miércoles, 16 de enero de 2013

521. WOODSTOCK 1969



Aunque acabamos de ver la película de Michael Wadleigh (1970), no se trata en ese caso de dar estrellas *** sPyP porque la palabra WOODSTOCK, el icono WOODSTOCK, el sueño WOODSTOCK está por encima de cualquier valoración. Lo que apetece en realidad es coger el sPyPnic, encender sus cohetes e ir para allá.... Venga juan, no seas perezoso, arranca y vámonos. Pues sí, ale. Montad.

Bien, mientras caliento los motores os cuento que el festival de Woodstock no se celebró en Woodstock. En Woodstock vivía Dylan, y ni a Dylan ni a sus vecinos les gustaban mucho los hippies, así que el promotor del festival, ese jovenzuelo tan tranquilo montado en una moto llamado MICHEL LANG...


... consiguió al fin una explanada ideal en una granja del pueblo de Bethel en el mismo estado de Nueva York. En un par de nanosegundos estamos allí con el sPypPnic y miramos hacia abajo:


El estado de New York es esa especie de embudo cuyas aguas descienden por el río Hudson hasta llegar a la propiamente New York City, y que por arriba llega hasta el lago Ontario y Canadá entre Pennsilvania por el Suroeste, y Conneticut, Massachusetts y Vermont  por el Este. Bien, pues un poco más al Oeste del Hudson y de Woodstock, perdido entre la marea verde de colinas y lagos, encontramos a Bethel:


Yendo desde New York City por carretera sólo es cuestión de seguir la 86, ningún problema, y salir hacia el Oeste a la altura de Monticello. Y desde allí, por la State Route 17B, en 10km estamos en Bethel.


Pero con el sPyPnic no vamos a sufrir los atascos que hubo allí los días del festival de Woodstock, y en otro nanosegundo avistamos la gran campa verde de la granja donde se montó todo el tinglado:


Sí, hay mucho verde pero es muy fácil encontrarlo: justo debajo de ese otro laguito llamado Filippini Pond. Nos acercamos un poco más y preferimos quedarnos en el aire antes que ver esas horrendas construcciones que han hecho en la parte alta (Sur) de la campa para un museo del festival, un auditorio y unos gigantescos parkings al otro lado de la carretera.


El camino en diagonal que corta el prado antes de llegar al Filippini Pond fue el lugar elegido para el escenario. Las trazas del recinto que lo separó de la multitud aún siguen ahí. Nos acercamos ahora con el sPyPnic hasta ese camino, giramos 180 grados y nos colocamos en la misma posición que el helicóptero que sacó la foto que he puesto arriba y que vuelvo a poner debajo para poder comparar y entrar en ambiente:



¿Cuatrocientos mil? ¿Medio millón? Dicen que otro medio millón de aspirantes a estar ahí no pudieron llegar hasta la campa. No había sPyPnic entonces. Sólo helicópteros para los cantantes, y gracias, porque con el atasco de todas las carreteras y caminos de alrededor, no hubieran podido llegar por tierra.

Fue la mayor misa desorganizada que la juventud hizo nunca para reivindicarse a sí misma. La Iglesia Católica que sabe mucho más de misas que la juventud, copiaría el modelo veinte años después con un papa polaco. Tuve la desdicha de verlo con mis propios ojos en el verano del 2002 en Cracovia (no sé si lo he contado en algún otro blog..., pero si no ya lo contaré otro día en éste).

Con un escenario por altar y la música por alimento espiritual, los jóvenes de toda norteamérica acudieron a celebrar de un modo espontáneo algo que se venía fraguando desde hace años y que, como todo el mundo sabe, desbordó a los organizadores, multiplicó por diez todas las previsiones y aún así, salió bien, porque en el ánimo de todos los que fueron estaba que saliera bien. Y si salió bien fue porque aquello no fue un concierto, ni un meeting político. Fue una misa. Una misa de una nueva religión que casi nadie recogió en unos textos sagrados y que por lo tanto ha ido cayendo en el olvido.

El origen de esos ritos multitudinarios al aire libre con la música como oficiante parece estar no muy lejos. En Rhode Island, ese pequeño estado metido con calzador entre Conneticut y Massachusetts cuyo eje  es otro de esos grandiosos escenarios marítimos que tiene la costa americana, está la ciudad de NEWPORT donde se empezaron a celebrar festivales de música jazz al aire libre a partir de 1954. Ya que estamos tan cerca, sin bajarnos del sPyPnic nos vamos a Newport:


Bajamos un poco más y nos metemos en la bahía:


El conglomerado urbano de Newport queda a la derecha. Justo a su izquierda vemos una punta de tierra en cuyo vértice está el Fuerte Adams. Nos acercamos y lo vemos mejor.



La ubicación del comienzo del festival de jazz de Newport no fue exactamente ahí sino en unas campas del Casino, pero como la historia que cuento aquí poco o nada tiene que ver con el jazz (que por aquellos tiempos vivía la crisis de las Big Bands y su transformación en algo mucho más abstracto y elitista), a lo que voy es que en algún momento acabó viniendo aquí, y que en 1959 le salió un hermano mucho menos abstracto y elitista, un hermano mucho más popular y político, un festival de música folk, que efectivamente se ubicó en esta punta de tierra.


Los progres Pete Seeger y Joan Baez estuvieron abonados a él desde la primera edición, y en cuanto apadrinaron a Bob Dylan, aquí que se lo trajeron. Pero cuando a Dylan se le ocurrió aparecer con una guitarra eléctrica en el verano de 1965..., de todos los lectores del sPyPnic es sabida la bronca que le cayó encima. Aquella era otra religión, digo yo. Y Dylan, de ninguna.

