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martes, 13 de diciembre de 2011

273. PIAZULES Y SENDERUELAS

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Voy a ensanchar horizontes, que no sólo de periodismo, política, arquitecturas, libros, películas o viajes vive el hombre. A mi la gastronomía siempre me ha empachado mucho, y la literatura gastronómica no digamos. Pero puestos a afrontar peligros, no me voy a arredrar por tan poca cosa.

El caso es que leyendo DIAS BAJO EL CIELO me percaté de mi ignorancia en pájaros y viñedos. Que el Poti, siendo de ciudad, supiera mucho más que yo de estas cosas, siendo yo de pueblo, me cabreó bastante. Eso de conocer el tipo de uva por el color que toma la hoja en otoño me dio mucha envidia. Y en cuanto a tipos de pájaros, con lo que me gustaba cazarlos con la chimbera de niño, la cosa tenía bemoles. Después de leer su libro ya no salgo de paseo sin los prismáticos, para cotillear un poco bajo el pecho de los pájaros. Y el próximo otoño, pienso hacer un catálogo de colores de viña.

Otra cosa de la que nunca he sabido nada, es de setas. Hace muchos, muuuuuuchos años, Carlos Lloret me llevó a Lomos de Orios a coger níscalos, y desde entonces no me había agachado a por una seta. Esta foto es de entonces (el de la bolsa de níscalos es uno que llevaba mi mismo nombre) y como no podía ser de otro modo, me la haría Carlos. Ya siento no tener una foto de él en ese día glorioso para ponerla también aquí. (Un cordial saludo Carlos, si lees esto).



Pues bien, este mismo fin de semana me encontré la casa de Santa Lucía rodeada de setas y como yo iba a por olivas, pues el sábado pasé olímpicamente de ellas. El domingo, sin embargo, acertó a pasar por allí Félix Reyes y me dijo: pero Juan, ¿por qué no coges todas esas setas? ¡si están buenísimas!





Mira estas que tienen la parte inferior del paraguas completamente azulado se llaman piazules, y son un bocado exquisito. Y estas otras que lo tienen blanco pero que tienen el rabito igualmente azulado se llaman caboazul y son tan buenas o más que las otras. Y las fuimos cogiendo una a una. Y ayer las preparé con arroz blanco, tal y como me dijo mi vecino.



Estas otras que ves por todas partes... / esas son senderuelas ¿no? -dije yo, que algo ya sé, hombre. Pues cógelas cortándolas con una tijerita y límpialas quitándoles el rabito, que es bastante duro. La foto de arriba es de la cesta que cogí el domingo. Me dijo que las podía poner en una guirnalda a secar, pero una vez que probé unas pocas en revuelto el mismo domingo por la noche, y me gustaron, he cocinado todas y las he puesto a congelar para tener cuando menos tres o cuatro revueltos más en estas navidades.

No pienso dar la vara con exquisiteces de comidas, pero esto de aprender cosas tan sencillas del campo siendo ya casi viejo, me hace una ilusión enorme.

Por cierto, pasamos de coger los champiñones, porque me dijo que hay dos tipos y uno de ellos, el que se pone amarillo cuando lo tocas, es algo venenoso. Tampoco cogimos las pardillas, que eran como las piazules o caboazules pero sin azules. Por si acaso. Para un post de otro año.
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sábado, 10 de julio de 2010

162. BOBOCHORRA

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Ayer por la tarde en el Museo Würth de la Rioja se inauguró la exposición antológica del escultor canario afincado en la Rioja Félix Reyes. Recibí una invitación hace varias semanas en la que se pedía que se confirmara la asistencia, y supuse que era porque en la invitación se decía que tras la inauguración habría un "coktail".

Ignoro a cuantas personas se envió la invitación y cuantos respondieron tan cortesmente como yo, pero el caso es que se congregó muchísima gente.

La inauguración consistió en un "acto" de pequeños discursos, presentaciones, vídeos y entrevistas bastante próximos todos ellos al género de la telebasura, algo que me hirió profundamente por el aprecio que tengo al escultor, y porque sé que Félix Reyes no tiene defensas contra esa peste.

El director del Museo, Juan Ramírez Codina comenzó el acto advirtiendo entre risitas que tras los discursos y los vídeos que íbamos a ver había que visitar detenidamente la exposición y no ir directamente a tomar el canapé; y abundando en la broma, que los camareros iban a exigir un certificado de haber recorrido las cuatro zonas de la exposición para que nos lo dieran. La mayor parte de la gente que estaba en la sala, supongo que gente también sin defensas contra la telebasura y la falta de respeto, le rió la gracia.

Durante el canapé servido en el así llamado "jardín zen" situado entre el museo y la nave de almacenamiento de Würth, un espacio tan calamitoso que convierte en sensato el jardín de "Mi tío", estuvimos haciendo unas risas con unos amigos sobre el vocabulario típico riojano, y una de las palabras más celebradas fue bobochorra.

No se me ocurrió en el momento quién podría ser un bobochorra ejemplar, pero ya lo tengo.