domingo, 11 de marzo de 2012

356. HABLAR (IV). LOS SILENCIOS




La primera vez que tuve noticia de la existencia de los silencios en las conversaciones fue en un escrito de Félix de Azúa sobre su visita a Ernst Jünger. Con la habilidad en él característica, lo debió de mencionar como algo extraordinario y así me lo pareció a mí. Pero el caso es que yo nunca lo he visto ni experimentado y apenas puedo imaginar cómo es. Y tiene narices la cosa, que no podamos imaginar el silencio. Porque evidentemente, ese tipo de silencio al que me refiero aquí no es un vacío, una nada, una falta de comunicación -tan fácil de encontrar alrededor con solo echar una mirada a algún matrimonio aburrido en la mesa de un restaurante. El silencio del que hablaba Azúa creo que tenía más que ver con el dicho de "ha pasado un ángel", aunque tampoco lo imaginé así. Lo del "paso del ángel" viene a cuento de que a alguno le sale una expresión tan profunda o poética que deja en suspenso la conversación. Pero como decir algo poético o algo profundo, las más de las veces suena a pedantería, preferimos dejarlo para la escritura, o para un verso -si nos da por eso. Bueno, pues como ya no pasan ángeles y ni se habla con hondura o en verso, los silencios en las conversaciones podrían ser sospechosos de falta de ideas o de cálculo en lo que se va a decir. De falta de espontaneidad. No lo sé muy bien, pero ahora me llegan noticias desde Alemania de que los silencios en las conversaciones son de verdad, así que prometo estar atento y saber de qué van.

Y hablando de silencios, no sé si os habréis dado cuenta pero desde hace un montón de semanas llevo escribiendo aquí todos los días. Y como escribo con la misma facilidad y despreocupación con que hablo, me estoy empezando a plantear hacer algún silencio. A ver como suena.