novela española que todo el mundo está esperando desde hace cuatro siglos es que no puede desmentirse la existencia real del escritor de novelas Pío Baroja. Qué triste es el destino de quien dice la verdad, de quien no ficciona, de quien pinta lo que ve, ¿no? El mismo que el del pintor Juan Echevarría, autor del desconocido retrato de Pío Baroja que cuelga en el modesto Museo de Bellas Artes de Alava y que nadie había reparado en él hasta que Gil Bera lo pusiera en la portada de su libro. Hubo un momento en mi lectura de “Baroja o el miedo” –lo confieso- en que no podía dejar de mirar una y otra vez el retrato de la portada. A partir de no se qué página leía el libro abriendo y cerrándolo constantemente para admirarme de la coincidencia entre lo escrito y lo pintado: esa mueca de la boca que anuncia una mentira o un desprecio, esa mirada de desdén y rencor, ese rostro rasposo... Todo el libro, me he dicho más de una vez después de leerlo, no es otra cosa que el comentario de una pintura: el más extraordinario comentario jamás hecho de una pintura desconocida que, según los fidedignos datos que aporta el libro, tampoco tenía nada de imaginaria.

Una gran narración sobre alguien que existió se llama biografía en vez de novela. El éxito popular de las novelas y el fracaso cultural de las biografías radica en que las primeras siguen la dirección de la flecha del pensamiento que, para nuestra maldición, siempre va de lo concreto a lo abstracto. Escribir biografías serias, es decir, detallar, ser preciso, dar con la pincelada acertada para contar la circunstancia, la intención, la voluntad de alguien en un hecho acaecido es para el mundo del pensamiento algo así como pretender, en el de la Física, que la Tierra gire al revés. Si el pensamiento que va hacia la abstracción se construye a su vez sobre una historia ficticia, la admiración del populacho intelectual se ve centuplicada por la del populacho general cuyo infantilismo consiste en la veneración del artificio. Pero hacer una biografía rigurosa es justo lo contrario de hacer una ficción. Pintar los detalles y la intencionalidad de cada acto o gesto humano es pensar en dirección contraria a la abstracción. De ahí que una biografía como “Baroja o el miedo” sea un excepcional enfrentamiento lleno de tensión entre dos escritores que apuntan en sentidos absolutamente opuestos: uno quiere construirse como un artista (un dios); el otro le retrata, gesto a gesto, minuto a minuto, como un desdichado ser humano. He oído comentarios, en sentido negativo, que el estilo irónico, la burla, la mofa, y hasta la despiadada caricatura que Gil Bera hace de los Baroja (pues al final el retrato se vuelve colectivo) son excesivas, que ha cargado mucho las tintas, que se ha “pasado”; pero yo discrepo completamente de ese comentario, o discrepo en particular de que una actitud así pueda ser considerada negativamente. Todo lo contrario, pienso yo: a medida que vamos conociendo al personaje biografiado es él quien va pidiendo ese tipo de tratamiento. Hay paisajes que piden ser pintados a la acuarela y paisajes que piden ser pintados al óleo. ¿Cómo debería ser tratado ese gran despreciador de sus congéneres que era Pío Baroja, -según admite todo el mundo sin discusión? ¿pintándolo con pastelitos? No hombre, eso sí que no. Para eso están las novelas rosas. Ante la vileza moral, la ambición desmedida, la canallada, el rencor o el chaqueteo propios del gran artista no se pueden admitir paños calientes. Bastante es que se quede uno en el uso de la palabra y no haga males mayores. Pío Baroja tiene la suerte de ser ya un muerto (no se le puede hacer daño) y por lo tanto un santo (todo muerto es un santo porque ya no puede hacer mal a nadie), pero la narración pormenorizada de su vida, el análisis profundo de cada trazo con que la persona Baroja fue construyendo la figura “Baroja” constituye una de las mayores lecciones morales que encontrarse uno pueda, una lección que, -digo yo ahora en beneficio de los barojianos-, habrá que agradecérsela a ambos: a Baroja por construir tan ejemplarmente la figura del artista y a Gil Bera por describirla con tal precisión y belleza. Sin olvidarnos de la pintura de Echevarría, por supuesto.

