jueves, 4 de mayo de 2017

884. ATRAVESÉ LAS BARDENAS



Hace unos años estuve en las Bardenas Reales pero no las atravesé. Fue en una mañana en que regresábamos de Zaragoza y no tuvimos tiempo más que de asomarnos un poco para hacer alguna foto al famoso castildetierrra. Durante mucho tiempo tuve la idea de acercarme con la XT a recorrerlas de lado a lado pero fui dejando el proyecto y al final he vendido la moto antes de ir para allá. Para este año tenía proyectado atravesarlas en bici (y aún sigue en pie el proyecto) pero mira por donde que se me ha adelantado la literatura, y el pasado mes de abril, con la tinta aún fresca, vi en la librería que el ínclito Gil Bera acababa de fantasear mi travesía con una novelita.


La compré con curiosidad y la leí de un tirón. Como novela da para poco más de una tarde. Sobre todo si ya conoces bien al escribidor que está detrás. La narración es un conjunto de brochazos gruesos que van del esperpento a la delicadeza, pasando por la erudición antigua (lo de ponerse al hijo sobre las rodillas tan de GB) o la sugerencia/bromita del nombre del ingeniero. Quien no conozca a Eduardo puede quizás leerla con gusto pero una novela así no vale ya lo que piden la editorial y el librero por ella. Si la queréis leer os la regalo. Y ni aún así me salen las cuentas del dispendio. Yo la ignoraría con gusto y me olvidaría del malgasto si no fuera porque me ha vuelto a levantar la liebre no sólo de un territorio que me tiene fascinado (las Bardenas), sino de un tema de arquitectura, urbanismo y política autárquica que está injustamente olvidado: las creaciones del Instituto Nacional de Colonización y del Servicio Nacional de Regiones Devastadas.



Vi hace unos días que mi compañero de pupitre el profesor de urbanismo José Luis Oyón tiene un pdf por la red que imagino será de algún estudio académico como los que se hacen para las universidades. Si me animo, igual lo abro algún día.

Para abrir boca, el otro día viniendo de Madrid preferí parar en Gajanejos a dar un paseo y hacer algunas fotos.





Seguro que estáis de acuerdo en que ya he expíado el malgasto. Y no digamos si continúo con el tema. Igual hasta me animo a volver a regalar buen vino a Gil Bera en concepto de agradecimiento.

Entre Gajanejos y Medinaceli mi copiloto me fue informando de que la memez que más ha removido últimamente el tema de los poblados de colonización y regiones devastadas ha sido un documental hecho por un alemán y una española afincados en Berlín espoleados por el escándalo que les había producido que uno de esos pueblos aún tuviera la coletilla del viejo título que se había dado el general gallego. De esas cosas se escandalizan en Uropa. Se llama LOS COLONOS DEL CAUDILLO y como no está de gratis en la red, tampoco lo pienso buscar, porque por las noticias de la prensa parece que apesta a ese tipo de progrez tan empeñada en resucitar la figura del Generalísimo a ver si por fin le matan y le ganan la guerra.

Viendo que todo puede ser peor, consuela que Gil Bera no juegue a eso, aunque seguro que habrá lectores (víctimas de la LOGSE) que en la dolorosa vida de Torrentera seguirán viendo, no las cruentas e inmemoriales desventuras de la vida, sino las orejas de nuestro dictador (que también fueron desventura pero ni comparación).

(Puestos a contar desventuras otro día os cuento los brochazos de Ramón Andrés sobre el tema del CUERPO en su PENSAR Y NO CAER, también en Acantilado. Pero otro día).