Este es un blog sobre la Política y el Periodismo, esos dos trastornos de la conducta que a fuerza de ir quitando el sentido a las palabras ya casi han conseguido que nadie sepa lo que significa nada. Pero hoy he ido a oír la conferencia de un arquitecto y he salido convencido de que los arquitectos están bastante más trastornados que los políticos y los periodistas.
El señor de la foto, arquitecto pamplonés llamado Antonio Vaíllo, que construye cosas tan siniestras como esta en su ciudad...
... se ha pasado media conferencia diciéndoles a los arquitectos de la mía que él no hace edificios sino que diseña estrategias o construye atmósferas.
Yo recordaba que las estrategias eran cosas de la guerra o del deporte, pero se ve que ahora sirve para todo. Especialmente (y ese debe de ser mi último argumento sensato antes de perder la cordura) para vender cualquier cosa a los políticos y periodistas, que son los que pagan y aplauden estos chismes. Yo cerraba los ojos, le escuchaba hablar, y lo mismo me podía estar vendiendo una colonia o una campaña para ganar las siguientes elecciones. Reconocía los tics verbales de uno de los grandes profesores del diletantismo en la arquitectura, el famoso arquitecto navarro Rafael Moneo, pero el sermón sonaba igual que el de un político autonómico sobre la crisis.
Esto, por ejemplo, es una casa. Ale.
Y esta, otra. Hombre, esta parece más un castillo, que es lo que le gusta a la gente:
Esto es un restaurante (no chino, a pesar de la imagen de palillos).
Aquí un vertedero de basuras, ala.
Yo mérito no les quito, porque en estos tiempos en que la mayoría de los arquitectos de este país andan pensando en abrirse un bar, estos tíos construyen como si la crisis no fuera con ellos (como tampoco parece que vaya con políticos y periodistas). Y hasta van a hacer iglesias también (que de juegos de significados atmosféricos siempre han entendido mucho los obispos). Este que vemos aquí es el modelo. Han explicado que por un lado es casa:
y por el otro, es Dios. Casa de Dios. Lo cogen ¿no?
Pero lo grave del asunto no es lo suyo, sino lo del público, que no entiende nada de lo que oye ni de lo que pasa (excepto lo de casa y dios, que eso lo coge hasta el arzobispo de Pamplona Paco Pérez, viejo amigo de este blog) y que aplauden mucho cuando el arquitecto conferenciante acaba de hablar. Digo yo que como si estuvieran de público en un programa de telecinco o en un funeral de esos en que se aplaude al muerto. Y eso que eran arquitectos, gente con muchos estudios, y antaño, prestigio social.