Claro que, como en el caso de la Biblia, hay que ser otra vez muy valiente para hacer algo así porque el manejo de las armas que sirven para conjurar el mal, esto es, el uso de un lenguaje que desenmascara otro lenguaje, le otorga a uno tal poder que todos sus coetáneos han de sentirse por fuerza, muy intimidados. Ante un fenómeno de la talla de Gil Bera yo mismo, por ejemplo, siento que mis escritos críticos son bisutería, y que mejor me calle y deje de escribir quincallas porque mi lenguaje es un cuchillo de cocina comparado con su espada toledana. ¡Cuanto me gustaría que Gil Bera escribiera ahora, por ejemplo, esa biografía que yo quisiera pero no sabría escribir, sobre el gran artista de la arquitectura española ¡nacido en Tudela como él mismo! llamado Rafael Moneo. (Por cierto, que en la página 101 de “Sobre la marcha” ya hay un impagable aviso: “en el centro del parque (de Albacete) hay una cosa muy grande, una especie de dado como la Kaaba de la Meca... ¿Será el depósito del agua?¿Les habrá hecho Moneo algo?”). Tiene la suerte Moneo que después de cien años de demolición colectiva del lenguaje arquitectónico no haya posibilidad de ridiculizar su arquitectura desde un lenguaje arquitectónico rico y renacido. Contra sus pedruscos sólo se puede luchar con palabras y según parece, las piedras aún no oyen. Pero a los artistas de la escritura y a todo aquel que se divinice en su arte, sea el que sea, siempre se les podrá retratar desde el lenguaje escrito (o desde el de los pinceles), y ninguno ya puede sentirse a salvo. La demolición de la figura del artista Baroja es en ese sentido ejemplar y vale para todos ellos; así que no es extraño ver a todos los artistas bien apretujados tras los muros de esos refugios modernos o ciudadelas del poder llamados medios de comunicación o edición lanzando una y otra vez teledirigidos misiles de formación de opinión de masas.

Antes de conocer a Gil Bera, el título o la figura de escritor eran para mí una banalidad o una impostura. Cada vez que veía en los periódicos que alguien firmaba un artículo diciendo de sí mismo que era escritor me entraba la carcajada: “Pepito Pérez es escritor”, leía una y otra vez en los periódicos y me preguntaba por qué no firmaban diciendo, por ejemplo, que eran vertebrados o mamíferos: pues ser escritor en nuestros días, en que todo el mundo sabe escribir, es como decir que se es ungulado o termoestable. En caso de que el escritor fuera un “empleado en escritura” podría firmar mucho más certeramente como periodista o negro. Si fuera el escritor de libros editados por editoriales de mucho ringorrango, podría denominarse directamente “artista” o “autor”. De tratarse de un escritor ocasional, aficionado o publicado en editoriales pequeñas, debería firmar con su verdadera profesión: catedrático, político, maestro o abogado. Pero firmar como escritor... ¿quién en nuestros días puede llamarse escritor sin hacer el ridículo?.

Tras leer los libros de Gil Bera quise saber de su artífice y me fuí hasta su taller. Allí me explicó el propio Gil Bera que escribir era un oficio como otro cualquiera: te levantas por la mañana, te metes en el escritorio y así que pasen las ocho horas reglamentarias. De habérmelo creído, como un niño, hubiera completado la escena en mi imaginación con gente paseando por la calle, husmeando en el escaparate del taller los párrafos, las páginas o los libros que iba haciendo el escritor, y entrando a preguntar su precio y hasta a comprar alguno de vez en cuando para disfrute propio, para hacer un regalito y, en definitiva, para que el escritor pudiera seguir viviendo de su oficio. Lástima que yo no sea tan niño, que mi imaginación no coincida con la realidad, y que el artesano escritor Gil Bera también necesite de editores que produzcan sus libros haciendo de él, a la postre, un negro, un escritor ocasional o un “artista” de la escritura.

