martes, 18 de octubre de 2011

231. LOS CUENTOS DEL DINERO

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Normalmente, cuando se habla de dineros se suele pensar más en cuentas que en cuentos. Excepto en épocas de quiebras y crisis, que es cuando se descubre que el dinero es asunto que tiene más que ver con la imaginación que otra cosa.

No sé si será por eso o porque la gente ya no puede leer dos líneas juntas, ahora los economistas tratan de explicarse en cuentos, o como ahora se dice, en comics. El otro día tuve que hacer un apresurado regalo a un familiar que no lee mucho pero que es aficionado al dinero, y le compré el cuento cuya portada aquí se ve, escrito por un tal CARLOS TORRES.



Como entre la compra y la cena tenía un par de horas libres, le eché un vistazo y me hice una idea, o mejor, una mala idea: porque el pretendido cuento no era más que un amasijo de las crisis del siglo XX contado en pocas líneas y explicado por un profesor que salía en un cuarto de las viñetas. Un rollo, vaya. Pero cumplió su función como regalo porque, malo o bueno, un cuento siempre es un buen regalo.

Ahora bien, para hablar de cuentos en general lo mejor es ir a los expertos en cuentos (entiéndase, en filología, filosofía y literatura) porque cuando despachan el género menor de los cuentos del dinero, te ríes a carcajadas.

El 29 de junio de este año, festividad de San Pedro, el señor Gil Bera, experto en primeros cuentos (Gilgamesh, Homero, Biblia, etc.) se tomó un asado en Salamanca y se puso a meditar sobre los primeros creadores de los cuentos del dinero, en especial sobre su preferido, el dominico español Tomás de Mercado.



Y de resultas, le salió una entrada gloriosa en el blog que tiene en el boomerán llamada justamente REMINISCENCIAS DE UN ASADO.

Claro que, como lejos de remitir la crisis se agrava, todo esto de los cuentos del dinero parece que va para largo y hoy mismo vuelve a la carga con otra entrada magnífica sobre el señor John Law, cuyo retrato he puesto ahí arriba presidiendo esta nota. La que armó en Francia para arreglar las cuentas del derrochador Luis XIV, fue de campeonato. Como en aquellos tiempos aún no se había puesto de moda el suicidio para cuando te pillaban la trampa cuento, lógicamente lo quisieron ahorcar, pero se ve que algunos de esos pocos que hicieron dinero a costa del deseo de tantos, todavía le encontraron trabajo en Venecia, ciudad que siempre se ha llevado muy bien con los cuentos y las cuentas.

Aquí la última entrega del sabio de Narbarte: RIQUEZA IMAGINARIA.

Y una cosilla más sobre dineros y cuentos. Como resulta que estos días ando investigando sobre como mandar barato dineros a Alemania, veo las tarifas de la Western Union o el tiempo que tarda una transferencia hecha por internet y compruebo que el cuento no se acaba. Enviar 1000 euros por la vieja compañía de diligencias resulta que cuesta unos 45 euros, es decir, lo mismo que un billete de avión para una persona con una maleta de 20 kilos. Uno recuerda entonces lo arriesgado que era llevar el dinero en las diligencias y lo entiende, pero ahora que el dinero solo es un numerito que pasa de aquí para ya... ? Ah, pues no. Tampoco es eso. Porque si haces la transferencia por internet, es decir, enviando un numerito de aquí para allá, la gestión cuesta poquito (una cosa razonable, 2 o 3 euros) pero..., y aquí es donde debe de estar el cuento, ¡TARDA TRES DIAS! es decir que si yo lo mando hoy martes, allí no llega hasta el viernes.

Se ve que no salimos de Caperucita y el Lobo.
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