Wilbur se pasa toda la película sin suicidarse del todo, y yo me pasé toda la película no durmiéndome del todo, no sea que me fuera a perder algo interesante.
No es el suicido un tema que me apasione. Siendo muy joven le dije a una chica que me gustaba mucho que estaba yo pensando en el suicidio, pero más que nada para darme importancia. A mi no me funcionó mucho pero al suicida de la película algo le ven las mujeres que se derriten. Excepto una que también es suicida fracasada, es decir, de la competencia.
Por esa parte me hubiera dormido, pero ciertos seres marginales que tienen formas de vivir que poco o nada tienen que ver con las formas de vivir normales, siempre me caen simpáticos. Ya sé que no se puede esperar de ellos gran cosa pero tienen lo justo para no dormirme.
Recuerdo que en mi ciudad había hace años una librería regentada por unos hermanos que eran poco más que borderline y que la librería, a pesar de todo, funcionaba. Con la librería de Wilbur y su hermano pasa lo mismo. No te explicas que funcione. Como tampoco me explico que funcione un país donde hay tanta gente que no hace prácticamente nada (el mío). En todos los países debe de haber gente que no hace gran cosa. En Glasgow, por ejemplo, que es donde transcurre la película. O en Dinamarca, que es el país de los que la han pensado. Es agradable saber que el mundo continúa funcionando aunque tú no hagas nada. Y que tú, además, sigues viviendo. Más que nada por si nos da por no hacer nada.
Ni siquiera por suicidarnos. O por dormirnos.