El poeta debe saber su paradoja: puede crear lenguaje pero también lo puede petrificar. Los editores, los críticos y los compradores de libros debemos saber también que el escritor que tenemos entre manos pudo empezar siendo un único, magnífico e insuperable artesano de la escritura, -un creador de lenguaje-, pero que entre todos, y acaso (¡ay!) con su misma complicidad o deseo, ya que no en negro o en escritor ocasional, le podemos convertir en un nuevo artista que, a su vez, otro artesano tendrá que pintar o demoler (pintar demoledoramente, o sea, pintar verazmente) con el mismo valor, belleza y veracidad con que éste llamado Gil Bera ha pintado a aquél llamado Baroja.
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miércoles, 30 de noviembre de 2011

265. ¡AL TÚMULO!

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Iuuupiii! hoy toca viaje. Nuestro gran promotor de turismo, el señor Eduardo, ha sugerido que pongamos los cohetes del spypnic en marcha, que no nos podemos morir sin echar una piedrecita en el túmulo del rey Midas, aquel gran rey frigio que por poco se muere porque todo lo que tocaba lo convertía en oro. (Ah ah ah ah ah, ahora que me acuerdo creo que yo escribí una vez en el Archipiélago que todo lo que sale de la pluma del señor Eduardo es oro puro!!! De ahora en adelante le llamaremos Don Eduardo Midas ja ja ja).

Supongo que os acordaréis del túmulo de Kosciuszko en Cracovia, que nos pareció inmenso (tengo localizada una foto analógica preciosa en la que estáis al pié del mismo / otro día os la mando), pues mirad arriba el del rey Midas, ¡una montaña"!



Asomaros por las ventanillas del spypnic, que aterrizamos. Se me ha hecho un lío el GPS de nuestro cohete espacial porque al poner en Google Yassihüyük, que es donde dicen que está el túmulo, me ha llevado a otro Yassihüyük mucho más al Oeste. Para acertar hay que poner Yassihüyük, Ankara, que es la provincia donde está.

¡Vaya!, ¡una valla!



Ya me temía yo que no nos iban dejar subir a la cima a echar nuestra piedra. Ale, a entrar por el tubo, que es lo que mandan:



Yo paso de meterme en esa cueva. Seguro que no está ni la doncella de bronce ni el epitafio de Homero. Entrad si queréis que me voy a echar un vistazo al pueblo, a ver las casas de los vecinos de Midas:






Carámbanos, oro, lo que es de oro, no parecen. Estas dicen que son las casas de los arqueólogos:



Un poco más revocadas sí están.

Curioso lugar ¿verdad? Venga, montad, que la visita no da para mucho más. Ya le echaremos la piedra a otro rey.
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martes, 25 de octubre de 2011

237. YO TB PATULLO CON MI CHUSQUEL

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Desde el título de aquel libro del que fuera maestro y alcalde mi pueblo (al que según mis noticias van a ojomenear pronto los del Ins Tituto de es tu Dios río Janos), no había visto cosa igual: ayer tuve la suerte de dar con LA BODA DE UNA CRONICA, del padre Eduardo, y apoco me tienen que llevar a urgencias. Antes se trabucaba cuando se bebía, pero ahora va a ser cosa de trabucar a todas horas para no incurrir en el estúpido lenguaje periodísticamente correcto y terrorísticamente aprobado.

Dios está en los blogs. En algunos, al menos. Y mi mandíbula bien, jracias.
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martes, 18 de octubre de 2011

231. LOS CUENTOS DEL DINERO

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Normalmente, cuando se habla de dineros se suele pensar más en cuentas que en cuentos. Excepto en épocas de quiebras y crisis, que es cuando se descubre que el dinero es asunto que tiene más que ver con la imaginación que otra cosa.

No sé si será por eso o porque la gente ya no puede leer dos líneas juntas, ahora los economistas tratan de explicarse en cuentos, o como ahora se dice, en comics. El otro día tuve que hacer un apresurado regalo a un familiar que no lee mucho pero que es aficionado al dinero, y le compré el cuento cuya portada aquí se ve, escrito por un tal CARLOS TORRES.



Como entre la compra y la cena tenía un par de horas libres, le eché un vistazo y me hice una idea, o mejor, una mala idea: porque el pretendido cuento no era más que un amasijo de las crisis del siglo XX contado en pocas líneas y explicado por un profesor que salía en un cuarto de las viñetas. Un rollo, vaya. Pero cumplió su función como regalo porque, malo o bueno, un cuento siempre es un buen regalo.

