Tres*** estrellas sPyPcin, y no se hable más. A mi no me gustan las películas corales, ni las fragmentarias, ni las historias basadas en los tópicos locales. NIGHT ON EARTH es coral, fragmentaria, y está construida sobre seis estereotipos de personajes que tienen que ver con las diferentes idiosincrasias de cinco ciudades del mundo: Los Angeles, New York, París, Roma y Helsinki. Pero es del mejor Jim Jarmusch, y lo único que lamentas al final de la película es que no haya hecho también un recorrido nocturno por Madrid, por Berlín o por Londres. Cine delicioso donde los haya. Os dejo de recuerdo a sus personajes. Todos, pero es que todos, memorables.
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domingo, 28 de abril de 2013
588. NIGHT ON EARTH *** (1991) JIM JARMUSCH
Tres*** estrellas sPyPcin, y no se hable más. A mi no me gustan las películas corales, ni las fragmentarias, ni las historias basadas en los tópicos locales. NIGHT ON EARTH es coral, fragmentaria, y está construida sobre seis estereotipos de personajes que tienen que ver con las diferentes idiosincrasias de cinco ciudades del mundo: Los Angeles, New York, París, Roma y Helsinki. Pero es del mejor Jim Jarmusch, y lo único que lamentas al final de la película es que no haya hecho también un recorrido nocturno por Madrid, por Berlín o por Londres. Cine delicioso donde los haya. Os dejo de recuerdo a sus personajes. Todos, pero es que todos, memorables.
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miércoles, 9 de enero de 2013
514. THE COMMITMENTS ***, 1991, Alan Parker
Creo que es la cuarta vez que vemos THE COMMITMENTS, lo que quiere decir que es una película tres *** estrellas sin discusión. Puede que peque un poco de "costumbrismo" y de demasiadas estampas de niños animando las calles, pero la gracia de los personajes y su nervio musical pueden con todo. Sí, también las relaciones entre los miembros del grupo son demasiado elementales y repetitivas, pero eso es lo de menos porque la gracia de la historia (la formación del grupo musical que vertebra la película) no está en los músicos sino en el personaje del manager, Jimmy Rabbite.
A propósito de una entrada sobre el Sargento Peppers, intenté hacer un poco de justicia a George Martin respecto los Beatles. Por supuesto que se trata de historias bien diferentes pero de mi paso por la música (o por cualquier actividad de grupo) he llegado a la conclusión de valorar cada vez más el papel de los organizadores y de la gente que construye desde una idea y no desde la buena voluntad del rebaño o de la confluencia casual.
No se me escapa el toque de belleza que adorna la idea del manager (y de la película), es decir, la guapa Angeline Ball, a la que Alan Parker le sacó su máximo partido: otras fotos que he visto por la red no le llegan a su personaje (Imelda) a la altura del zapato.
Foto también de Alan Parker, de quien no podemos olvidar su dirección en THE WALL de Pink Floyd.
domingo, 7 de octubre de 2012
454. ON THE SUNDAY OF LIFE - 1991 - PORCUPINE TREE
Mi vida musical creo que consiste en una serie de acontecimientos o descubrimientos musicales de primera magnitud entre los cuales se van intercalando montañas de buenos discos (extraordinarios discos, a veces) que sin embargo no han constituido para mi un "acontecimiento personal". El descubrimiento de PORCUPINE TREE en el 2007, gracias a un concierto en la Sala Riviera de Madrid, es uno de esos momentos inolvidables que conforman mi biografía musical. Presentaban FEAR OF A BLANK PLANET y me gustó tanto su sonido que a partir de ahí estuve bien atento a sus nuevos discos y empecé a escuchar y coleccionar hacia atrás. Pero el caso es que, seguramente por sobreabundancia, me paré en SIGNIFY (1996) y tenía sin escuchar sus tres primeros álbumes.
