martes, 12 de febrero de 2013

537. EUGENIO TRIAS



Leí ayer que Eugenio Trías, uno de los pocos filósofos españoles, había muerto. Mi amor por la filosofía (sí,  ya sé que es una reiteración pero me gusta así) me hizo acercarme varias veces a sus trabajos pero no conseguí nunca una conexión satisfactoria, una entente cordial. Ni tan siquiera cuando la revista Archipiélago me dio la oportunidad de entrar en su casa (su sancta santorum) para hacerle una entrevista que se publicó en el número 24. Siempre dije que el encuentro real me había dejado más decepcionado que la transcripción de nuestra conversación y que al poner sus palabras por escrito empecé como a verles otro brillo. En el año 1995 escribía con un Amstrad en el que no guardaba los archivos. Para volver a ponerla aquí he tenido que mecanografiar todo el texto, y a pesar de las fatigas mecánicas, puedo asegurar que he disfrutado volviendo a dar vida a sus palabras. A las palabras de un hombre ya muerto. A la vida que tienen sus palabras.


LA FILOSOFIA Y LO PROXIMO
Entrevista a Eugenio Trías

Las entrevistas son un género frívolo y mentiroso que cambia de contexto a la palabra sin advertirlo. Así que pensé: puesto que tengo que hablar con un filósofo a lo mejor puedo convertir la entrevista en un “diálogo filosófico”. Además, me dije, nada puede haber más tonto que hacer preguntas a un filósofo, esto es, a un experto en hacerse preguntas a sí mismo. El caso es que –y ese es el motivo fundamental del presente encargo-, yo en filosofía soy un aficionado, un aprendiz, un principiante que apenas había leído antes dos páginas seguidas de Eugenio Trías y mal podía establecer un diálogo con el filósofo si no me preparaba un poco. Leí cuatro libros suyos salteados, La filosofía y su sombra, La dispersión, El artista y la ciudad y La edad del espíritu, algunos de sus artículos periodísticos y una reciente entrevista en Ajoblanco. Pero, para mi decepción, lo primero que me dijo Eugenio Trías es que aceptaba una entrevista:

Archipiélago: ¿Crees que una entrevista puede ser una buena vía para acceder a tu obra filosófica?

Eugenio Trías: Yo pienso que sí; vamos, puede serlo.

Aceptaba justo lo que yo rechazaba y ello porque, como se verá a mitad de la entrevista, Eugenio Trías no es propenso a filosofar desde el espacio de  la conversación. Vaya por dios, me dije, adiós diálogo filosófico. Claro que por mi parte, yo traía preparado un tema y una metáfora ante la que no tenía escapatoria: el tema era “lo próximo” y la metáfora, comparar su filosofía con una gran montaña a la que hay que abrir accesos ya que –argumenté-, al intentar subir a un monte lo más fácil es perderse en los senderos iniciales. A los riscos pelados e inhóspitos o a los hielos y nieves de los couloires y de las cimas se ha acceder siempre por amables caminillos del bosque. Un filósofo, como una gran montaña, tiene que tener también un terreno “próximo” y cercano a los demás mortales que pudiera ser interesante descubrir para quien quiera internarse en mayores aventuras. Así que me dejé de eufemismos y empecé con las preguntas:

Archipiélago: ¿Aspiras a confundirte en tu obra?¿Tiene tu obra vida independiente?¿Hay aspectos de tu vida que no están en tu obra de los que valga la pena hablar?

Eugenio Trías: Yo pienso que son dos líneas que siguen cada una su trazado, que se van fecundando la una a la otra pero que tienen autonomía relativa. Yo no me confundo con mi obra. Tampoco creo que mi obra sea más rica que mi vida ni viceversa. Yo tengo la impresión de que hay muchos aspectos en mi vida que no quedan reflejados en mi obra. Pienso que siendo una obra filosófica esto le da un carácter muy peculiar. Quizás no sea lo mismo en una obra poética o en una obra novelística. En cualquier caso lo que yo creo es que ambos aspectos configuran como una banda de Moebius cuyas caras se van entrecruzando, aproximando y alejando, pero que nunca se confunden. 

Archipiélago: ¿escribes diarios?

Eugenio Trías:  No. Pienso que en mi obra hay dos aspectos que también diferenciaría. Por un lado, los libros, que tienen una dinámica propia y que casi podríamos decir que unos engendran a los otros formando una especie de mundo o de universo propio; y luego, por otro lado, las intervenciones como más próximas, los artículos que van por el lado periodístico. Las conferencias estarían un poco a caballo entre los libros y los artículos. 

Archipiélago: Aún no has publicado un libro de recopilación de artículos. Incluso en el prólogo de El artista y la ciudad parece que rechazas esa idea.