Ahora bien, para hablar de cuentos en general lo mejor es ir a los expertos en cuentos (entiéndase, en filología, filosofía y literatura) porque cuando despachan el género menor de los cuentos del dinero, te ríes a carcajadas.

El 29 de junio de este año, festividad de San Pedro, el señor Gil Bera, experto en primeros cuentos (Gilgamesh, Homero, Biblia, etc.) se tomó un asado en Salamanca y se puso a meditar sobre los primeros creadores de los cuentos del dinero, en especial sobre su preferido, el dominico español Tomás de Mercado.



Y de resultas, le salió una entrada gloriosa en el blog que tiene en el boomerán llamada justamente REMINISCENCIAS DE UN ASADO.

Claro que, como lejos de remitir la crisis se agrava, todo esto de los cuentos del dinero parece que va para largo y hoy mismo vuelve a la carga con otra entrada magnífica sobre el señor John Law, cuyo retrato he puesto ahí arriba presidiendo esta nota. La que armó en Francia para arreglar las cuentas del derrochador Luis XIV, fue de campeonato. Como en aquellos tiempos aún no se había puesto de moda el suicidio para cuando te pillaban la trampa cuento, lógicamente lo quisieron ahorcar, pero se ve que algunos de esos pocos que hicieron dinero a costa del deseo de tantos, todavía le encontraron trabajo en Venecia, ciudad que siempre se ha llevado muy bien con los cuentos y las cuentas.

Aquí la última entrega del sabio de Narbarte: RIQUEZA IMAGINARIA.

Y una cosilla más sobre dineros y cuentos. Como resulta que estos días ando investigando sobre como mandar barato dineros a Alemania, veo las tarifas de la Western Union o el tiempo que tarda una transferencia hecha por internet y compruebo que el cuento no se acaba. Enviar 1000 euros por la vieja compañía de diligencias resulta que cuesta unos 45 euros, es decir, lo mismo que un billete de avión para una persona con una maleta de 20 kilos. Uno recuerda entonces lo arriesgado que era llevar el dinero en las diligencias y lo entiende, pero ahora que el dinero solo es un numerito que pasa de aquí para ya... ? Ah, pues no. Tampoco es eso. Porque si haces la transferencia por internet, es decir, enviando un numerito de aquí para allá, la gestión cuesta poquito (una cosa razonable, 2 o 3 euros) pero..., y aquí es donde debe de estar el cuento, ¡TARDA TRES DIAS! es decir que si yo lo mando hoy martes, allí no llega hasta el viernes.

Se ve que no salimos de Caperucita y el Lobo.
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viernes, 9 de septiembre de 2011

219. SOBRE LA MARCHA

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Se ve que la marcha bélica del general carlista Miguel Gómez Damas por toda España allá por el año 1836, es uno de los episodios más sorprendentes y divertidos de aquella Primera Guerra Carlista de la que, gracias a nuestro estupendo sistema educativo, apenas sabemos nada y entendimos menos.

Un siglo menos un año después, es decir, en junio de 1935, el ya famoso escritor don Pío Baroja consiguió un contrato periodístico, chófer y fotógrafo para recorrer la ruta de Gómez y mandar sus reportajes. Los he encontrado en la web de LA VOZ DEL CIRCULO CARLISTA, los he leído en diagonal y me he hecho con la única foto que ponen de aquel viaje.



Sesenta años después, sin chófer, ni fotógrafo, ni periódico detrás, el que se puso en marcha para hacer tan lindo recorrido por España fue Eduardo Gil Bera, y del deambular por el país y del deambular de sus pensamientos, nos dejó un librito fantástico titulado SOBRE LA MARCHA que es la mejor colección de apuntes de viaje que se haya escrito jamás en este idioma. (Uso el adjetivo fantástico porque es el mismo que el autor da a sus productos y porque no encuentro más acertado).

Como este verano me había llevado yo a Oregón LOS DIAS DE ENMEDIO, y por mucho que lo leo no lo acabo, de vuelta en casa y empujado por la inercia del viaje estival y del hábito de leer a Eduardo, me ha dado por coger de la estantería el librillo de la expedición de Gómez en una mano y el Google Earth/Panoramio del iPad en la otra, y me he puesto yo también en marcha visitando uno por uno los pueblos en los que paraba o de los que decía algo Gil Bera. Ya somos cuatro pues, Gómez, don Pío, Eduardo y yo, cada cual a su bola.