Entre tanto, los niños nacidos después de la Guerra iban creciendo y la idea de que les llevaran a hacer otra guerra en Vietnam les empezaba a tocar mucho las narices. En California había profesores de filosofía con corbata que salían a la calle a protestar con los alumnos, y poetas que escribían que el mundo no podría seguir yendo por la misma carretera. Pero filosofía o poesía aparte, la música seguía evolucionando a velocidades vertiginosas y empezaba a ser el nuevo maná de la juventud (mezclado no pocas veces con marihuana y LSD).


De ahí que en 1967, al líder de los Mama´s and de Papa´s, John Phillips se le ocurriese montar otro tipo de misa con músicas más variopintas en la pequeña ciudad californiana de Monterey y hasta componer una canción himno que se la dio a cantar a un hombre que vivió toda su vida de ella (dicho sea de paso y como homenaje, Scott Mckenzie murió el año pasado / 2012). Contra mi costumbre de poner youtubes aquí (porque pronto te los quitan) vamos a oír aquel himno mientras cogemos el sPypnic y nos vamos a Monterey.



Sí, yo también he vivido muchos años pensando que el famoso festival del VERANO DEL AMOR se celebró en la ciudad de México así llamada, pero ese es un defecto de nuestra tradicional educación superficial y consecuencia de nuestra vieja penuria informativa, ahora definitivamente solucionada.  No, el Monterey Pop Festival de 1967 se celebró en esta pequeña ciudad costera un poco más al sur de San Francisco que ya vemos desde las ventanillas de nuestro cohete:


Vamos bajando y le ponemos directamente al GPS Monterey County Fairground, porque el lugar donde se celebró no tiene pérdida (el típico recinto para las ferias del condado de toda ciudad americana):


Ya veis por el puntito rojo que el escenario no es nada marítimo esta vez (que el Pacífico no siempre es pacífico).


Por encima de una gran campa verde, ahora dedicada al golf, vemos un recinto cerrado no muy grande, donde se celebró el famoso festival.


Un par de fotos de Panoramio nos lo muestra "plugged" y "unplugged", es decir, preparado para un evento o sin preparar.



Siendo para hippies y para que entrase más gente, uno se imagina que en el famoso festival lo dejarían unplugged, pero de eso nada, que los californianos son muy fisnos. Todos en sus sillas.


Me ahorro contaros los numeritos de Pete Townsed y de Jimi Hendrix rompiendo o quemando sus guitarras y os recomiendo que entre los videos colgados en youtube, además de estremeceros con la suma sacerdotisa Janis Joplin, escuchéis la interpretación de The Sounds of Silence de Simon & Garfunkel porque es escalofriante. Está en un pack de veintitantos vídeos. Yo os pongo uno que quitarán pronto pero aún así, ahí va:



Aparte de las sillas y del recinto tan cerradito para el concierto donde no cabían más que 7.000 personas (nada que ver por tanto con lo que luego fue Woodstock) los promotores tuvieron la jran idea de cobrar una entrada de a dolar por acceder a los alrededores, y allí es donde se les ve a los hippies como a los antiguos indios antes de ser bautizados, es decir a las puertas de la iglesia sin poder entrar a misa.


Con todos estos antecedentes, es evidente que todo estaba preparado para la gran ceremonia de Woodstock. Un acontecimiento, Woodstock, con miles de réplicas posteriores (como un terremoto) pero sin parangón posible, porque aquello no fue un festival de música, digo, sino un pico en la historia. Los jóvenes se podían unir y demostrar al mundo que saliéndose de los márgenes del sistema se podía ser mucho mucho mejor persona. Y a tenor del ejemplo de Woodstock se podría también decir que con esas mejores personas se podría construir otra sociedad.

La película de Michael Wadleigh sobre el festival está centrada en la música pero lo mejor de ella no es la música, que la podemos ver toda en youtube, sino la gente, y como reflejo de la gente, miles de imágenes y algunas de las entrevistas.


Las declaraciones de estos dos chicos, por ejemplo, son todo un manifiesto que aún sigue vivo. La música no es lo que ha congregado a toda esta gente aquí, dice el muchacho. No, no tenemos que estar enamorados ni pensar en el futuro para tener sexo y vivir en armonía, dice la chica.

El jefe de policía de la zona debería tener un monumento allí mismo por sus declaraciones:



Pero el héroe sPyPnic de Woodstock es sin duda el dueño de la granja, MAX YAGUR, que poco antes de que saliera Hendrix a cerrar el festival subió al escenario para decir unas palabras, y aunque empezó con que él era granjero y no sabía hablar a más de veinte personas juntas, soltó un pequeño discurso que ni el presidente de los Estados Unidos. Miradle la mano derecha. ¿Herida de guerra? ¿Accidente con alguna de las máquinas de la granja? Tanto da. Un héroe.


En uno de los documentales rodado en el 2009 sobre la historia del festival y de la película, Michel Lang, le recuerda como un hombre honesto, un hombre sencillo, seguramente muy conservador, y sobre todo, la viva reencarnación del hombre que cree en el sueño americano.

Woodstock fue una realidad para unos cuantos, pero para otros, entre los que me encuentro, no fue más que un gran sueño. Un sueño maravilloso al que, como colofón, se le podrían poner las últimas palabras del pequeño gran discurso de Max Yagur. Unas palabras que al oirlas en aquel ambiente casi me hacen saltar las lágrimas de emoción: