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lunes, 15 de abril de 2013

582. HIERONYMOUS BOSCH (h 1510), REMBRANDT (h 1662). EL HIJO PRÓDIGO



Dije en los propósitos de año nuevo que para dar un poco más de variedad a este blog (o sea, a mi vida espiritual) iba a incluir también pintura, pero sabéis que de buenos propósitos está empedrado el infierno (o empedrados los blogs). De todos modos aún no es tarde, y siempre se agradece que sea un tipo como Jünger quien haya venido a echarme una mano.

El 17 de mayo de 1939 escribe desde Kirchhorst que estuvo hablando con su hermano Friedrich George sobre el cuadro del Bosco "El hijo pródigo": "Cuando hace años fue subastado, contemplamos con detenimiento este cuadro, que ha dejado en nosotros una fuerte impresión. El hijo que tiene ya blancos los cabellos, al que le han arrebatado absolutamente todo, sus bienes, su cuerpo, su alma. Se ve claro que ya no llegará a su casa; en esto la dureza del pintor sobrepasa al texto de la Biblia. En el fondo del cuadro el ventorrillo, representado como una destartalada caseta de embaucadores e impostores; en la parte delantera del ventorrillo un borracho meando, mientras una puta deja colgar sus tetas por la ventana. Ya hace mucho que aquella gente se ha olvidado del hombre que allí dejó su herencia, su honor, su salud. El daño penetró hasta los tuétanos. Especialmente terrible resulta el que en este cuadro se concentre en la perspectiva de un único instante la totalidad de una vida equivocada. En la captación de esas cosas ningún otro arte llega a donde llega la pintura". 

Al transcribir palabra por palabra las frases del traductor noto que hay fallos. También al ver el cuadro: no son las tetas de un puta lo que cuelgan por la ventana sino una prenda de ropa. Gracias a internet, la forma de leer ha mejorado muchísimo. Cuando leí esa página en 1990 no existía la facilidad de encontrar el cuadro en unos pocos segundos. Ni tampoco dar en menos de un minuto con el evangelio donde se cuenta la parábola del hijo pródigo: San Lucas 15, 11-33. Lo que sí hice fue subrayar las dos últimas frases porque me parece magistral la observación de que la pintura sea el arte que concentra en un instante la intensidad de una vida. O al revés: que en aquel mundo con tan pocas imágenes, un cuadro adquiriese tal relevancia.

Rembrandt sin embargo se concentró en el momento en que el padre recibe al hijo pródigo, el momento en el que siendo yo niño me sentía más cerca de los escribas y fariseos que del Padre.


¿Qué justicia es la divina si finalmente al calavera se le trata como al justo, si no mejor? -me preguntaba yo. Se hacía patente una doble cara o una contradicción en Dios: Al justiciero y terrible Ser Todopoderoso del Antiguo Testamento se oponía ahora un Dios mucho más light, un Dios Perdonador. No toda la vida puede concentrarse en una equivocación, diría Jünger. Claro que la del hijo pródigo no es una equivocación momentánea pues tiempo tuvo hasta que se le pusieron los cabellos blancos de darse cuenta de ella. Porque se le acabó la herencia, que si no todavía estaría dando tumbos por ahí...

Digo yo que Jesucristo con esa parábola en vez de enseñar una lección nos creó una duda: la de si es el Perdón la mayor de las Verdades.


domingo, 14 de abril de 2013

581. KIRCHHORST. BAJA SAJONIA



Como hoy hace un domingo primaveral y no tengo programada otra salida que un paseo vespertino, he pensado que no estaría mal encender esta mañana los cohetes del sPyPnic para irnos a KIRCHHORST, el pueblecito de Baja Sajonia donde Jünger empezó sus diarios de la Segunda Guerra Mundial. 

Cuando leí RADIACIONES por primera vez, también lo localicé, pero un atlas con bastante mala escala que no me daba una idea del lugar ni remotamente aproximada a como nos lo ofrece ahora Google Earth. (¡Qué maravilloso es leer ahora cualquier cosa pudiendo ponerla rápidamente en su lugar!). 


Muy cerca de Hannover, un poco al noreste de esta gran ciudad, Kirchhorst conserva aún su perímetro rural. Si nos acercamos da la impresión de que ha crecido bastante y que el pueblo original estaría pegado a la carretera que pasa por el sur de la actual aglomeración de casas. 


