martes, 1 de marzo de 2016

811. COTO A LA INMEDIATEZ



Siempre he tenido aversión al teléfono. Bueno, al teléfono no, que sólo es un invento inerte. A lo que le tenía manía era a la falsa inmediatez que produce. Me llaman, contesto, y de repente parece que estamos juntos, conectados; pero yo tenía la cabeza en otro sitio y la llamada, en principio, no ha hecho sino importunarme.


Para ponerme en contacto con alguien querido que está muy lejos, yo siempre he preferido las cartas. Al ponerme a escribir abro un tiempo en mi vida y se lo dedico al destinatario, quien a su vez, interrumpe cuando quiere sus quehaceres para leer mi carta y, acaso, contestarme.


La llegada del mail electrónico ha puesto en riesgo esas tranquilas secuencias del tiempo entre los corresponsales porque el envío y la recepción inmediata pone en apuros al receptor, que se ve impelido a contestar en el acto: algo así como si el mail fuera una llamada telefónica. 


Para disipar cualquier duda en el imperio de la inmediatez llegó el whatsapp y tras su primera fase de puesta en funcionamiento, apareció la indicación de haberlo recibido y abierto, lo que te deja completamente desarmado frente al emisor. 



Con la escritura pública pasó otro tanto. En el principio,creó Dios el libro, y vio que era bueno. Pero los escritores siempre nos impacientábamos mucho por la cantidad de tiempo que mediaba entre  nuestra escritura, la edición y los lectores, e inventamos el periódico. 

  
Claro que, no siempre el director del periódico publicaba nuestro artículo al día siguiente de haberlo escrito, o mucho peor, a veces no lo publicaba. 



Para solucionar eso se inventó el blog. Y todos creímos que era bueno. Muy bueno. Pero...¿bueno de verdad? 

Mmmm. Más que bueno era inmediato, como el teléfono, claro que... ¿no habíamos quedado en que el teléfono era abominable?

Aunque mucho de lo que escribas públicamente sea únicamente para ti mismo, siempre te queda  el gusanillo de que alguien te responda. Siempre esperas algún tipo de respuesta. Y como las más de las veces esa respuesta tarda, la escritura de edición inmediata se convierte en una desesperante y continua experiencia de espera. 

Bueno, pues en esas estaba yo, inquieto y desasosegado, preguntándome: ¿cómo compensar ese permanente estado de espera? 

Muy fácil, pensé: poniendo coto a la inmediatez de la edición. Escribiendo ahora y editando cuando sea. Por ejemplo, a fin de mes. 

Y eso he empezado a hacer con todos mis blogs. No sé si habré acertado pero de momento, me siento mucho mejor. Por lo menos ya no tengo prisa por escribir.