Leo ahora un poco acerca de la historia de PORCUPINE TREE y descubro que no fue una banda que irrumpiera con algo muy construido sino que se fue haciendo poco a poco. De hecho quiso ser una broma de su creador STEVEN WILSON que se inventó un grupo misterioso creado en 1970 cuyos miembros pasaban por muchas vicisitudes y sus canciones estaban desperdigadas por ahí.
Algo de eso se aprecia es su primer álbum ON THE SUNDAY OF LIFE (1991) que hoy os subo al DB, casi como pieza de coleccionismo. No digo que no se escuche con agrado, creo que tiene algunos temas magníficos, pero yo os aconsejo que después de oírlo una o dos veces, borréis del iTunes algunos temas un poco tontos, simples, o rayantes para que os dure mucho en él y lo disfrutéis mejor.
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miércoles, 23 de mayo de 2012
402. MI INTIMO ENEMIGO - 1991 - WERNER HERZOG
Recapitulemos: en las pasadas navidades nos regalamos FITZCARRALDO, y en semana santa, COBRA VERDE. Si yo siempre he repetido con Truffaut que el gran cine es el de la confluencia entre un gran director y una bella actriz, con HERZOG hay que admitir que la confluencia sea homosexual. Cada vez que ves el tandem HERZOG-KINSKY te deja hipnotizado. Fueron cinco películas las que hicieron juntos. Deberían venderlas en todas las librerías en una cajita mágica. Pagaría bien a gusto por ella. Estas cinco películas son
AGUIRRE, LA COLERA DE DIOS (1972)
NOSFERATU, VAMPIRO DE LA NOCHE (1979)
WOYSECK (1979)
FITZCARRALDO (1982) y
COBRA VERDE (1988).
Creo que ya conté que tras filmar esta última, Herzog se prometió cortar para siempre con Kinski. Habían llegado al límite de lo humanamente soportable -o más bien, lo habían traspasado demasiadas veces. En 1991 murió Klaus Kinski y en 1999, Werner Herzog rodó un documental sobre su relación con él titulado MI INTIMO ENEMIGO.
No es un gran documental, o mejor dicho, es un documental vulgar, como cualquier otro documental de la televisión. Pero trae ecos de esas cinco grandes películas y del encuentro entre un director de cine que buscó transmitir la épica del mundo en cada rodaje, y un hombre que prefirió ser actor antes que ser humano. Algo indudablemente excepcional. Aunque el momento más intenso de ese encuentro debió de ser el que se produjo cuando coincidieron casualmente en la misma pensión de Munich siendo Herzog poco más que un niño, que es donde arranca el documental. La coincidencia con el hombre-actor y el nacimiento de su vocación cinematográfica me parece que no lo cuenta Herzog como debiera. Seguramente porque prefiere que el protagonista de la película sea Kinski y no él. Y de ahí ese final tan poético de su íntimo enemigo y la mariposa:
Dice Herzog que así es como le gustaría recordar a Kinski. Vistos desde fuera, no es admisible que uno recuerde al otro, porque por mucho que le sobreviva, no tardará en desaparecer igual que él. Y lo que dejarán por los siglos de los siglos (no muchos, porque esto no puede durar mucho) es el recuerdo de su encuentro.
lunes, 31 de octubre de 2011
243. LA GENTE NO LEE PORQUE NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA
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No hace mucho que desde Kirchhorst, Ernst Jünger me escribía: “Acabado: las cartas de Erasmo, un regalo que me hizo el astrónomo Lindemann. Muchas de estas epístolas, especialmente las de la juventud, están empapadas de un concentrado aroma ciceroniano y eso es algo que a mí me molesta siempre en las cartas. El fuego retórico no consigue hacernos entrar en calor, y el vano gusto de hablar destruye el elemento comunicativo, el cual ha de formar siempre el núcleo de las cartas. No deja de ser molesto, para quien recibe cartas escritas de esa manera, el notar que el autor se ejercita en pasos de esgrima a costa nuestra”.