Busco en esa zona alguna foto que pudiera decir "casa donde vivió Ernst Jünger" pero no hay nada de nada.
En la página escrita el día 7 de abril de 1939 Jünger dice que fue a la pequeña iglesia del pueblo, y da un dato muy preciso: "el camposanto adosado a ella linda con mi jardín".


Solo dos o tres casas lindan con el camposanto de la pequeña iglesia de St Nikolai que sí que tiene dos o tres fotos en Panoramio. Tomo prestada una de ellas:


Por detrás de la iglesia y el camposanto está el Weltkriegdenkmal. Mi alemán ya me da para traducirlo (!): Monumento a la Guerra Mundial. 


Cuando necesitaba semillas o alguna herramienta para el cultivo de su huerto, Jünger iba en bici hasta Burgdorf, un pueblo algo mayor situado al Este de Kirchhorst. 

El 19 de mayo les recogen en coche a Jünger y a su hermano Friedrich Georg y se van hasta Rehburg donde ven la casa que habitaron antes de la Guerra (la Primera, o sea, de niños). Rehburg está al oeste de Hannover y parece no haber crecido tanto como Kirchhorst. Sigue siendo un reguero de casas junto a una carretera. 

Hace unas semanas conté en otro de mis blogs un pequeño paseo en bicicleta por el norte de Freiburg, en el que pasamos por varios pueblos. La vida en los pueblos cambió con la llegada de los coches, luego con los teléfonos y ahora con internet. Pero los pueblos alemanes tienen una consistencia y una solidez muy distinta del caos en que se han sumido los nuestros. Tuve la suerte de ver cómo era la vida en uno de ellos cuando pasamos un verano en una casa de pueblo cerca del lago de Constanza. 

Jünger se fue de Berlin a Kirchhorst huyendo de la locura en que había caído su país. Nosotros seguimos marchándonos de los pueblos a la ciudad para huir de la brutalidad de sus gentes, de su estrechez de miras. 

Allí perdido en las llanuras de Sajonia que atravesamos (lo recuerdo bien) cuando fuimos de Münster a Berlin en el año 2006, sigue estando Kirchhorst. Sin una foto en Panoramio que recuerde que allí inició Jünger la escritura de Radiaciones. He buscado por otras webs alguna foto de la casa, alguna otra foto de Kirchhorst pero no he tenido mucha suerte. He encontrado mucho sobre Wilflingen, el pueblo de Tubinga donde pasó la última parte de su vida y donde está enterrado. Hay webs muy interesantes  de estudiosos de Jünger (por ej. ANARCH) con muchos videos de sus últimos años y muchas fotos de su última casa. Incluso si vamos a Wilfliingen con el sPyPnic veremos que también en Google ponen fotos. 

Pero nadie parece haberse interesado por Kirchhorst. De ahí la pertinencia de este pequeño viaje dominical. 



viernes, 12 de abril de 2013

580. RADIACIONES (1942) ERNST JÜNGER



Escribiendo ayer sobre la catedral de Amiens recordé que la primera vez que viajé desde París a la región de Picardia debía de tener muy reciente la lectura de TEMPESTADES DE ACERO, el diario de Jünger en la Primera Guerra Mundial. Pero mi encuentro con Jünger no se produjo con ese libro sino con RADIACIONES, el diario que empezó a escribir en abril de 1939 cuando los nubarrones de una nueva gran guerra se cernían sobre Europa.

Si fuera un poco más ordenado y me gustase lo de las etiquetas, la de este post debería llevar la de "los libros de mi vida"; pero algunas veces prefiero un poco de desorden y que los libros vuelvan a mí como la gente, de tanto en tanto y sin etiquetas. Me alegra que Amiens me haya traído otra vez a Jünger. Como me alegra mucho cruzar los bosquecillos que rodean al Rhin cada vez que voy desde el aeropuerto de Mulhouse a Freiburg im Breisgau a ver a mi hija, porque es por esa zona (o un poco más al norte, cerca de Karlsruhe) desde donde Jünger empieza a escribir cuando la guerra ya ha comenzado y él ha sido movilizado con todo el ejército.


Desde una frágil barraca de cañas que llama a veces su ermita, y ante la muerte y destrucción centuplicadas que anuncia una Guerra de escala muy superior a la ya conocida por el soldado que mejor contó los cambios acaecidos en la Primera, su pluma se puso en marcha para contar el día a día con una luz y una distancia sobre el mundo cuya lectura, años después, me dejó a mí  marcado para siempre.