Eugenio Trías: Bueno, he publicado una pequeña antología que salió en la revista Anthropos, una pequeña antología de textos, pero no, no, prácticamente no he publicado ninguna recopilación de artículos. Lo que sí he publicado son fragmentos de libros que estoy haciendo. De repente me doy cuenta de que algún fragmento de los libros se puede estructurar como un artículo. No tengo tendencia a recopilar artículos y, por otra parte, tampoco es que tenga una producción muy grande de ellos. Publico artículos, pero a veces muy distanciados en el tiempo, por ejemplo, el año pasado tan sólo publiqué tres artículos. Lo que pasa es que algunos son muy sonados… y dan lugar a mucha polémica.

Archipiélago: Bueno, el último que yo he leído, El elogio del voto útil, era una auténtica defensa de lo próximo ¿no?

Eugenio Trías: Sí, y es curioso porque en mis libros, el referente político, tanto a nivel nacional como internacional, está bastante lejano. Esto no quiere decir que no exista pero está lejano. En cambio en los artículos el componente político está muy próximo ¿Por qué? Mi padre era político. Hay algo que a medida que voy creciendo, que voy llegando a cierta edad ya provecta –el retorno de lo reprimido- va saliendo. El tema político cada vez me interesa más. Siempre me ha interesado, claro, pero la verdad es que casi se puede decir que hasta hace cuatro o cinco años lo tenía más lejos. La Guerra del Golfo fue una especie de inflexión. Ahí intervine y además de una forma bastante comprometida. En los últimos tiempos la situación política española y catalana me ha preocupado mucho y esto también me ha hecho escribir algún artículo. Lo que sí es verdad, también, es que no he sido capaz o no he encontrado la manera de organizar un espacio de reflexión en forma de libro para la Política. Así como tengo una actuación política a través de artículos, aún no he llegado a formular una Política. 

Archipiélago: Hablemos entonces de la polis en vez de la política. ¿Cuáles son tus lugares, tu casa, tu templo, tus paseos, tus fiestas? ¿Eres un artista en el sentido de hombre sin lugar o eres un lugareño?

Eugenio Trías: Yo, en la organización de mi vida cotidiana soy un lugareño, sí, un lugareño de ciudad, un auténtico habitante de ciudad y además identificado plenamente con la ciudad en la que vivo, que es Barcelona. Y de algún modo es un referente que está también presente en mi obra aunque no la cite. Pero sí es cierto que en mí la experiencia del lugar es una experiencia ciudadana y urbana. En este sentido tengo un ensayo que se llama “La Cataluña ciudad” que es una especie de apéndice de mi libro sobre Maragall. El marco barcelonés lo tengo siempre muy presente. En la reflexión de Cataluña como ciudad he puesto un punto de inflexión respecto a las concepciones nacionalistas territoriales. Yo tengo una vida muy reposada y monótona. Me encanta la monotonía y me encanta moverme en un radio de acción muy pequeño.

Archipiélago: ¿No tienes automóvil?

Eugenio Trías: Sí, tengo coche, pero he pasado muchas temporadas sin tenerlo. No lo utilizo en la ciudad, lo uso sólo para salir fuera. Yo trato de convertir siempre la ciudad en un barrio y procuro siempre moverme en unos espacios muy limitados.

Archipiélago: Pero te mueves mucho por el mundo, das muchas conferencias ¿no?

Eugenio Trías: No, no creas, yo soy una persona que limito mucho mis salidas. No tengo una actividad pública muy grande. Las procuro seleccionar mucho. Tengo, evidentemente, pero siempre de otra manera, en la medida de lo posible, muy selectiva. Además, cuando tengo que hacer un desplazamiento para dar una conferencia me gusta, en lo posible, intentar revivir lo que era el viaje en otros tiempos, o sea, un auténtico acontecimiento. Me horroriza tener una agenda muy cargada y cuando es así, lo paso muy mal. Sufro mucho. Me gusta habitar un poco el lugar al que me desplazo. Cada vez el lugar se relaciona más con la manera en la que se distribuye el tiempo y yo diría que para mí el símbolo de la infelicidad es tener una agenda en overbooking que se dice, llena y repleta de compromisos. Prefiero una agenda despejada que me permita preparar la conferencia; cada vez que doy una conferencia me gusta prepararla al máximo. No me gusta nada que haya superposiciones. El modelo de intelectual-jet me produce mucha angustia. Pero por una razón natural. No tengo que esforzarme mucho. 

Archipiélago: Todos los actuales urbanícolas tienen una referencia periurbana.

