miércoles, 20 de abril de 2011

206. HAPPY THANK YOU MORE PLEASE * - 2010 - JOSH RADNOR

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Defectos:
- cine hecho como si fuera serie de televisión, es decir, miedo a mantener la tensión dramática con una sola historia acudiendo al collage con otras dos menores.
- el protagonista se parece en muchas tomas a Bardem, aggggg.
- los últimos tres minutos son patéticos, pero no diré por qué para no destriparlo. Dejo en cambio una pregunta que entenderéis luego ¿puede una mala canción detrozar una película aceptable?

Virtudes:
- buen casting.
- Mississipi tiene una cara de pueblo que la hace adorable.
- música majilla todo el rato, lo que hace menos entendible el final.
- agradable de ver.

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Uy qué blandito era yo hace unos años. La volvimos a ver esta Semana Santa en casa de Teresa y uff, a partir de la mitad la película empieza a ser un plastón porque el collage no tiene mayor sentido que el de ir presentando personajes supuestamente "majos" sin mayor estructura. El protagonista me pareció esta vez menos Bardem y más un joven con cara pasmao de los que tanto abundan ahora.

Voy a poner la galería de personajes para recordarlos a todos y no cometer el error de volver a verla otra vez:

El niño perdido en el metro:


La calva de ojos bonitos a la que no la quiere nadie salvo el típico funcionario con cara de tonto:



La parejita de amigos que tienen problemas de ubicación urbana (¿Los Angeles o Nueva York?) y lo arreglan con la boda, y cuya historia no tiene nada que ver con las de los demás:


Y Mississipi que lo mismo tiene gracia country que mal rollo.



Como la película no daba para mucho no me interesé por el director. Pero mira por donde que es el propio protagonista, Josh Radnor (!). Qué peligro.


viernes, 15 de abril de 2011

205. BLUE VALENTINE *** - 2010 - DEREK CIANFRANCE

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Im-presionante. El amor es lo más dulce y... lo más amargo de la vida. Ni una palabra más. Una de las películas que más nos han impresionado en los últimos tiempos.
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miércoles, 13 de abril de 2011

204. PRIMERAS SENSACIONES

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No es lo mismo leer un libro normal que un ebook. Aunque las palabras sean las mismas, las sensaciones son distintas. Vamos a dejar de momento lo de mejor o peor y vamos a quedarnos con "diferente".

Como no es fácil describir sensaciones prefiero caer en lo obvio antes que en metáforas complicadas: cuando lees un ebook lees un libro sin tener el libro. Pasas página y las letras por las que acabas de pasar la mirada, se esfuman, desaparecen. Ya te han dicho lo que te tenían que decir, y si lo coges bien, y si no, pues ya han pasado.

A la hora de comprar un ebook yo quería el de 6 pulgadas por aquello de que el tamaño se pareciera más al de un libro de bolsillo, pero como los 6 pulgadas de SONY habían desaparecido del mercado, me he tenido que conformar con el de 5 pulgadas que tiene un formato más cercano a la pequeña agenda de bolsillo. Eso significa que el efecto al que antes aludía, se acrecienta: no solo dejas de tener en la mano la página que ya has leído sino que ni siquiera tienes ante la vista la vieja página de un libro convencional. No tienes delante más que 15 o 20 líneas, es decir, unos pocos párrafos.

Se deduce de todo ello que las frases cobran más valor que las páginas, y los párrafos más presencia que el libro en su conjunto. Es decir, que la palabra recupera su esencia pasajera y efímera, su valor como palabra hablada y escuchada, su carácter de fragilidad para con nuestra memoria.

La fijación en el papel tiene que ver con la sensación de posesión de la palabra. Las palabras del libro electrónico, por tanto, vuelven a ser como mariposas que revolotean, que contemplamos brevemente, y a las que dejamos seguir volando. Nada de capturarlas y pincharlas en un papel. O todo lo más (dada la función que tiene el SONY) un subrayado que se va con el paso de página y que queda almacenado como un nuevo libro: el que se va haciendo con los propios subrayados. Es decir, otro libro de mariposas, porque cuando apagamos el ebook, también desaparecen de nuestra vista.

Directamente relacionado con esa virtualidad de la propias palabras está el problema de la orientación del lector. Mientras que con el libro de papel en la mano, la información del libro que lees o del punto donde estás es obvia, con el libro electrónico eso no pasa y al principio no dejas de mirar a ver en qué página estás, en qué capítulo, o incluso, qué libro estás leyendo. En el libro electrónico todas las páginas son iguales, todos los libros similares. Solo es el contenido el que cambia, solo los significados, solo su espíritu.

Si en los libros buscamos alimento espiritual, es indiscutible que los libros electrónicos están mucho más cerca del éter que de la cosa. O dicho de otro modo, que los libros electrónicos convierten a los libros tradicionales en cosas, reservándose para sí el prurito del libro como espíritu puro, de palabra en el aire.

No se trata de elegir. Se trata de experimentar. Y de decir, de contar. De contar con palabras como éstas que están en la pantalla de un ordenador pero que pronto voy a empezar a poner en formato de libro electrónico, de libro no cosa. Porque lo mejor de los nuevos libros electrónicos no es que nos van a poder permitir leer los libros escritos para el papel, sino palabras escritas para que desaparezcan en cuanto se lean. Como estas mismas que ahora tienes ante la vista y que se esfumarán en cuanto des un nuevo click al ratón.

Y puestos a ser coherentes responded honestamente a estas preguntas: ¿queda alguien que todavía escriba directamente sobre papel? ¿Por qué leer en papel lo que se escribe en una pantalla?
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