No sé a través de quién llegué a Jünger. Supongo que por alguna campaña publicitaria de los periódicos (o sea, reseñas de intelectuales en sus páginas culturales), porque la primera edición en España es de Tusquets en 1989 y en mi ejemplar pone que lo adquirí el 26 de junio de 1990. Años después tuve la suerte de almorzar un día en Barcelona con ANDRÉS SÁNCHEZ PASCUAL, su traductor al español. Jünger murió en 1998, y en los dieciocho años que van desde mi encuentro con RADIACIONES y su muerte lo tuve siempre presente aunque no tuviera la fortuna de verle o saludarle en persona. Pero con las noticias que daban los periódicos de sus últimos años, o con las anécdotas que nos contó Sánchez Pascual de su última visita a Madrid (como la de un ladronzuelo que le birló la cartera cuando contemplaba la estatua a caballo de Felipe III en la Plaza Mayor de Madrid) me ha sido más que suficiente.

Lo importante es que por una u otra causa el libro vuelve a mis manos y vive conmigo. Y que lo abro por cualquier página y encuentro algunos subrayados que cobran mucho más sentido ahora que cuando los señalé por primera vez:

"En nuestra condición de aprendices no nos es lícito envejecer, hemos de tener siempre dieciséis años".

(pag 75)


domingo, 11 de marzo de 2012

356. HABLAR (IV). LOS SILENCIOS




La primera vez que tuve noticia de la existencia de los silencios en las conversaciones fue en un escrito de Félix de Azúa sobre su visita a Ernst Jünger. Con la habilidad en él característica, lo debió de mencionar como algo extraordinario y así me lo pareció a mí. Pero el caso es que yo nunca lo he visto ni experimentado y apenas puedo imaginar cómo es. Y tiene narices la cosa, que no podamos imaginar el silencio. Porque evidentemente, ese tipo de silencio al que me refiero aquí no es un vacío, una nada, una falta de comunicación -tan fácil de encontrar alrededor con solo echar una mirada a algún matrimonio aburrido en la mesa de un restaurante. El silencio del que hablaba Azúa creo que tenía más que ver con el dicho de "ha pasado un ángel", aunque tampoco lo imaginé así. Lo del "paso del ángel" viene a cuento de que a alguno le sale una expresión tan profunda o poética que deja en suspenso la conversación. Pero como decir algo poético o algo profundo, las más de las veces suena a pedantería, preferimos dejarlo para la escritura, o para un verso -si nos da por eso. Bueno, pues como ya no pasan ángeles y ni se habla con hondura o en verso, los silencios en las conversaciones podrían ser sospechosos de falta de ideas o de cálculo en lo que se va a decir. De falta de espontaneidad. No lo sé muy bien, pero ahora me llegan noticias desde Alemania de que los silencios en las conversaciones son de verdad, así que prometo estar atento y saber de qué van.

Y hablando de silencios, no sé si os habréis dado cuenta pero desde hace un montón de semanas llevo escribiendo aquí todos los días. Y como escribo con la misma facilidad y despreocupación con que hablo, me estoy empezando a plantear hacer algún silencio. A ver como suena.

lunes, 31 de octubre de 2011

243. LA GENTE NO LEE PORQUE NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

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No hace mucho que desde Kirchhorst, Ernst Jünger me escribía: “Acabado: las cartas de Erasmo, un regalo que me hizo el astrónomo Lindemann. Muchas de estas epístolas, especialmente las de la juventud, están empapadas de un concentrado aroma ciceroniano y eso es algo que a mí me molesta siempre en las cartas. El fuego retórico no consigue hacernos entrar en calor, y el vano gusto de hablar destruye el elemento comunicativo, el cual ha de formar siempre el núcleo de las cartas. No deja de ser molesto, para quien recibe cartas escritas de esa manera, el notar que el autor se ejercita en pasos de esgrima a costa nuestra”.

Por mi parte, a vuelta de correo, le contesté: “Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las casas de los hombres no eran objeto de comercio ni de espectáculo. También debió de haber algún tiempo en que el cuerpo de los hombres no era objeto de records ni de mercado. Y que del mismo modo, debió de haber también un tiempo en que ni el artificio ni el vacío tenían cabida en la palabra del hombre”.