Eugenio Trías: También yo, pues tengo un pequeño refugio en el campo. En esto no soy nada original. Me parezco a muchos catalanes. Allí tengo mi contacto con la naturaleza. Es un contrapunto importante. Pero también paseo por la ciudad. No me molestan demasiado los inconvenientes que la ciudad presenta para pasear. Yo soy una persona bastante atada al paisaje barcelonés. No hay tarde que no me dé una vuelta por la Rambla y me llegue, si puedo, hasta las Ramblas, y no tengo inconveniente en convertir la ciudad en lugar de paseo. Además, Barcelona se presta más que otras porque tiene una medida humana.

Archipiélago: Pero ¿y tu templo? Porque todos los lugareños tienen que tener un lugar sagrado, un lugar de oración, y más tú que tratas de bucear filosóficamente en la religión.

Eugenio Trías: Mi máxima felicidad se realiza en una cena con amigos, con una pareja amiga, o, en fin, con próximos. Yo soy muy de vida íntima. Mi mujer y las dos o tres personas con las que solemos tener relación. La cena con amigos puede ser para mí lo más parecido al templo del espíritu. Claro, estamos en la era en la que los templos tienen ese carácter más dinámico, menos concreto. 

Archipiélago: Hombre, yo te diría, por poner un contrapunto, que para mí el templo es la lectura de filosofía.

Eugenio Trías: Bueno, es que en la idea de templo yo distingo lo que es el acto social, en el que el banquete o la comida están también dentro de la tradición religiosa, y luego, claro, eso que tú dices que tiene más que ver con la oración y que puede ser comunitaria pero que cae dentro de lo íntimo. Para mí también la lectura filosófica tiene ese carácter de oración. En lo que tiene la oración de demanda o indagación. La experiencia de la lectura supone para mí un avanzar en el conocimiento, un conocimiento que me libera. 

Archipiélago: Sigamos con los hitos del lugar ¿cuáles son tus fiestas?

Eugenio Trías: La fiesta para mí, tal como te he explicado, tiene un carácter íntimo. Yo participo de la fiesta íntima. Valoro mucho las relaciones de amistad, las relaciones próximas. Soy muy aristotélico en esto: la felicidad ligada a la amistad. Soy una persona bastante tímida y retraída socialmente. Las fiestas colectivas me gustan cuando te pierdes completamente en el anonimato pero soy poco participativo en ellas.

Archipiélago: Y tu calle ¿es importante para ti?

Eugenio Trías: Sí, sí, sí, lo son: el contexto de la vecindad, las relaciones de vecindario, los trayectos en los que suelo reincidir con frecuencia. 

Archipiélago: Cuando las personas se hacen un nombre pierden la calidad de vecinos, dice Jünger. ¿A medida que vas ganando nombre vas perdiendo calidad de vecino?

Eugenio Trías: Yo tengo muy distinguida, volviendo a lo de la banda de Moebius que decía antes, mi vida pública de mi vida personal. No digo que estén separadas, porque la una lleva a la otra y hay mil relaciones y contactos, pero las tengo muy distinguidas; lo cual hace que mi vida íntima con mi mujer, mis amistades, mis relaciones de barrio, que trato generalmente de preservar por la sencilla razón de que me comporto de una manera distinta en un caso y en otro. A ver, es un poco como le debe de ocurrir a un actor de teatro que debe hacer una distinción enorme entre su vida normal y el momento en que se pone la máscara y los coturnos. Yo sé que cuando doy una conferencia, cuando escribo un artículo, cuando tengo una actuación pública del orden que sea o cuando saco un libro, yo, a mi modo, dentro del género que me muevo, que es el filosófico, me pongo también la máscara y los coturnos porque es la única manera que tengo para transmitir lo que quiero y ejercer mi actividad, mi vocación, mi profesión, a la que además aprecio y quiero de verdad. Pero procuro que no se confunda esto con lo íntimo. A mí, la persona pública que en cierto modo ha subsumido su vida privada en el espacio público me produce una sensación muy patética. Respeto a las personas –conozco bastantes- que han llegado a fagocitar su vida pública para poner a salvo su vida privada. Yo he procurado siempre que estén distinguidas. 

Archipiélago: Pero vamos a ver, lo que uno piensa acaba luego por proyectarlo sobre lo próximo, y los cercanos tienen que notar la diferencia de comportamiento de alguien que se pasa buena parte de la vida pensando. 