Ni que decir tiene que aparte de las múltiples consultas a mis mapas y las vistas aéreas en tres dimensiones de cada pueblo y paisaje desde Amurrio hasta Cintruénigo, he abierto cientos de fotos de cada uno; pero como todo ese material iba a dar no para un libro sino para una enciclopedia, mejor no he guardado nada.

Pongo aquí, eso sí, el mapita que la wiki da de la marcha de Gómez y el que yo he confeccionado del viaje de Eduardo que pasó de conquistar Santiago, irse a Ronda o batallar por Extremadura.





Y como en este plano no se ve gran cosa, pues me he entretenido también en hacerlo en cinco partes:











En este último mapa la línea de trazos se convierte en recta cuando el viajero acelera en la vuelta a casa, aunque las paradas en Aranjuez y Soria, dicho sea de paso, valen por toda una etapa.

Desde que me dio por decir que todo viaje por España no puede escapar al TURISMO INTERIOR BRUTO, me da una pereza enorme coger el coche y ver los CASCOTES de nuestros pueblos y paisajes. También es porque hace ya muchos años que al sobrino de don Pío le leí un dicho acerca de lo pobre pero hermosa que era la España de su infancia y lo fea que se había vuelto en cincuenta años de prosperidad. Así que lo bueno del libro de Eduardo, lo que anima a seguir viajando por este calavérico país no son ni su arte, sus postales, sus restaurantes o paradores, sino todas esas fotografías de gentes y pequeñas escenas que uno se encuentra siempre en los viajes y que él pinta como nadie. Visto así, creo yo que vale la pena el sacrificio y que en cuanto me reponga de tanto meneo veraniego me pondré yo también en marcha. Eso sí, con la guía de Gil Bera bajo el brazo: porque eso una guía y no las de Michelín.

Y aquí el creador de la ruta turística:



¡Ay! ¿qué he dicho? A ver si lee esto algún consejero de cultura o funcionario de dispendios oficiales y se lía a poner carteles por todas carreteras como con el vino, la pera, la lengua, o la berza... ah ah ah. Espero que no. Espero que no. Eso sí que desanimaría a ponerse en ruta.
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jueves, 17 de febrero de 2011

195. GURU GURU

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Hoy es noticia esta señora y sus hijas. Es de lo que habla Eduardo en su blog, o sea, que es noticia. La educación. La educación de los hijos para el éxito. La educación al margen del Sistema Educativo.

O mejor dicho, es noticia que un libro tan tonto sea un best-seller en Occidente. No es que sea un best-seller porque la educación se haya convertido en un problema que preocupa a todo el mundo occidental, sino que si un libro así es un best-seller, está claro que la educación ha llegado a niveles de preocupar.

Apareo esta noticia con otra, como ayer. No sé si alguna vez habéis tenido ocasión de hablar con un empresario pero como yo sí lo he hecho, os cuento que, al margen del tema que os ocupe, bien en los prolegómenos de la conversación o en el cafetito que la cierra, si hablas con un empresario te has de tragar una dosis o dos de filosofía barata. Un empresario sin filosofía barata no es un empresario. Es un sospechoso.

Dado que los políticos, sean de derechas o de izquierdas, se consideran a sí mismos como empresarios de lo público (por cierto que fue a los de izquierdas a los primeros que les hoy decir semejante memez), todo político que se precie, digo, tiene que emitir por lo menos el doble de filosofía barata que un empresario. Y como eso es mucho y ya no dan ni tan siquiera para hacer filosofía barata por sí mismos, ahora acuden al apoyo de "filósofos para políticos", es decir, filósofos basura. Como la Amy Chua, por ejemplo, que seguro que va a dar conferencias pronto por todas las Univerdidades o consejerías de educación. O como Toni Puig, aquí mismo, uno de los fundadores del Ajoblanco.



El otro día le vi inoculando filosofía urbana (de bajo costo) a la aspirante a alcaldesa de Logroño por el PP, quien por cierto, parecía encantada con la dosis.