Jünger se escandalizaba de que ese vacío hubiera llegado incluso al ámbito de la correspondencia personal, lo que me dio pié a responderle: no debes de preocuparte en absoluto, Ernst, pues mientras la banalidad llega hasta los rincones más íntimos, hay ya escritores, como tú mismo, que en el espectáculo de la edición han conquistado pequeñas posiciones para devolver a la palabra su grandeza y su ser. Fíjate –le dije-, tú y yo no nos conocemos y ni siquiera nos hemos escrito jamás, pero gracias a Radiaciones, día a día me has dado más ánimo y valor, y aún, más calor, que toda la correspondencia junta recibida últimamente.

Hoy la mercadería de la palabra, a pesar de mover miles y miles de millones y organizar esos gigantescos tenderetes en la ciudad del Main, siente nostalgia de los tiempos en que no tenía competencia. Este mismo año que viene, el mercado de los cuerpos y los records y el mercado del propio mercado, van a humillar en Barcelona y Sevilla a Literatura.

Los Gil Calvo, Javier Pradera y demás voces que hablan por voz de los jefes de edición, seguirán describiendo y analizando una y otra vez las causas de su retroceso e incluso se atreverán a proponer estrategias para recuperar terreno para el negocio de la palabra. Volverán a la carga con más y más cuadernillos en los que se les preguntará por enésima vez a los escritores ¿por qué escriben? ¿cuándo escriben? ¿cómo escriben? ¿con qué escriben? ¿a quién imitan cuando escriben? Y otras fruslerías parecidas. Lo que nunca preguntarán, porque esa es la pregunta que destruye el negocio y el espectáculo, es ¿a quién escriben?

“Muchas cosas ha experimentado el Hombre / A muchas celestiales ha dado ya nombre / Desde que somos Palabra-en-diálogo / Y podemos los unos oír a los otros”.

Cuando el escritor se mira en el público del mercado o de la historia está tan perdido como los arquitectos de las revistas de moda, tan atolondrado como el atleta que ha conseguido la medalla, y tan vacío como el comerciante del stand. Ya no oye nada y nada comunica. Ya no es palabra-en-diálogo. Ya no escribe a nadie.

Y nadie lee, porque es nadie quien le escribe.

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Me entero hoy mismo de que ayer, en el Periódico de Extremadura, un profesor de Filosofía (doctor nada menos), escribió un artículo en el que me citaba (así, como quien no quiere la cosa) entre Saramago, Sánchez Ferlosio, Feuerbach y Guy Debord. Toma ya.

¿Qué he hecho yo para merecer ésto? Al parecer escribir un artículito allá por octubre de 1991 (joderrrrr, ¡hace veinte años!) con un título que parafraseaba el de aquella novela de García Márquez: LA GENTE NO LEE PORQUE NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA.

Tecleaba entonces con un Amstrad de pantalla verde y no había mails. Supongo que conseguí publicarlo en la extinta revista Archipiélago y que habrá sido ése el cartero que algún día se lo habrá llevado al profesor extremeño.

He tenido que buscarlo entre viejas carpetas y picarlo de nuevo para satisfacer mi curiosidad. ¡O para ser yo el destinatario de mi carta! Porque es curioso y divertido, pero uno puede escribirse cartas a sí mismo a través del tiempo: porque está claro que yo no soy aquél, ja ja ja ja (como en la canción de Raphael pero al revés).
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miércoles, 19 de octubre de 2011

232. LA MUSA KIKI

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No sé si el problema es que Jünger en novelas es un plomo, o que a mí me pasa lo que decía ayer, que soy de los que tampoco pueden ya leer muchas líneas juntas; el caso es cada vez que cojo EUMESWIL me quedo dormido a media página. Y seguramente por eso, además del cuento de LA MAQUINA DE HACER DINERO, que como contaba ayer, compré de regalo para un familiar, aproveché el cuento y me compré para mí un libro-comic sobre la azarosa y divertida vida de Kiki de Montparnasse, una de las, por así decirlo, "musas" (los pueblerinos suelen poner otras consonantes) de aquellos pintores arrejuntados en París que estaban convencidos de estar cambiando el mundo en el primer tercio del siglo XX.



Dicho de aquesta manera, ya se ve que la farándula esa de artistas, periodistas y aristócratas crápulas de aquellos días me trae más bien al pairo, pero también es verdad que todos esos nombres de tronío (Picasso, Modigliani, Man Ray, Jean Cocteau, Hemingway y el sunsum corda) no quedan mal como decorado para la ascensión, lucha, diversión, desengaño y ruina de una pobre chiquilla de pueblo sin otro recurso en la vida que el de huir de la miseria de las gentes de su villorio.