Eugenio Trías: Sí, pero el registro cotidiano está más bien lleno de matices en los que el pensamiento es difícil de captar. Yo qué sé, un pequeño comentario, una ironía, una broma, mil pequeños detalles que es difícil que tengan su expresión en el escenario público. Y a la inversa también es verdad. Hay cosas que se expresan públicamente y que, bueno, carecen de cotidianeidad. A mí a veces me ha sorprendido que algunas de mis mejores páginas las he escrito con una frialdad y casi con una mentalidad de oficinista, de burócrata. Es falso eso de que uno tiene que estar en una especie de arrebato para escribir cosas buenas. A lo mejor, cuando estás más en éxtasis, lo que te sale son chorradas, y en cambio, un día, no sabes por qué, pareces una especie de burócrata y casi sin darte cuenta te salen unas páginas de una enorme inspiración. Yo pienso que son mundos que tienen autonomía, que se interfecundan porque evidentemente una obra filosófica y también una obra literaria o artística si no reflejan la vida de una persona pues mueren de inanición, pero yo ahí haría una distinción, como decían los mejores escolásticos –como Duns Scoto-, una distinción formal: son mundos que se entrecruzan pero digamos que no se llegan a fundir. 

Archipiélago: Tus amigos ¿provienen del terreno profesional y filosófico?

Eugenio Trías: No, no necesariamente. Algunos son tan arcaicos que provienen del colegio y otros por vía de mi mujer. Profesionalmente tengo algunos, evidentemente tengo una gran amistad con Rafael Argullol y con otras personas. Yo soy una persona a la que le gusta mucho la filosofía en soledad o en todo caso en una conversación casi te diré que excepcional. Normalmente tiendo poco a hablar de filosofía. Cuando eres joven se tiene más tendencia a suscitar conversaciones filosóficas y a provocar en las conversaciones un marco de reflexión que luego al llegar a casa te pones a escribir. Ahora no. Ahora tiendo más a llevar las conversaciones por terrenos de otra especie, no relacionados con la profesión; como si hubiera interiorizado mucho más mis temas y los reservara más para ese espacio que llamábamos antes espacio de la oración, de una oración un poco luterana, un poco en solitario, no muy compartida. 

Archipiélago: Y tu familia, tus próximos ¿leen tus textos filosóficos y los comentan contigo?

Eugenio Trías: Tengo un hermano, mi hermano Carlos, que me lee todo lo que hago y a quien yo también leo sus textos y novelas. Es una de las personas más próximas en ese sentido y que por tanto podemos considerar que en mi obra ha sido muy importante. Yo hago un tipo de filosofía sui generis, que no es fácil, que tiene unos accesos complicados, entonces tampoco puedes esperar unas respuestas muy inmediatas del entorno en que vives. Las respuestas a mis libros vienen de la lejanía por lo general. Pienso que todo escribir es cultivar la lejanía, relacionarte con un lejano, enviar una especie de cartas que lanzas a lo lejos.

Archipiélago: Invirtiendo el tema: ¿tienes enemigos? Y ¿son próximos o lejanos?

Eugenio Trías: Sí, hay enemigos, sí. Lejanos y cercanos. A veces no te enteras de ello o te enteras tarde. Yo diría que hay ciertos tipos de enemistad. Todo depende un poco de los niveles en que te muevas. Hay enemistades relacionadas con cuestiones estrictamente profesionales que en mi caso son de orden filosófico, donde la rivalidad no ha podido articularse en una relación de amistad y ha derivado en una relación más bien de enemistad o de distancia. Luego hay también profundos desacuerdos con las actitudes que asumo en mis intervenciones públicas de carácter político, lo que pasa es que eso es también muy variable o muy cambiante, depende de las situaciones. Pero sí, sí, hay relaciones de enemistad, por supuesto. La actitud que asumí en la Guerra del Golfo me generó una serie de dificultades muy grandes e incluso con gente bastante próxima: amistades que se truncaron, amistades que se pusieron en dificultades, algunas de ellas que se pudieron recuperar…

Archipiélago: ¿Del entorno próximo?

Eugenio Trías: No, más bien de un entorno medio pudiéramos decir.

Archipiélago: Tu libro El lenguaje del perdón ¿tiene algo que ver con lo que estamos tratando?

Eugenio Trías: Tiene mucho que ver, completamente. El lenguaje del perdón es para mí un libro muy importante, porque ahí está mi concepción de la proyección ética sobre lo público, sobre la política, de una manera muy sutil y en un espacio de laboratorio, porque yo lo que ahí hago es una interpretación de la filosofía de Hegel. Hay dos libros míos a los que les doy mucha importancia, uno que para mí es casi mi partitura íntima, que es El lenguaje de la pasión, y otro que es mi partitura de proyección sobre lo público que es El lenguaje del perdón
 
Archipiélago: ¿No es la Lógica del límite tu libro más importante?

Eugenio Trías: Como ontología, como filosofía primera sí. La edad del espíritu es un libro más maduro que recoge todo lo que he ido elaborando en la Lógica del límite, en Los límites del mundo y en otros anteriores que aquí aparecen de una manera desplegada, experimentando toda una serie de categorías de la historia de la filosofía. En ese sentido es un libro más atractivo, que entra con más facilidad porque se tratan temas muy diversos; es casi una reorganización de la historia. Para mí ha sido un libro muy importante. Lógica del límite es un libro áspero y digamos más a palo seco, que tiene más dificultad. 