Dice la Wikipedia que Tony Puig empezó estudiando teología. Ahora se deja llamar el Gurú de las Ciudades. Pues nada, ya tenemos hoy dos gurús, una en educación y otro en urbanismo.

Guru Guru... guru guru ¿no era el nombre de un monte de Melilla? En la siguiente cogemos el spypnic y nos vamos para allá.
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miércoles, 22 de diciembre de 2010

186. DHIBAN

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Cuando Mark Twain contaba en el libro que mencionaba yo hace unos día su llegada a Tierra Santa, contrastaba la magnificiencia de los relatos bíblicos con la realidad geográfica: por lo que se ve, a cualquier jefecillo de una cuadrilla o al cacique del pueblo le debían llamar aquí REY, dice Twain.

Las tremendas historias que cuenta esta semana Gil Bera de padres que ofrecen a sus hijos en sacrificio para impresionar al enemigo, resarcirse de su ninguneo o para contentar a un dios (COLERA DE PADRE), tienen como escenario un pueblucho de Jordania al este del Mar Muerto al que hoy vamos a ir directos con "el spypnick".

De aquellos arrasamientos de ciudades y tala de sus campos de los israelitas sobre los moabitas se debieron quedar los alrededores de Dhiban tal que así:





Aunque yo sospecho que el Dhiban originario no sería mucho más grande que el actual:





Lo que sí que tiene mérito es la escritura en esas piedrecitas. Claro que la historia se lo merece. Aquí la estela del rey Mesá ahora en el Louvre, claro:



Y ya que estamos cerca y en tres días va a nacer en Belén el dios al que luego su padre dejó que lo mataran, lo mismo aprovechamos el spypnic y nos vamos para allá.
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Dado que se ha caído el enlace transcribo aquí el artículo de GBera COLERA DE PADRE:

La religión con más éxito de crítica y público en el último par de milenios argumenta un dios que se siente vejado por los hombres, seres de su hechura, y decreta, en desagravio, que ejecuten a su hijo. Los adoradores de la divinidad esquizofrénica multiplican la escena del sacrificio expiatorio en la figura patibularia más ubicua y famosa del mundo. Esa religión tan divertida se apropió del senil imperio romano  y dominó durante dos mil años en los países de la lógica y la civilización.

De modo que matar al hijo porque el padre se siente más o menos ninguneado, no es ya la acción repulsiva y lamentable que aparece con cierta recurrencia en la crónica de crímenes —en España se han cometido veinte este año— sino que pertenece al acervo religioso más rancio. Antecedentes históricos de tan bella gesta se hallan en la estela del rey Mesá de Moab y en la Biblia. El ingreso de Yahvé en la literatura universal puede verse en el Louvre, al inicio de la décimoctava línea del texto inscrito en una lápida de basalto negro, hallada en el inolvidable verano de 1868, en Dhiban, por un misionero de la religión patibularia e inmediatamente rota por los beduinos, en muestra de severa crítica literaria. Los arqueólogos recuperaron los fragmentos y la estela es hoy legible en el museo parisino. 

En peculiares caracteres fenicios y lengua moabita, que es hermana de la hebrea, Yahvé hizo su ingreso en el mágico mundo escrito como un dios derrotado por su colega Kemós quien, no contento con tomar sus ciudades y exterminar a sus fieles, se apropió de sus vasos sagrados.

Los moabitas eran tribus establecidas al Este del Mar Muerto y emparentadas muy de cerca con los israelitas. El Deuteronomio estipula, en su estatuto de pureza de sangre, que los hijos de israelita y moabita serán excluidos de la comunidad incluso después de la décima generación. Estos odios tan estupendos sólo se consiguen cuando hay estrecha vecindad y semejanza. La estela del rey Mesá dice que los israelitas habían humillado mucho tiempo a los moabitas a causa de que la ira de Kemós ardía contra Moab. Pero un buen día estalló la ira de Kemós contra Israel y las cosas cambiaron. Los moabitas tomaron una decena de ciudades israelitas y se llevaron los vasos de Yahvé para el menaje sagrado de Kemós.

