viernes, 14 de mayo de 2010

129. CUESTION DE GUIAS

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Desde hace unos pocos años, algunos viajamos con Google Earth. Pero desde la más remota antigüedad se ha viajado con la literatura. Un trabajo muy interesante podría ser unir lo uno con lo otro pero para eso hace falta tiempo y me temo que en este fin de semana de mayo estaremos todos muy atareados. Calatayud y Gomara con Gil Bera y Marcial por un lado y Calatayud y Gomara con Google Earth. Ahí queda para cuando lo tengamos (el tiempo).

De todos modos el párrafo central sobre la "súbita inmersión de un autor en el desconocimiento por orden gubernamental..." y toda la segunda parte del relato es perfectamente extrapolable fuera de Bilbilis y del tiempo de Felipe II, ja ja ja.

Os recuerdo que el primer post de esta segunda temporada del sPyP trataba también sobre CALATAYUD. Y que antes de estos relatos y de google earth estuvimos allí con la cámara de fotos analógica (pocas fotos)y poco tiempo. Habrá que volver allí y, por supuesto, quitar el polvo a su Historia de las Indias.


CUESTIÓN DE ETIQUETA

En el poema de la alta Bilbilis, Marcial cita seis diferentes aguas que acariciarán el ánimo y templarán el cuerpo de Liciniano, estresado por las servidumbres romanas. Una de las corrientes baja de la “sagrada quebrada de Vadaverón”, y su efecto restaurador es llamativo, porque el río Jalón, retirado de la vida social y dedicado a gargantear con el mayor recogimiento después de ceñir Bilbilis, se vuelve otra vez padreador de amables valles, en cuanto recibe su agua.

La quebrada está en Beratón, el pueblo más alto de Soria, y corre entre los 1.400 y los 1.800 metros de altura, por la cara sureste del Moncayo, la que mira a Bilbilis. Es un insuperable circo pétreo que parece la frontera de otro mundo y hace de divisoria de aguas y tribus. No extraña que fuera sagrada en tiempo de Marcial. Al este, en la vertiente mediterránea, nace el Isuela, que va en busca del Jalón. Al oeste, en la vertiente atlántica, suceden prodigios. Nace el río Araviana, que rinde corriente al Duero. Pero una parte de su caudal, después de correr hacia el Atlántico, se filtra bajo el macizo del Moncayo, lo atraviesa de sur a norte, y forma la insurgencia del Queiles, que va al Ebro. La fuente del río Araviana, que en Beratón se conoce con el poético nombre de Diluvial, envía sus aguas al Atlántico y al Mediterráneo.

Los geólogos del siglo pasado dilucidaban la ruta invisible de una corriente subterránea mediante tintes delatores. En cambio, la súbita inmersión de un autor en el desconocimiento por orden gubernamental, nos deja ante el agujero negro formado por la recogida de sus papeles y remite a la sensación eterna y vulgar de no ser nada, si la autoridad no lo permite.

En Gómara, el horizonte tiene veleidades convexas y las aguas todavía parecen dudar entre ir al Atlántico o al Mediterráneo. Del viejo castillo sólo queda una encía gastada. Hijo de este lugar era López de Gómara, cronista severo y narrador extraordinario. En 1562 una cédula de Felipe II ordenó al corregidor de Soria recoger los papeles del escritor, ya difunto, en su casa de Gómara, “junto a la ciudad de Soria”. Era la culminación de un persecución oficial que empezó en 1553, cuando se prohibió imprimir, vender, poseer y leer la Historia general de las Indias, que tuvo un año escaso de legalidad en España, pero fue la obra más leída y traducida de su siglo en Europa, y una de las más frecuentadas por Montaigne y los ilustrados de la época. Consta que la prohibición se notificó a una docena de libreros de Sevilla, lo que da idea de lo abundoso del gremio. Ahora, ¿qué hizo López de Gómara para pasar de cronista oficial de Carlos V y autor exitoso, a escritor prohibido y borrado, que pasó sus últimos años en arresto domiciliario? Fue una cuestión de etiqueta. El motivo fue haber criticado en sus Anales del Emperador Carlos V la instauración de la etiqueta borgoñona en detrimento de la castellana, “que por sola su antigüedad se debía guardar”. Eso sucedió en 1548, cuando el príncipe Felipe puso palacio en Valladolid. Felipe II nunca olvidó la crítica, y emitió hasta tres cédulas —la primera, cuando todavía era príncipe— ordenando la recogida de los libros y papeles de López de Gómara, y su desaparición oficial.

Uno de los comensales del restaurante de Gómara es conductor de coche fúnebre, y pregunta por la ruta de una aldea y el paradero del difunto que tiene que recoger. Pronto se hace mesa corrida y conversación general. La comida jovial y los difuntos tienen alguna conexión que quizá se podría seguir con tinte delator.