Archipiélago: ¿Pero se cae uno de sus páginas como se cae uno de El Ser y el Tiempo? ¿Es para profesionales de la filosofía? Y abriendo un poco más la pregunta ¿es necesario ser profesional para leer cierta filosofía? ¿Es necesario pasar por la Universidad para acceder a la filosofía?

Eugenio Trías: Sin duda, yo diría además que la filosofía exige muchos estudios complementarios, o sea, que no se puede filosofar así como así, por afición. Todos tenemos la dimensión poética, pero la filosófica exige una elaboración muy grande. Todos podemos tener también la afición pictórica pero en filosofía no es lo mismo.

Archipiélago: Pero entonces ¿cuánto hay que leer o conocer para empezar a entender la filosofía?

Eugenio Trías: La filosofía es muy difícil, tiene una dificultad tremenda. Si se quiere hacer bien, a niveles profesionales me refiero, tienes que confrontar –porque la filosofía es en gran medida confrontación- con una serie de formas del pensamiento, de sistemas de pensamiento que no puedes esquivar. Y si los esquivas, además lo pagas. Y algunos de ellos tienen una extraordinaria dificultad. Claro, esto no lo puedes pedir al lector, pero sí lo debes exigir del creador. Un filósofo que no haya pasado por el idealismo alemán o por la filosofía de Heidegger o que no haya tenido contacto con Wittgenstein o con la misma filosofía griega de Platón, de Aristóteles, carece de referencias. Yo pienso que en la filosofía es muy importante el referente de la Historia de la Filosofía, y sin él yo diría que la filosofía pierde verdad, porque se tensa precisamente en ese tipo de confrontación. Quizás pierda espontaneidad, pero lo que pierda de espontaneidad lo gana quizás en verdad. 

Archipiélago: Pero desde fuera, sin embargo, siempre se piensa que no se llega a alcanzar la verdad que propone el filósofo porque no se tienen sus conocimientos y se mira a la filosofía como un género tan lleno de virtuosismo y acaso tan vacío por ello, como la música de virtuosos ¿Dónde hay que poner el listón?

Eugenio Trías: Yo no creo que sea un problema de virtuosismo. Creo que es un problema de que sin referencias históricas no es posible que nazca una idea con suficiente capacidad de comprensión de la realidad, de lo que es la tarea de la filosofía. 

Archipiélago: Tú escribes al final de El artista y la ciudad que hay que volver al primado del ser sobre el primado de pensar ¿Tú crees entonces que es necesaria la erudición filosófica para acercarse al ser de la cosas?¿No criticas tú mismo a las ideologías justamente porque descuidaron las cuestiones más existenciales, más básicas, la relación del hombre con su cotidianidad, con su presente, con su dolor? ¿No crees que si la filosofía es sólo pensar y crear ideas, cae en la misma estéril producción ideológica?

Eugenio Trías: No hay filosofías sencillas. Los pasos adelante en la filosofía, como en Heidegger, o en el mismo Severino, lo dan gentes que rezuman toda la historia de la filosofía. Lo contrario son pasos que no son verdaderos pasos. 

Archipiélago: Pero bueno, el paso adelante de Severino es volver a Parménides o justo antes de Parménides.

Eugenio Trías: Bueno, en filosofía los pasos a veces son así.

Archipiélago: ¿Identificas al filósofo con un creador?

Eugenio Trías: Creo imposible un auténtico creador o innovador en filosofía que no integre en cierto modo el diálogo, discusión o debate de la Historia de la Filosofía.

Archipiélago: Pero tú también dices que los filósofos siempre han dicho las cosas a medias, y que la tarea del filósofo entonces, es volverlas a decir, tratar de decir la otra mitad. Pero si lo que se trata no es de debatir con una filosofía sino con la Historia de la Filosofía, la pregunta es entonces ¿cabe en una cabeza toda la Historia de la Filosofía?

Eugenio Trías: Yo creo mucho en la dialéctica en el sentido antiguo de confrontación, de polémica y esto te obliga necesariamente a medir tus propias fuerzas con otras formas de pensamiento, y esas fuerzas de pensamiento son históricas. Esto sí que lo veo completamente inevitable. Yo no conozco ningún caso de pensador que merezca un poco la pena que nazca como una flor silvestre. Y no sólo de ahora.

Archipiélago: Pero cuando hablas de que alguien puede fundar en cualquier momento una religión ¿cómo lo encuadras?

Eugenio Trías: El caso de la religión es distinto, el campo de la religión es más complejo, es otro universo. En el último libro yo dialogo con la filosofía pero también inicio un diálogo con el ámbito de la religión. 

