miércoles, 13 de marzo de 2013

561. ON CLAVE



Ya que hace unos días salía Dios en este blog a colación de la Pasión según San Juan de Bach, y que el acontecimiento más tenido en cuenta por los Periódicos durante estas semanas es el CONCLAVE para elegir nuevo Papa, hoy me ha venido una inspiración divina (o quizás demoníaca), y a la pregunta de qué hay detrás de estas sensacionales imágenes con que nos regala la prensa estos días, sólo encuentro una respuesta (que me condene al infierno si me equivoco): fabulosas cantidades de dinero.


Por supuesto que hay una gran dosis de tradición e historia de eso que en el mejor de los casos podríamos llamar la espiritualidad de occidente, pero el núcleo de todo este extraordinario entramado del espectáculo no puede ser otro que el dinero.

Nadie lo va a contar (y por eso me importa un rábano todo lo que vomiten los periódicos y la televisión), pero la única información que me gustaría saber a propósito del cónclave es la cantidad de dinero que tiene la Iglesia Católica. Y dónde lo tiene. Hombre, lo mayor (los activos), seguro que pasan por Suiza, y que los recursos de la fabulosa Industria del Turismo que moviliza no entran en cuentas. También es de suponer que el valor de su patrimonio artístico es incalculable aunque en su mayor parte pertenezca al aparato de su propaganda y al pasivo de la Industria Turística adjunta. Pero en lo que sí se podría hacer algo de luz, aparte de en los activos, es en la cantidad de patrimonio inmobiliario que la iglesia posee tras siglos de donaciones privadas y de la austeridad de la clase sacerdotal. Porque lo que está claro es que los curas y obispos no se lo gastan en fiestas con señoritas ni en chalets de lujo. 

El capitalismo se fundamenta en un principio que respeto como sagrado, el de la propiedad privada, y en otro principio que de sagrado me parece que tiene muy poco: el de la herencia o donación en muerte. Que un tío se haga rico por su trabajo o por sus méritos me parece natural (de derecho natural, vaya), pero que los vagos y mentecatos hijos de ese individuo sean ricos de por vida porque lo fue su padre, me parece una injusticia social de cajón. Y que cuando los ricos no hayan tenido herederos y se hayan querido comprar un rinconcito en el cielo, esas riquezas acumuladas en vida pasen (hayan ido pasando) a la Iglesia, me sigue resultando de una  inmoralidad aplastante. 

Ese Consejo de Administración tan bien uniformado por la moda de los ritos barrocos, se ha reunido para elegir Presidente porque, según parece, el anterior Papa se había cansado o ya no tenía fuerza para mandangas y ha decidido dedicar sus últimos años a esa Teología que tanto le gusta en vez de a las Finanzas. 

Mi inspiración divina insiste en decirme que ya no es Dios el que sostiene a la Iglesia de Occidente, sino la fabulosa cantidad de Dinero que tiene debajo. Y que la única manera de hacer Justicia en el mundo y de que volviera Dios por aquí es que acabáramos de una vez por todas con el derecho hereditario y las donaciones en muerte.