martes, 1 de marzo de 2016

818. VOLAR - 2016 - HENRY D. THOREAU



Suelo encontrarme con Poti (José Ignacio Foronda) por la calle e intercambiar unas cuantas frases sobre nuestros últimos descubrimientos musicales o sobre cómo nos va la vida; y si la hora es propicia, alargamos un poco el encuentro tomando un café. Poti es de las pocas personas de esta ciudad que es verdaderamente amable conmigo, un tipo con el que no me tengo que poner en guardia y que tampoco lo hace él cuando me ve. Nos contamos de vez en cuando lo poco que hacemos o sabemos, y quedamos hasta el siguiente encuentro casual. Hace unas semanas, o unos meses quizás, me contó que andaba preparando un libro sobre Thoreau y los pájaros. Una historia muy bonita, me contó, que nació de la elogiosa reseña que un profesor de Ética en San Sebastián le había hecho de DIAS BAJO EL CIELO, su libro de paseos en Tudelilla comentado aquí en el spyp 259. Agradecido por ello, Poti se puso en contacto con Antonio Casado da Rocha, que así se llama el profesor; éste le propuso el proyecto de hacer un libro con una selección de párrafos de Thoreau sobre pájaros; Pepitas de Calabaza, o sea, Julián La Calle (héroe spyp como uds ya saben) apoyó el proyecto; y el sábado 20 de febrero del 2016 lo presentaron en el Café Bretón. Yo tenía anotada en mi agenda esa fecha desde hacía mucho tiempo, y esperaba con tanta ilusión ese día que creía que el Café Bretón iba a estar lleno a rebosar para recibir el libro de Poti. Pero si quitamos la gran mesa de familiares y otras cuatro o cinco de personajes que van a este tipo de cosas como por obligación cultural, bien se podría decir que el Poti y su amigo estuvieron más solos que Thoreau en su cabaña de Walden. Se ve que tengo un ojo de águila para las cosas estas del éxito. O que la gente de Logroño es así... Pero bueno, sigamos. La presentación fue muy hermosa. Poti empezó un poco envarado con el chiste de que estaba previsto que Thoreau asistiera a la presentación pero que no había podido llegar y que empezarían sin él. Ahora bien, pasado ese mal trago del arranque, todo fue sobre ruedas. Con el auxilio de una televisión en la que ponían las láminas de los pájaros de Thoreau (que no están en el libro), Poti y el profesor Casado se fueron pasando la palabra del uno al otro diciendo cosas muy bonitas y nada cursis, lo que cada vez es más difícil cuando de elegías y poesía se trata. Por ejemplo, Poti contó que la primera traductora de Thoreau al castellano fue nada menos que nuestra paisana María de la O Lejarraga, con lo que Thoreau parece que tiene alguna querencia con La Rioja; y Casado dijo que más que los pájaros, a él le interesaban las personas que se interesan por los pájaros. No sé por qué, en ese momento me dio por pensar que los pájaros son más fugaces aún que las flores, porque apenas se dejan ver, y cuando alguna vez te pones a escuchar su canto, levantan su vuelo y te dejan con las ganas. Cuando leí DIAS BAJO EL CIELO pensé que debería poner mayor atención en los pájaros, pero sigo sin cumplir el propósito. Abstraído en mis pensamientos, de repente me fijé en un pájaro que estaba apoyado en la mampara de cristal que divide las dos zonas de estar de la parte alta del café y le hice una foto.


Colo Cortés, el dueño del Café Bretón, lugar donde se hacen todas las presentaciones de libros de Julián y de otros certámenes literarios locales, es un tipo curioso al que llevo viendo durante toda mi vida en esta ciudad y con el que no creo haber cruzado una palabra. Escuchando los textos de Thoreau que Poti y Casado iban entresacando del libro a modo de ejemplos, me di cuenta de que estaba pasando un momento delicioso y pensé que en buena parte se lo debía a él. Cuando yo empecé a trabajar como profesor en la Escuela de Artes y Oficios, Colo era el conserje de la Industrial, o sea, del piso de abajo. Qué personaje tan interesante, pensé. Qué cambio dio a su vida. Y que orientación le dio a su negocio ¿no? Luego ha sido por siempre el dueño del café Bretón, con un cambio de local que a punto estuvo de quebrar su industria, y que dejé reflejado en una crónica del LHD (Cafe Bretón, viernes 6 de octubre del 2006).


De vuelta a casa toca ahora leer a Thoreau, un personaje que, a diferencia de Whitman, por poner un ejemplo cercano, nunca me había despertado especial simpatía. Fíjense que la primera vez que escuché la palabra Walden fue cuando llamaron así a esta masa de viviendas hecha en una vieja cementera cercana a  Barcelona con proyecto del arquitecto Ricardo Bofill.


Ahora, cuando veo la reproducción de la cabaña de Thoreau junto al lago de Walden lo primero que pienso es que las autoridades urbanísticas nunca te darían licencia para construirla. ¿Está usted loco?


Ya sabéis que lo de la cabaña es un tema que me fascina. No sé si recordáis que por un blog u otro he dejado varias de huellas de ello. Si clicláis en la etiqueta "cabaña" de este blog vais directos a mi comentario sobre TODAS LAS MAÑANAS DE MUNDO, y en edificios LHD he escrito sobre la cabaña de Julio Villar, la de Heidegger o en la que me gustaría pasar siempre las navidades. Pero también me fascinan los lagos aunque a ellos les he dedicado menos líneas:


Fue un tarde, hace muchos años, en Bañolas, cuando al acercarme al borde de su lago sentí en toda su profundidad la suerte de poder vivir junto a una lámina de agua tranquila. No hizo mala elección Thoreau para instalar su cabaña y poder bañarse en el lago Walden cada mañana.

Con todo eso de la vuelta a la naturaleza (?), la desobediencia civil y el movimiento de los indignados, dicen que Thoreau está muy de moda. Pero a mí, la prosa de Walden se me hace un poco indigesta y sus frases célebres me suenan con los ecos huecos de toda esa patulea mediática televisiva del podemismo asambleario y cultureta.

He leído unos cuantos de los párrafos seleccionados por Poti y Casado y suenan mejor que Walden. Me suenan a DIAS BAJO EL CIELO, o a la dicción tan amable del profesor de Etica de San Sebastián que tanto agradó a Rosalía (aunque..., bueno..., he curioseado en su blog y veo que tiene al podemita  Jorge Riechmann como santo de su devoción (!!!), y hasta me da que en muchos de sus posts busca en la poesía -ojalá me equivoque- más pose que Verdad). Esto último me desconcierta un poco, pero bueno, en cualquier caso iré leyendo los fragmentos de VOLAR bajo la influencia del buen rato de su presentación. Y a ver si con ello me fijo un poco más en los pájaros. Aunque sean de los sin plumas. O de los sin pluma.