Por mi parte, a vuelta de correo, le contesté: “Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las casas de los hombres no eran objeto de comercio ni de espectáculo. También debió de haber algún tiempo en que el cuerpo de los hombres no era objeto de records ni de mercado. Y que del mismo modo, debió de haber también un tiempo en que ni el artificio ni el vacío tenían cabida en la palabra del hombre”.
Jünger se escandalizaba de que ese vacío hubiera llegado incluso al ámbito de la correspondencia personal, lo que me dio pié a responderle: no debes de preocuparte en absoluto, Ernst, pues mientras la banalidad llega hasta los rincones más íntimos, hay ya escritores, como tú mismo, que en el espectáculo de la edición han conquistado pequeñas posiciones para devolver a la palabra su grandeza y su ser. Fíjate –le dije-, tú y yo no nos conocemos y ni siquiera nos hemos escrito jamás, pero gracias a Radiaciones, día a día me has dado más ánimo y valor, y aún, más calor, que toda la correspondencia junta recibida últimamente.
Hoy la mercadería de la palabra, a pesar de mover miles y miles de millones y organizar esos gigantescos tenderetes en la ciudad del Main, siente nostalgia de los tiempos en que no tenía competencia. Este mismo año que viene, el mercado de los cuerpos y los records y el mercado del propio mercado, van a humillar en Barcelona y Sevilla a Literatura.
Los Gil Calvo, Javier Pradera y demás voces que hablan por voz de los jefes de edición, seguirán describiendo y analizando una y otra vez las causas de su retroceso e incluso se atreverán a proponer estrategias para recuperar terreno para el negocio de la palabra. Volverán a la carga con más y más cuadernillos en los que se les preguntará por enésima vez a los escritores ¿por qué escriben? ¿cuándo escriben? ¿cómo escriben? ¿con qué escriben? ¿a quién imitan cuando escriben? Y otras fruslerías parecidas. Lo que nunca preguntarán, porque esa es la pregunta que destruye el negocio y el espectáculo, es ¿a quién escriben?
“Muchas cosas ha experimentado el Hombre / A muchas celestiales ha dado ya nombre / Desde que somos Palabra-en-diálogo / Y podemos los unos oír a los otros”.
Cuando el escritor se mira en el público del mercado o de la historia está tan perdido como los arquitectos de las revistas de moda, tan atolondrado como el atleta que ha conseguido la medalla, y tan vacío como el comerciante del stand. Ya no oye nada y nada comunica. Ya no es palabra-en-diálogo. Ya no escribe a nadie.
Y nadie lee, porque es nadie quien le escribe.
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Me entero hoy mismo de que ayer, en el Periódico de Extremadura, un profesor de Filosofía (doctor nada menos), escribió un artículo en el que me citaba (así, como quien no quiere la cosa) entre Saramago, Sánchez Ferlosio, Feuerbach y Guy Debord. Toma ya.
¿Qué he hecho yo para merecer ésto? Al parecer escribir un artículito allá por octubre de 1991 (joderrrrr, ¡hace veinte años!) con un título que parafraseaba el de aquella novela de García Márquez: LA GENTE NO LEE PORQUE NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA.
Tecleaba entonces con un Amstrad de pantalla verde y no había mails. Supongo que conseguí publicarlo en la extinta revista Archipiélago y que habrá sido ése el cartero que algún día se lo habrá llevado al profesor extremeño.
He tenido que buscarlo entre viejas carpetas y picarlo de nuevo para satisfacer mi curiosidad. ¡O para ser yo el destinatario de mi carta! Porque es curioso y divertido, pero uno puede escribirse cartas a sí mismo a través del tiempo: porque está claro que yo no soy aquél, ja ja ja ja (como en la canción de Raphael pero al revés).
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No hace mucho que desde Kirchhorst, Ernst Jünger me escribía: “Acabado: las cartas de Erasmo, un regalo que me hizo el astrónomo Lindemann. Muchas de estas epístolas, especialmente las de la juventud, están empapadas de un concentrado aroma ciceroniano y eso es algo que a mí me molesta siempre en las cartas. El fuego retórico no consigue hacernos entrar en calor, y el vano gusto de hablar destruye el elemento comunicativo, el cual ha de formar siempre el núcleo de las cartas. No deja de ser molesto, para quien recibe cartas escritas de esa manera, el notar que el autor se ejercita en pasos de esgrima a costa nuestra”.