Cuando empezaron a salir blogs y poco antes de que las grandes plumas del país se hicieran con uno (como si no tuvieran suficiente con los periódicos y televisiones...) en las plataformas creadas al efecto para ellos por los grandes editores, exploré con cierta asiduidad un buen número de blogs pretendidamente eróticos en el que chicas tipo Kiki trataban de abrirse camino en el mundo huyendo de la vulgaridad que nos rodea. Y descubrí que las mejores, sin duda, eran aquellas que venían desde abajo, es decir, de los pueblos o de los barrios miserables de las metrópolis. Como Kiki, vaya. Porque tanto a comienzos de siglo, como ahora, y como creo que será siempre, muchas mujeres se abren y abrirán camino con su cuerpo y darán luz al mundo con su sexo.

La gracia de la biografía de una chica así cruzando el abigarrado decorado de tanto artista de renombre está justamente en darle a ella el papel de protagonista. Y lo malo es que al final, como en el caso de Marilyn, o como tantos otros "juguetes rotos" que dicen los periodistas, la narración se queda en lo más movido de la farándula y muy poco en los detalles íntimos de su vida. Porque evidentemente, el cómic es más un medio de simplificación que no de analítica de sentimientos y pensamientos.

Acabadas las viñetas corrí a internet en busca de fotos, porque el tiempo de Kiki fue tiempo de fotos, y no digamos ya a sabiendas de que uno de sus principales amantes fue Man Ray. Pues bien, tengo que confesar que me dejaron tan frío como el libro. Pongo aquí un estupendo video que sintetiza la mayor parte de ellas:



No sé muy bien porqué me decepcionaron las fotos, quizás porque me saben a arqueología, a arte rancio, a fracaso de una época.

La vida de Kiki, sin embargo, no me sabe a fracaso. Por supuesto que su caída en las drogas, en las noches y en las manos de los artistas son motivo de tristeza, pero su alegría, su ilusión, su desparpajo y su facilidad para desnudarse ante los hombres (o incluso mujeres) contienen todos esas chispas de libertad del cuerpo y de las relaciones que habitualmente vienen de Francia y que se convierten en cenizas a poco que caen entre nosotros. Claro que..., también es verdad que esas chispas seguramente pudieron brillar gracias a cierta liberalidad de los artistas.

Ahora los tiempos son otros y, como contaba, hace unos años me dio por buscar musas entre los blogs..., pero como también decía, luego llegaron los artistas (los que no tenían suficiente con los periódicos) y los coparon. O los caparon. Los blogs, el mundo de los blogs. Porque yo estoy convencido de que las musas siguen estando ahí: intentando abrirse camino e inspirando a más de uno.
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lunes, 9 de mayo de 2011

208. NO ANONIMO

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Sigo sin entender que grandes pensadores contemporáneos, como por ejemplo Félix de Azúa, puedan prestarse a la erupción de la escritura anónima que ha generado internet como subproducto de los blogs y foros de noticias, sin hacer nada ni escribir nada que lo ataje o le ponga coto. Una vez más, creo que se trata de una cesión a la estupidez de los editores, -algo que por otra parte me parece igualmente ininteligible.

En el epílogo de EL PENTAGONO DEL PODER, Mumford vuelve a los aspectos claves en la evolución y conformación de eso que llamamos ser humano (tema ampliamente tratado en EL MITO DE LA MAQUINA), y al mencionar el sintagma bíblico de la encarnación del verbo como proceso necesario para el desarrollo intelectual del propio verbo y la construcción de la humanidad, cita un verso de Walt Whitman que en otras lecturas me había pasado desapercibido:

"Yo y los míos no convencemos con argumentos: convencemos con nuestra presencia".

Todos los que hacen de internet el paraíso del anonimato son enemigos de la libertad de expresión que internet nos ha regalado por lo que no es de extrañar que quienes desde sus posiciones de privilegio no necesitan de dichas libertades no hagan nada por el deterioro de la comunicación en internet.

Frente a los procesos de desarrollo y evolución de la humanidad, que más allá del sintagma bíblico, Mumford lo expresa con el término "materialización", la "eterealización" sería el proceso opuesto, es decir, el del desmantelamiento y derribo de todo lo construido por el hombre. El paso de la escritura en papel a la escritura digital pudiera ser tomado como un signo de eterealización, pero yo creo que en este caso el soporte no es fundamental y que sí lo es, sin embargo, la proliferación de la escritura innominada.

