martes, 10 de enero de 2012

295. LOS MÁRMOLES DE ELGIN



Sabéis que desde hace unos cuantos años estoy por llevaros a Grecia, pero ni la ocasión acaba de presentarse ni el panorama de aquel país parece despejarse. Grecia fue el destino de mi primer gran viaje por el Mediterráneo cuando no había cumplido aún los veinte y no quisiera morirme sin llevaros allí. 



Pero mira por donde que abro hoy la carta del tío Félix y recibo la grata noticia de que Grecia no está en Grecia sino en Londres, lugar mucho más civilizado y accesible, y del que guardo un buen montón de fotos.




 ¿Os acordáis de cuando estuvimos en el Museo Egipcio de El Cairo y ante el caos que vivimos yo gritaba ¡que vuelvan los ingleses!? Pues con el caso de Grecia lo que hay que gritar al mundo y a todos esos progres de pacotilla es que no vuelvan para allá los Mármoles de Elgin, que están mucho mejor en Londres.



Para presentar la última traducción del Archipiélago de Hölderlin al castellano (recordad con orgullo que una de las primeras la hizo el tío Luis), el abuelo Azúa inventa un cuento de turistas y éxitos de audiencia, de griegos y egipcios, que no está nada mal, pero que no pasa de ser un cuento de abuelete -como eso otro de que los mármoles de Elgin sean la obra de arte suprema de la humanidad, ja ja ja.  Azúa, ya sabéis, es un sabio, pero también es un cuentista, es decir, un tipo que le echa mucho cuento a lo que cuenta para ganar nuestra atención. Y.... ah, ahora que me acuerdo...,  también es periodista, ah ah ah....




Fijaros cómo adorna el cuento, que para referirse a los frisos, metopas y otras esculturas de la Acrópolis traídas al Brithish Museum por el tal Elgin, usa el nombre del traficante en vez del origen de las piezas y hasta me ha embaucado a presentaros así estas fotos.
  



¿Qué buscaba yo con mi cámara entre los restos de cuerpos mutilados de los mármoles dichosos en aquella mi última visita de junio del 2004 a la que ahora os llevo? Pues no lo sé muy bien. 




Yo nunca he entendido mucho de escultura y esta cabeza de caballo de uno de los ángulos del frontón del partenón ante la que Tusquets se mesaba los cabellos, no me produjo mayor emoción. Me parece hasta calavérica. Viendo la siguiente foto, supongo que andaba yo buscando la semejanza entre los pliegues del vestido de las participantes en la procesión y las estrías de las columnas del templo donde estaban puestas:




Y de ahí que le hiciera otra foto a la cariátide original del templo de al lado, es decir, el Erecteion.




Pero también me debí de sorprender del jugueteo del escultor con la ropa cuando me fijé en esta otra figura que exhibe todos los pliegues de la túnica en la zona central mientra que la deja lisa sobre las piernas.




Estática o dinámica, carne o mármol, vestidas o desnudas, la escultura (como la pintura) no deja de ser un capricho, un arte decorativo de la arquitectura, y de ahí que uno pasee siempre la mirada por ellas como distraído y sin darles mayor importancia. 




Buscando más imágenes en la red de los mármoles en disputa hoy me he detenido ante este maremagnun de patas de caballo:




Es como una de esas arquitectura caóticas de los últimos tiempos, verdad? 

En aquella  visita mi mirada arquitectónica se fue, cómo no, a la reciente estructura de cubrición del patio de Norman Foster, que me parece que empobrece mucho los espacios entre los cuerpos oblongos y la biblioteca circular, y  que desluce las posibles texturas de las fachadas de piedra con las sombras de la malla  de la cubrición (no recuerdo como era antes esta zona, pero seguro que mejor).




Para acabar, eché un vistazo de curioso al espacio interior de la biblioteca central. La decoración tan refitolera del techo se mezclaba estrepitosamente con la estructura de Foster, ayyyyy. 




Perdón, perdón, que esto no es Cascotes y habíamos venido a ver esculturas. Os dejo que sigáis solas, busquéis las figuras que os parezcan más simpáticas y hagáis vuestras propias fotos. Y os propongo que dejemos la crítica o la épica para otra ocasión.