Por mi parte, a vuelta de correo, le contesté: “Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las casas de los hombres no eran objeto de comercio ni de espectáculo. También debió de haber algún tiempo en que el cuerpo de los hombres no era objeto de records ni de mercado. Y que del mismo modo, debió de haber también un tiempo en que ni el artificio ni el vacío tenían cabida en la palabra del hombre”.
Jünger se escandalizaba de que ese vacío hubiera llegado incluso al ámbito de la correspondencia personal, lo que me dio pié a responderle: no debes de preocuparte en absoluto, Ernst, pues mientras la banalidad llega hasta los rincones más íntimos, hay ya escritores, como tú mismo, que en el espectáculo de la edición han conquistado pequeñas posiciones para devolver a la palabra su grandeza y su ser. Fíjate –le dije-, tú y yo no nos conocemos y ni siquiera nos hemos escrito jamás, pero gracias a Radiaciones, día a día me has dado más ánimo y valor, y aún, más calor, que toda la correspondencia junta recibida últimamente.
Hoy la mercadería de la palabra, a pesar de mover miles y miles de millones y organizar esos gigantescos tenderetes en la ciudad del Main, siente nostalgia de los tiempos en que no tenía competencia. Este mismo año que viene, el mercado de los cuerpos y los records y el mercado del propio mercado, van a humillar en Barcelona y Sevilla a Literatura.
Los Gil Calvo, Javier Pradera y demás voces que hablan por voz de los jefes de edición, seguirán describiendo y analizando una y otra vez las causas de su retroceso e incluso se atreverán a proponer estrategias para recuperar terreno para el negocio de la palabra. Volverán a la carga con más y más cuadernillos en los que se les preguntará por enésima vez a los escritores ¿por qué escriben? ¿cuándo escriben? ¿cómo escriben? ¿con qué escriben? ¿a quién imitan cuando escriben? Y otras fruslerías parecidas. Lo que nunca preguntarán, porque esa es la pregunta que destruye el negocio y el espectáculo, es ¿a quién escriben?
“Muchas cosas ha experimentado el Hombre / A muchas celestiales ha dado ya nombre / Desde que somos Palabra-en-diálogo / Y podemos los unos oír a los otros”.
Cuando el escritor se mira en el público del mercado o de la historia está tan perdido como los arquitectos de las revistas de moda, tan atolondrado como el atleta que ha conseguido la medalla, y tan vacío como el comerciante del stand. Ya no oye nada y nada comunica. Ya no es palabra-en-diálogo. Ya no escribe a nadie.
Y nadie lee, porque es nadie quien le escribe.
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Me entero hoy mismo de que ayer, en el Periódico de Extremadura, un profesor de Filosofía (doctor nada menos), escribió un artículo en el que me citaba (así, como quien no quiere la cosa) entre Saramago, Sánchez Ferlosio, Feuerbach y Guy Debord. Toma ya.
¿Qué he hecho yo para merecer ésto? Al parecer escribir un artículito allá por octubre de 1991 (joderrrrr, ¡hace veinte años!) con un título que parafraseaba el de aquella novela de García Márquez: LA GENTE NO LEE PORQUE NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA.
Tecleaba entonces con un Amstrad de pantalla verde y no había mails. Supongo que conseguí publicarlo en la extinta revista Archipiélago y que habrá sido ése el cartero que algún día se lo habrá llevado al profesor extremeño.
He tenido que buscarlo entre viejas carpetas y picarlo de nuevo para satisfacer mi curiosidad. ¡O para ser yo el destinatario de mi carta! Porque es curioso y divertido, pero uno puede escribirse cartas a sí mismo a través del tiempo: porque está claro que yo no soy aquél, ja ja ja ja (como en la canción de Raphael pero al revés).
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