Como decía Jünger, la inviolabilidad del domicilio no hay que esperarla del Estado: se defiende llamando a los hijos y empuñando las hachas ante la puerta. Hoy más que nunca la opinión hay que defenderla con el cuerpo que se representa con nuestro nombre. Todo lo que sea anónimo en internet no sólo no merece la curiosidad de una lectura distraída , sino el rechazo moral más enérgico.
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lunes, 22 de febrero de 2010

JOHANN CONRAD FRIEDERICH

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He aquí un sistema infalible para no olvidar nunca la palabra Fröhlich. El personaje que pinta Eduardo en la que fue su primera entrega en Factual es sencillamente memorable. Hay que leerle muy despacito, como siempre, y disfrutar de cada frase. Un placer empezar la semana así.

(Google imágenes no da ningún retrato de tan divertido personaje, así que nos conformaremos con una foto de Leipzig, "la esforzada ciudad").


CUARENTA NOMBRES DE UNA VIDA

Hay una semejanza notable entre escritores y actores. Algunos observadores caritativos han sugerido que el escritor es alguien que se vacía. Y eso, al cabo de un tiempo, es la aniquilación: se han vaciado a sí mismos y convertido en fantoches. Es una apreciación bastante optimista; sobre todo, si cree que podían estar llenos de algo y lo han sacado de sí.

El escritor suele ser un actor encasillado. Desde que aparece el autor famoso en la escena social, allá por la época de Dickens, el pobre comparsa, que disfruta de los mismos ajetreos que una cupletista, se siente impostor: actor que hace bien de escritor pero que, secretamente, desearía descansar haciendo una gira en un papel distinto.

De joven, leí en Jünger que la autobiografía Cuarenta años de la vida de un muerto, de Fröhlich, es de lo más entretenido de las letras alemanas. Durante años indagué a diestro y siniestro buscando al dichoso Fröhlich, y no hubo manera. El nombre, que significa “alegre”, y es un apellido muy común, parecía broma.

El año pasado me vi en Leipzig, la esforzada ciudad. Paseaba por una calle ancha y despoblada, y me metí en un bar. El local me pareció muy camuflado, casi invisible desde fuera, y la decoración muy espesa. Me senté, no había nadie. Al rato, oí voces y ruidos de cena familiar que venían del fondo, y me fijé que todas las cosas tenían puesto un precio.

Entonces vi en un revistero, justo a mis pies, los tres tomos de Cuarenta años de la vida de un muerto, a la venta por 10 euros, incluyendo el propio revistero y una lujuriosa revista de corte y confección. Dejé el dinero junto a un reloj de cuco, todo parecía un cuento de Hoffmann.

Edición berlinesa de 1915, en fatigosa letra gótica, y de autor anónimo. Ningún Fröhlich a la vista, pero alguien escribió a lápiz “Friederich” en la página de respeto. Johann Conrad Friederich nació en Frankfurt en 1789, recién tomada la Bastilla. A la edad en que los demás críos encorrían a los gatos, él hacía los visajes y aspavientos de los personajes de la revolución francesa, declamaba tiradas formidables de Danton y Robespierre, y quería ser actor de teatro inmediatamente.

Una carta de la madre de Goethe a su sobrino August menciona a un joven frankfurtiano de 16 años llamado Conrad Wenner, que estaba poseído por una insuperable atracción por las tablas, y le daba la lata con ir a Weimar, ponerse a declamar papelones y no parar nunca: “Me va a volver loca, se apellida Friedrich, su madre era de soltera Wennern”. Hasta la pobre señora escribía versiones distintas del apellido. Se ve que el furor histriónico de Friederich desbordaba el comedor de casa, se expandía por el vecindario, trastornaba nombres y renombres, y desesperaba a sus mayores.
Recomendado por la señora Goethe, lo metieron en un internado de Homburg, pero la cosa empeoró, el joven sólo se ocupaba del teatro y la música, recitaba con gran sentimiento a Schiller y Goethe, componía marchas y cuplés de todo pelaje, cantaba arias de Mozart, y sólo quería ser actor de teatro.
Por fin, consiguió un papel en el tiroteo napoleónico, la mayor obra de teatro que entonces se representaba, e ingresó en el regimiento de Inseburg, que era un aglomerado de austriacos, húngaros, checos, polacos y rusos que preferían servir en el ejército ganador. Friederich se sintió de primera en aquella legión de presos y desertores de toda Europa.