Archipiélago: Pero ¿por qué es otro terreno? ¿acaso porque las religiones son más capaces que las filosofías y llegan al terreno de lo cotidiano, al terreno de lo próximo? Cuando tú criticas a las ideologías por su escasa conexión con lo cotidiano yo te preguntaría ¿y no peca la filosofía de lo mismo?

Eugenio Trías: Bueno, es que yo creo que con la filosofía eso ha pasado siempre, desde el principio. La filosofía es en cierta manera, a posteriori. La filosofía siempre está anticipada por una suerte de revelación sea religiosa, poética o mística, pero digamos que la materia filosófica siempre es externa. En esto estaría bastante de acuerdo con las tradiciones posthegelianas. La filosofía tiene capacidad de dar forma a eso que se le proporciona por la vía de la religión o por otros caminos. Yo pienso que la filosofía es un producto casi conclusivo dentro de un marco cultural. Es como el acorde final. 

Archipiélago: Hay quien dice, sin embargo, que el filósofo es como ese basso ostinato que sustenta el edificio social al que sólo se le siente cuando desaparece, cuando deja de tocar. ¿Se notaría mucho si en este momento los filósofos dejasen de tocar?

Eugenio Trías: Yo no creo que haya condiciones para su desaparición. Siempre aparecerán, de otra manera, distintos de como han sido hasta ahora, pero aparecerán. Yo en esto no soy nada pesimista, porque es una necesiad, una necesidad social. La sociedad se protege y a cierto nivel la filosofía cubre una necesidad. 

Archipiélago:¿pero los medios de formación de masas -como así los denomina Agustín García Calvo- no están ya cubriendo ese espacio de creación de opinión que antes dependía de la filosofía?

Eugenio Trías: Yo no desespero de estas cosas. Yo tengo mucho sentido del humor y a mí me parece que los medios de comunicación de masas pertenecen más bien al género comedia. Y entonces hay que saber ver que hay como una especie de comedia de la vida pública para la cual los medios de comunicación de masas tienen su función. Yo aquí soy menos fundamentalista que Agustín García Calvo, y entendería las cosas más en un sentido falstaffiano, como quien dice. Los medios de comunicación de masas forman parte de la comedia de la vida pública y tienen importancia, evidentemente, pero tampoco hay que dramatizar mucho con ellos. Quizás lo importante es saberse relacionar con ellos guardando la distancia necesaria. Volviendo al tema de lo "próximo", lo malo es si asumes respecto a ellos una condición de absoluta proximidad. Esto para un filósofo es letal. Lo cual no quiere decir que haya que condenar a los medios de comunicación de masas. Hay que tomar distancias. Yo las mantengo dentro de cierta relación con ellos. Con la televisión, por ejemplo, tengo mucho cuidado, porque así como ahora hablamos bien -ya te he dicho que el género entrevista me gusta-, esta especie de necesidad que uno tiene en la televisión de hablar en un minuto a base de aforismos pues es muy traidora: o ya eres un profesional, eso que llaman un comunicador, o si no lo mejor es mantener ciertas relaciones de distancia. Si el pensador no mantiene cierta distancia con los medios de comunicación, estos te absorben completamente, te conducen a ellos y eso no es bueno. 
  
Archipiélago:: Vayamos con tu trabajo. ¿Escribes todos los días?

Eugenio Trías: No, qué va. Soy de rachas, no soy constante. Bueno, soy constante en cifras de tiempo amplias pero no soy una persona que cada día escribo a tales horas.

Archipiélago: ¿Y respecto a las lecturas? ¿Cómo seleccionas lo que lees?

Eugenio Trías: También soy de rachas. soy cuántico. Yo leo generalmente a partir de unos centros de interés entorno a los cuales voy configurando una especie de nebulosa que poco a poco va cobrando cuerpo y que es un entramado de lecturas. Cuando tengo un centro bien localizado la selección se me produce de una manera bastante automática. El problema está más bien en los tiempos entre libros, como el de ahora, en el que no tengo un centro de interés muy marcado. Entonces voy un poco errático. Generalmente es cuando vivo la resaca de un libro. Y como el último, La edad del espíritu, me ha llevado mucho trabajo y mucho tiempo, pues la resaca todavía la estoy viviendo. 

Archipiélago: Y a medida que la obra avanza ¿no empieza a sobrepasarte? ¿no excede con mucho tu propia capacidad de memoria?

Eugienio Trías: Sí, sí. Yo antes de escribir intento hacer una cierta inspección, si no de toda mi obra por lo menos de una parte de ella, porque la memoria se desgasta y resulta que aprendo de mi propia obra. Por ejemplo, a fin de mes tengo que dar una conferencia sobre el análisis que hice en Lo bello y lo siniestro sobre la película Vértigo. Me has pescado releyendo mi propio ensayo sobre Lo bello y lo siniestro, del que quizá hace seis o siete años que no sabía nada. No siempre es muy grato releerte pero a veces también te da ideas que has desarrollado pero que no están presentes. 

