La vimos en los cines Golem de Logroño el 7 de septiembre de 1998 y anoté haber revivido las sensaciones que me producía el cine cuando lo gozaba en las tardes de los domingos de mi colegio de Santoña con once o doce años. Podría decir por tanto, que convierte al cine en un entretenimiento para niños, que no es poco elogio. Digo yo que la similitud de sensaciones tendría que ver con las películas de piratas, islas desiertas, robinsones, etc, pero como el núcleo de la SEIS DIAS Y SIETE NOCHES es una historia de amor asimétrica (maduro con jovencita) la cosa cambia. Hacer pasatiempos infantiles con las relaciones personales ya no merece mi elogio. Al contrario, creo que cuando se piensa en las relaciones de pareja desde esos parámetros se está haciendo mucho mal a la gente. Porque la gente absorbe estas historias como esponjas. Y el amor es una cosa mucho más seria, carajo.
Cuestiones fundamentales al margen, lo más divertido de la película está, sin duda, en el casting, especialmente en el tipo que hace de novio tonto de Anne Heche, David Schwimmer. Todo un crack.
Y lo mejor de esta historia, el arte del director IVAN REITMAN (padre por cierto de de Josan Reitman / de casta el viene al galgo...)
en convertir, una vez más, una película de Harrison Ford en una película de actriz. Y encima, de una actriz feuchilla que a primera vista no dice nada. No he seguido la carrera de Anne Heche pero en un blog de un fan suyo he encontrado la opinión de que nunca ha brillado más que en la película de Reitman. Desde luego que le tomó algunos planos antológicos en los que el brillo de sus ojos llegaba hasta las butacas del cine.
Y hablando de cines. Junto a la nota en que apuntaba estas impresiones añadí también que aquellas cajas pintadas de negro y aquella forma en la que nos sacaban de la sala, como escupidos por las puertas de emergencia directamente a la calle, me habían hecho sentir aquella noche más como mercancía que como persona.
Los autores nos tratan como niños y los dueños de los cines como mercancías. Y luego dicen que los internautas hemos matado al cine. Serán memos...