Antes de que pasara un año de su ingreso, a los 17 de edad, ya hacía el papel de teniente, lo cual le dio tablas para desempeñar el de capitán la temporada siguiente. En 1808, se apuntó en un regimiento francés de infantería, llegó a España, la cruzó desde Irún a Toledo, pasando por mitad de los cuadros de Goya y el sitio de Zaragoza; y ya lo iban a matar, cuando lo destinaron a Nápoles. Participó en la toma de Capri y la detención del papa Pío VII. Sedujo a Pauline, la hermana de Napoleón, y organizó el estreno de Fígaro en Nápoles, y el de Don Juan en Génova. ¡Los italianos no conocían a Mozart! Él mismo les cantó y puso por escrito los papeles principales y varios secundarios.

Cuando Napoleón empezó a perder, Friederich ingresó en el ejército prusiano rebajado a teniente. En Magedburgo conoció a Carnot el infinitesimal, que le sugirió dejar el ejército, y producir el papel de escritor. Friederich empezó con mesura, en 1821 fundó tres periódicos y redactó una biografía de Napoleón que incluía los planos de un submarino con el que pensaba sacar al emperador de Santa Helena. Luego se lanzó a la composición de su primer gran poema, La historia de nuestro tiempo, redactada por Carl Strahlheim, antiguo oficial del ejército imperial francés, en 30 tomos. Para distraerse de esas cuestiones pesadas, compuso La historia sagrada desde la creación del mundo hasta la destrucción de Jerusalén por Tito, en cinco entregas, y la Historia de la revolución inglesa, en tres, y la Segunda revolución francesa, en cinco. Tocó también el género ligero, y alumbró el Mapa de las maravillas universales o compendio de todos los prodigios artísticos y naturales de la esfera terrestre, en 12 tomos, que aparecieron e insistieron con valor de 1834 a 1841.

Todas las obras iban profusamente firmadas por nombres inventados, salvo lo de la destrucción de Jerusalén, ahí se distrajo, y firmó Friederich. También organizó conciertos para Bettina Brentano y Angelica Catalani, y y cantó con ellas el papel de tenor; en esos eventos, se solía llamar Conradino Allegro. En 1848, rondando los 60 años, publicó en Tubinga sus memorias en 12 entregas, tituladas Cuarenta años de la vida de un muerto. Se nombraba a sí mismo “Ferdinand Fröhlich”, “don Federigo” y “Monsieur Frédéric”, según le iba dando la ventolera. Pero admitía llamarse Adolph von Dassel y ser sólo editor de aquella autobiografía, la más vivaracha que nunca se vio en las letras góticas. El título original era “Verdad y poesía”, no por fastidiar a Goethe, sino con miras a la necesaria confusión.

Hacía unos veinte años que habían aparecido las memorias de Casanova, y alguno menos del éxito de Cartas de un difunto de Pückler-Muskau y las Memorias del diablo de Soulié. Sin duda, Friederich pensó que Cuarenta años de la vida de un muerto también sería un éxito, pero el público se distrajo con la revolución de 1848. Atacó entonces con Viajes demoníacos a todas partes del mundo, y tampoco; insistió con Otros quince años más de la vida de un muerto, y sí, un tribunal de Frankfurt lo procesó por escarnecer la religión y calumniar a varias zonas gubernamentales, instituciones y personas privadas.

Friederich alegó desde lejos que él solo editaba esas cosas escritas por autores diversos que no eran él, y que un señor le dejó esos papeles. El tribunal ordenó la recogida de la edición y de Friederich, que se escapó a Francia. Desde Le Havre todavía inquietó las imprentas con una Historia universal para la juventud y el público iletrado desde la creación hasta 1840, en cinco tomos, y un folleto lírico contra Marx.

Friederich, el actor desmesurado, murió en 1858.

El primer censo científico de sus obras se completó en 1918. Por lo visto, Jünger no llegó a enterarse de la verdadera identidad de su memorialista favorito y siempre creyó en Fröhlich.

Y, con todo, entre la actuación del escritor celosísimo de su nombre, que hace de ciclista que se mira los pedales, y la de Friederich, que dio vida y nombre a un regimiento de autores, galanes, tenores, periodistas y capitanes de infantería, sólo hay una diferencia de papel.