Archipiélago: El libro te sirve entonces para centrar lecturas y también para iniciar una aventura del pensamiento como tú a menudo escribes. Ahora bien, antes han mencionado que también para ti el libro es una especie de carta. Desde otra óptica también te habrás planteado que es un producto, pero en tu caso parece que, libro tras libro, estás construyendo un tejido que no sé muy bien si tú lo ves como un patchwork o como algo más trabado. Lo cierto es que suele decirse de ti que al menos intentas algo abandonado por todo el pensamiento que es la sistematización.

Eugenio Trías: Lo cierto es que a mí todo esto se me organiza de una manera natural, como la araña con su tela. En ese sentido funciono por instinto, y seguramente porque no sabes hacer otra cosa. Yo soy muy instintivo, para bien y para mal. Entonces es el inconsciente el que me va eligiendo. Yo me encuentro de repente metido en una trama que al final descubro que es un tema que me interesa y que tengo que descubrir. El elemento consciente existe, por supuesto, pero siempre va a remolque de mi instinto; eso que decía que la filosofía va siempre a posteriori. Hay siempre como una especie de cosa previa, como una revelación religiosa que te es dada y que no sabes muy bien de dónde viene, de tu inconsciente o de donde sea y que te va guiando. 

Archipiélago: ¿Esa manera de organizarte procede de alguno de tus maestros o de la ausencia de los mismos?

Eugenio Trías: No, no tengo muchos maestros. Si los tengo están a cierta distancia. No son próximos. Ni siquiera he tenido maestros reales. En un momento dado me impactaron mucho los franceses, estos pobres que ahora se están muriendo de manera terrible, Deleuze, Foucautlt, Althusser. Sus primeros libros me influyeron de una manera determinante, pero quizá incluso por la ausencia misma de maestros que hubiera aquí en España. Yo he sido bastante autodidacta. Además no he conocido a ninguno de ellos porque entre que soy tímido y no me gusta mucho el trato con las personas públicas pues no he tenido apenas trato con otros filósofos. Siempre a través de libros. A Foucault y Deleuze llegué a leerlos con cierta voracidad. Pero siempre a una distancia. Y en esa misma línea te mencionaría maestros más lejanos como Heidegger o Wittgenstein. Pero a la hora de la verdad el oficio lo desempeño de una manera muy personal, de una manera bastante poco comparable con otros filósofos. 

Archipiélago: Tú dices: filósofo es todo hombre. Tú tienes con la filosofía una relación profesional. ahora bien ¿cómo ves la filosofía en los demás? ¿qué consejo darías a quien pretende desarrollar esa capacidad que tú les atribuyes?

Eugenio Trías: Yo les diría que no le tuvieran miedo, que no muerde. Bueno, no, sí muerde. Y tanto que muerde. Todo lo que tiene interés muerde. Si no mordiera, no tendría ningún interés. Pero yo diría que hay que vencer el miedo. La filosofía, como la mayoría de las cosas buenas, es difícil, pero también le añadimos más dificultad con nuestro miedo. Yo estoy convencido de que muchas personas podrían tener acceso a la filosofía sencillamente si encontraran el camino. Es verdad que a veces nosotros no facilitamos las cosas. Y también es verdad que muchas veces la gente es muy impaciente y desea resultados rápidos con el mínimo esfuerzo. La filosofía, como todas las cosas que valen necesita un poco de trabajo y sobre todo paciencia. Sobre todo de paciencia. Los tiempos quizá no sean muy propicios para la paciencia. Pero la gente no es tonta y sabe discriminar. Sabe distinguir lo que es filosofía de lo que es menos, como ocurre también en poesía o en la novela. 

Archipiélago: Cerremos hablando de la filosofía y lo próximo con la pregunta por la técnica: el teléfono, la televisión, el automóvil, o los progresos de la ciencia se interponen a la par entre el hombre y el pensamiento y entre el hombre y el lugar ¿Cómo ves esta cuestión?

Eugenio Trías: Pero todo esto está muy bien. Yo estoy muy a favor de la técnica. Dando vueltas al tema yo creo que el propio Heidegger hace muy bien en ser en esto un poco ambiguo. Lo que hay que hacer es pensar la técnica, o sea, que la técnica, de algún modo, se abra al pensamiento. Pero la técnica, en principio, como dice él, es una manera de revelación o de desocultación, propia, específica, que no es igual que otras y que tiene unas características muy peculiares, pero que está muy bien. El problema es como te colocas con respecto a la técnica sabiendo que la técnica es como una segunda naturaleza y que tiene esa manera de funcionar. Heidegger la describe admirablemente y el problema es cómo te sitúas con respecto a esto y si esto te abre a una posibilidad de pensamiento. Porque te puede cerrar, claro que la técnica te puede cerrar, pero también te puede abrir. El teléfono que nos interrumpe esta conversación y rompe nuestra proximidad te crea otros espacios posibles, y el coche también. Hay una manera peligrosa en relación con la técnica que es la de quedar completamente a expensas de la técnica. 

