jueves, 6 de mayo de 2010

122. GILA

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Estos días todo el mundo anda citando aquel chiste (o relato chistoso) de Gila contando su impresión de Grecia: qué pena, chico, allí todo está roto y tirado por el suelo.

La cuna de Europa parece que esta vez juega el papel de enterrador de Europa. O por lo menos de ese sueño de unidad europea en torno a una moneda fuerte, un mercado comunitario, libertad de fronteras, etc.

Se dice de España que también salvó a Europa al devolver al moro a la morería seis siglos ha, pero tampoco anda fina ahora en ese su papel y parece que está presta a ir por la senda de Grecia.

A pesar del carácter poco serio de los italianos, la "bota" parece que se resiste a la ruina, y se agradece: porque siempre ha sido una tentación el poner la línea de Africa en los Pirineos, Alpes y Balcanes.

Lo primero que decía Enmanuel Severino en sus ensayos filosófico políticos de hace cuarenta años es que no veía claro si Italia se enganchaba a los de arriba o se caía con los de abajo. Vuelven las dudas de entonces. Y lo que es peor: en nuestro caso mejor no mirarnos en el mundo que habla nuestra lengua porque da pánico.

Estando en Washington DC hace unos años se me ocurrió pensar que el español de los inmigrantes mexicanos les debería sonar a los norteamericanos como el árabe a nosotros. Un idioma despreciable. Las lenguas tienen mucho que ver con los imperios.

¿Quién da un dracma por el griego?