viernes, 15 de febrero de 2013

543. EL PAIS DE LA CANELA, WILLIAM OSPINA (2012)



Nada más que cuatro líneas para decir que tras el abigarrado URSUA comentado unos post atrás, la siguiente entrega de WILLIAM OSPINA sobre las conquistas de las Yndias en formato novela histórica se lee de un plumazo. No sé si porque uno ya le ha cogido el tranquillo a Ospina y pasa de sus florituras literarias o porque el impresionante viaje de Orellana por el Amazonas debió de ser tan monótono y falto de referencias paisajísticas que los encuentros tanto pacíficos como belicosos con indios y amazonas del propio viaje acaban por aburrir y echas a correr leyendo. Sea como fuere nuestro modo de leer, la famosa expedición nos la cuenta Ospina enmarcada entre una interesante puesta en escena previa (de la que saqué el post de Balboa) y una serie de capítulos mucho más ficticios y bastante menos interesantes al final, en el que el presunto narrador de la aventura se pasea por Europa antes de volver a las Américas para... embarcarse en la tercera novela de la serie (de próxima aparición y ventaaaaaaa), es decir, en la expedición de Lope de Aguirre.

Muy interesante es ver salir a Orellana de Guayaquil para unirse a la expedición de Gonzalo Pizarro al presunto país de la canela, y terrible es el episodio del genocidio de Pizarro sobre los indios que le acompañaban para vengarse de las penalidades del viaje. He buscado en la red a ver si encontraba en las crónicas de Gaspar de Carvajal el fundamento histórico de dicha matanza (punto álgido del terror español que Ospina quiere una vez más resaltar) pero no lo he encontrado, así que me gustaría que si alguien lo conoce me diera la referencia. No dudo de que Pizarro fuera un sanguinario pero me da que Ospina esta vez carga bastante las tintas, porque sin acción guerrera por medio es poco creíble que los dominicos se cruzaran de brazos y miraran para otro lado.

Maravilla la construcción del San Pedro tan cerca de los Andes, su botadura, y la navegación desde tan arriba, donde los ríos se retuercen hasta tal punto que a poco que uno mirase la brújula o el sol, lo más fácil sería perder la cabeza dando tantas revueltas y no avanzando apenas.


Otro tanto debe de suceder cuando el río se empieza a ensanchar (enseguida), de tal manera que más parece navegar uno por lagos que por río.


Y ya no digamos cuando casi se pierden de vista las orillas en la infinitud horizontal del paisaje:


Emocionante tuvo que ser el momento en que probaron que el agua era ya salada (el fenómeno de la ola del encuentro con el mar no me lo acabo de creer y parece muy tonto), pero el viaje desde la boca del Amazonas (24 de Agosto de 1542) hasta la isla de Cubagua (9 de septiembre) se va en un suspiro. No soy navegante pero emplear en todo ese recorrido sólo 16 días con aquel cascarón hecho en mitad de la selva me parece de récord del mundo.

Como no menos sorprendente es poner la desértica isla de Cubagua como punto de llegada del viaje, por muchas perlas que cogieran los indios allí. Aquí Cubagua desde el aire, con la más acogedora Isla Margarita asomando por la derecha:


Puestos por donde vendrían Orellana y los suyos, Cubagua se ve así:


Y desde luego, una vez en tierra, más que las perlas preciosas lo que asombra es el azul de las aguas:


Francisco Orellana, primo de los Pizarro y natural de Trujillo tampoco debía de ser ningún santo, pero al lado de Gonzalo Pizarro casi parece el bueno de la película.


No sé de quién será este otro dibujillo más realista en el que le pintan el ojo a la virulé que le quedó de alguna refriega anterior al viaje...


...pero en todo caso celebro que no se parezca al bueno de Javier Orellana Mallavia que tuve yo como amigo y compañero de pupitre en mis primeros años de bachillerato en Santoña, de donde..., por cierto, era el cartógrafo Juan de la Cosa, que también aparece en la novela, o mejor dicho, desaparece, porque sólo se da la noticia de su muerte y no de su mapa, el famoso portulano que se guarda en el Museo de la Marina de Madrid y que tuve la suerte de contemplar cuando hice la mili en la Cartoteca Histórica Militar. 

¡Quietoooo ...que me voy otra vez por las ramas!, y ojo porque este árbol puede tener más afluentes que el  Amazonas. Acabemos con el mapa de la contraportada del libro, ese en que la ciudad de Panamá está en la costa Norte, ayyyy y confiemos en que todos sus datos no sean así:


El Amazonas es todo un mundo, y aunque la crónica novelada del viaje de Orellana sea muy de agradecer, sobre todo porque no conozco otro relato tan ameno del mismo, creo que lo mejor del libro es ese descubrimiento del contraste entre la adaptación de indio al medio y el choque del occidental con la selva.


Supongo que habrá alguna agencia de turismo que organice y venda el viaje para ejecutivos aventureros alemanes, pero como no tengo la intención (ni el dinero) para buscarlo y comprarlo, me he puesto a hacerlo con google earth y he acabado hasta el gorro de perderme entre uno y otro río, y de aburrirme de ver siempre las mismas fotos.


Cuando vuelva Ospina con Aguirre por allí, ya haré otra crónica.