Archipiélago: Pero ¿qué pasaría si ahora hubiera un apagón televisivo en el país?

Eugenio Trías: Pues un problema de orden público, sí. Como pasó con las amenazas de falta de gasolina en la Guerra del Golfo. Pero esto es un problema de nuestra posición respecto a la técnica, no de la técnica en sí. Yo pienso que es bueno reflexionarlo pero tampoco sacarlo de medida. Yo me reafirmo en un humanismo radical en el sentido de que el hombre por definición transciende. La idea de la técnica esclavizando al hombre no se me aviene con el tipo de realidad que observo. Pueden darse situaciones peligrosas y concretas pero en principio yo creo que el hombre trasciende. Frente al mundo de la técnica en el estadio de la fábrica y de la figura del trabajador, el nuevo desarrollo de la misma nos devuelve a escenarios más próximos y resulta liberadora. El no tener que estar disciplinado a una organización fabril es liberador. Lo público en el sentido fabril es un horror. La plaza mientras tanto no se pierde. Se puede llegar a tener un manejo del tiempo diferente y a un cambio de papeles sociales, sexuales y lo que tú quieras. En ese sentido yo no soy nada pesimista. El tipo de organización de la vida característico de la épica del trabajador de Jünger me parece de espanto; y que eso se haya hundido me parece una cosa maravillosa. Heidegger es todavía demasiado dependiente de un modelo de técnica que es la técnica de ese mundo del trabajador que ha desaparecido y el pensamiento de la técnica hoy tendría que matizarse mucho. Yo no sé hasta qué punto los análisis de Heidegger serían adecuados. Pienso que no son adecuados. Sin quitarles valor yo creo que hemos dado un paso más en relación a la pregunta por la técnica de Heidegger. Hoy para pensar la técnica habría que hacerlo en otros términos aunque no sé muy bien cuáles.

Archipiélago: Entre lo cotidiano y lo profesional, entro lo inmediato y la filosofía, acaso quepa hablar de las aficiones. Cuéntanos, para terminar, si tienes alguna afición.

Eugenio Trías: La mayor, la más importante es la música. Y la lectura sobre música. Y desde siempre, desde la adolescencia, desde los doce años. Yo soy un músico frustrado. Aprendí un poco el piano, conozco lo suficiente como para poder seguir una partitura y tengo también unos conocimientos mínimos para poder orientarme en el mundo musical, pero me hubiera gustado de verdad ser compositor o creador en el campo de la música y no lo he llegado a ser. Pero en cualquier caso el entorno musical en mi vida es completamente fundamental. Vivo en él y organizo mi vida también en función de algún foco musical, generalmente un músico. Tengo temporadas en las que de pronto hay un músico que me interesa y entonces organizo mis ocios en gran medida en audiciones de música. Por ejemplo, el año pasado, no te sé decir por qué, pues era Schumann, o ahora, recientemente, Tschaikowsky, es igual. Esto forma parte de mi vida y además a unos niveles radicales. La música no me ha fallado. En Drama e identidad  hice una aproximación al tema musical bastante importante. Casi no tengo otra. No sé, también me encanta la novela policíaca. Bueno, otra afición importante, lo que pasa es que es intermitente, son los viajes, soy un gran amante del viaje. Y he hecho viajes de estos que me han marcado, un viaje que hice por Brasil hace bastantes años, o un viaje que hice por Rusia en el transiberiano, o un viaje por la India. Además, claro está, se relacionan con cosas que me interesan a nivel de pensamiento; el viaje por la India, por ejemplo, tuvo una cierta importancia en concreto en el libro La edad del espíritu. El artista y la ciudad es un libro que nace de una sucesión de viajes por Italia. En los viajes, además, soy muy solitario. Me gusta viajar haciendo mis propios itinerarios. A veces, incluso, rehuyo posibles contactos en los lugares a los que viajo...

Hemos hablado de las ásperas cimas y de los paseos diarios; de las zonas intermedias y de sus posibles extravíos; de tus libros y de tus referencias. Ojalá que todo ello le sirva a alguien como guía entre lo próximo y la filosofía, entre tu mundo y tu filosofía. 

Juan Diez del Corral / Eugenio Trías. 21 de noviembre de 1995