viernes, 21 de octubre de 2011

233. EL MONTE SINAÍ

.


Lee un libro sobre el taller de Giacometti en París, y Azúa, tentado por las vidas de santos (hagiografías creo que se llaman) y la divinidad de los artitas, le cuelga el cartel de "lugar sobrenatural". Como los gobiernos con los parques bonitos o los edificios muy viejos. Abunda un poco más Azúa en el título y se lo pone también a un monte (el Sinaí) y un templo (Delfos). Y como ni el taller ni el templo me tientan para este fin de semana, cojo el spypnic y me voy pal monte tantas veces oído.

Muy oído, sí, pero pocas veces visto. Por lo visto. Yo me había hecho a la idea de que era un monte solitario y conocido por todo el mundo, pero en cuanto saco mi mapa digital me hago un gran lío, y a pesar de lo bien que me suelo orientar, pierdo un montón de tiempo en encontrarlo.



La gente que ha estado por allí cuelga cualquier cosa en el Panoramio y lo coloca en cualquier lugar del Google Earth diciendo que es el Monte Sinaí; y si vas a la Wikipedia a ver si de una vez te dan las coordenadas, sales más mosqueado aún, porque te dicen que hay bastantes pruebas o teorías según las cuales el monte del que habla el Exodo no es el que ahora lleva el nombre de Monte Sinaí, o Monte Horeb o Jabal Musa o Monte de Moisés o como quiera que le nombren, que tiene 2.285 m.

Echando un vistazo desde el spypnic (foto de arriba) ya se ve que la zona donde está la famosa montaña de los Diez Mandamientos es en realidad un complejo macizo pedregoso con bastantes cimas de entre 2000 y 2600 metros. Lógico sería pensar que el Sinaí fuera la más alta, pero tampoco. Ese honor se lo lleva el Monte Santa Catalina con 2.629 m., situado algo más al Suroeste del auténtico Sinaí que es el he señalado con un punto amarillo.

Dando vueltas y abriendo fotos con Panoramio trato de encontrar alguna perspectiva impactante que dé la medida de su fama, pero tampoco. La zona es un pedregal tremendamente árido y todas las vistas son tan hermosas como aterradoras. Como me ha costado mucha benzina el vuelo os traigo unas fotos por si preferís mi resumen y queréis contribuir a la "sostenibilidad del planeta" no gastando más energías. Y para estar siempre orientados, he puesto en todas las fotos un puntito amarillo en la cima del Sinaí.

Empecemos con la ubicación, al sur de la península del Sinaí, según la tradicional señal de Google:



y veámoslo desde el Este, con todo el macizo del Monte Catalina detrás y a la izquierda, y el Mar Rojo al fondo de la imagen, que es de donde se supone que venía Moisés con sus gentes:



Como cruzar todo ese roquedo no parece razonable, lo lógico es pensar que la singularidad del Sinaí radica en que es el piquito de un grueso mogote de roca que se eleva sobre un valle más o menos transitable donde están ahora el pueblo de Santa Catalina, con tiendas de souvenirs para los turistas, y el monasterio ortodoxo de Santa Catalina, rodeado de altas murallas para proteger al Dios verdadero de los que no lo son.




Aprovechemos pues el vuelo y demos vueltas al famoso punto amarillo para contemplarlo desde la perspectiva divina (es decir, por donde bajó Dios):









Ahora pongámonos en la perpectiva de Moisés, huyendo en lo posible de todas esas pistas o caminos que suben casi hasta la cima y que a lo peor ya estaban trazadas en aquellos tiempos... por lo del traer y llevar a los ídolos falsos. Más arriba de la imagen de ese farallón que he puesto antes, parece que la vista del monte desde la vía normal es más o menos ésta:



... y que metidos en harina..., o si lo prefieren, en los senderos de Moisés, el panorama lo pintan tal que así:





Tal y como puede verse en esta última foto, en la cima, o sea, donde yo ponía el punto amarillo, hay una capilla donde los guías hacen el agosto y los peregrinos actuales se extasían y toman fotos de los bellísimos amaneceres o puestas de sol, que deben ser la únicas horas en que se puede sobrevivir allí arriba.



No sé vosotros, pero a mí todo esto no me parece más sobrenatural que cualquier otra montaña o cualquiera de las muchas cimas que he visto en mi vida y de las que, por lo que sé, Azúa no ha querido saber nunca mucho. De modo que lo sobrenatural, como era de esperar y ya sabíamos, es la aspiración de la literatura. O por mejor decir, de sus artistas.
.
.