La versión hebrea es más de dos siglos posterior. Mientras la estela del rey Mesá es de mediados del siglo IX a. C., la redacción de las partes más antiguas de la Biblia data de finales del VII, cuando el reinado del piadoso Josías. Antes no era posible redactar una Biblia porque no había suficiente piedad nacionalista. Israelistas y moabitas se mezclaban sin mayor miramiento. Salomón, por ejemplo, tenía una esposa moabita y había erigido en Jerusalén un templo a Kemós el iracundo, dios nacional de Moab, edificación abominable que destruyó el piadoso Josías.

Y no sólo eran los moabitas del todo semejantes a los israelitas, cosa odiosa, sino que también lo eran sus dioses, que marchaban igualmente al frente de los ejércitos y tenían idénticos arrebatos de cólera. En la estela de Mesá y en la Biblia se encuentra parejo uso de herem (dedicación a la muerte), piadoso término de guerra santa que indica la práctica de consagrar a la destrucción el botín y matar en holocausto a todos los supervivientes enemigos. 

Cuentan las crónicas de la monarquía israelita que Mesá, rey de Moab, dejó de pagar tributo a Israel. Hubo que arrasar sus ciudades y talar sus campos, no sin antes escuchar la asesoría del profeta Eliseo quien cantó, acompañado de su tañedor, que Yahvé les anunciaba la victoria. Tras bendita destrucción del país moabita, sitiaron la ciudad de Kir-Hareset donde estaban reducidos los resistentes con su rey. Éste intentó romper el cerco al frente de sus hombres armados y, cuando vio que no era posible, sacrificó a su hijo y heredero en lo alto de la muralla, a la vista de todos, en sagrado holocausto. Este pasaje bíblico (2 Reyes, 3, 27) es una de las raros testimonios explícitos de una práctica inveterada y recurridísima: el padre sacrifica una parte muy señalada de su propiedad, como ejercicio supremo de invocación mágica. El efecto fue fulminante y los israelitas se retiraron.

Las traducciones canónicas de este pasaje suelen sugerir piadosamente una pseudosensibilidad ajena al texto y al contexto. Jerónimo dice en la Vulgata: Et facta est indignatio magna in Israel, statimque recesserunt ab eo. Lutero lo copia tal cual: Da kam ein großer Zorn über Israel, daß sie von ihm abzogen. Tampoco la versión de King James se aparta gran cosa: There was great indignation against Israel: and they departed from him. Parece como si los israelitas se indignaran ante el inhumano (?) espectáculo y se marcharan, cosa un tanto contradictoria porque la correcta indignación humanitaria incitaría a la detención del desalmado parricida, siempre presunto, para leerle sus derechos y llevarlo ante un tribunal. En King James y las versiones modernas se habla de una indignación contra Israel que ocasiona su marcha, se diría que es la cólera de algún innominado testigo colectivo, eso que ahora llaman opinión pública, que se escandaliza porque los israelitas sitiadores han llevado a la desesperación enajenante al rey Mesá. Pero, a la vista de la sucesión narrativa, nada de eso es sostenible porque el rey oficiante ejecuta algo que el autor bíblico sabe bien conocido por sus lectores: invoca a su dios mediante un sacrificio supremo que consiste en matar al hijo.

En la ciudad de Jerusalén, Salomón, el rey cosmopolita que daba templo a todo dios que le proveyera mujer o bien fungible, había dispuesto el servicio público municipal de unos quemaderos donde los cabezas de familia piadosos pudieran inmolar cómodamente a sus primogénitos en honor de Molok. 

Y Yefté, piadoso juez de Israel, fue célebre por sacrificar en holocausto a su única hija en honor de Yahvé, para agradecerle su victoria sobre los adoradores de Kemós. Hasta el bueno de Händel quedó impresionado y le dedicó un hermoso oratorio. 

En ese alegre contexto donde los hombres infligen a su dios las funciones de padre matahijos, no tiene nada de raro que Yahvé exija que Abraham le sacrifique a Isaac, ni que decrete la ejecución de su hijo Jesucristo a causa de lo paternalmente enfadado que está con la humanidad. Cioran, siempre optimista y navideño, dice que hoy seríamos totalmente diferentes si la era cristiana se hubiera inaugurado con la execración del creador.
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