miércoles, 19 de septiembre de 2012

446. TELEPOLITICA



Cualquiera que sepa quien es Aristóteles, tiene a la "política" por una rama de la filosofía, o en general, del pensamiento. Todo aquella búsqueda de argumentos, todos los desarrollos lógicos o razonamientos que tengan que ver con el gobierno de la polis (luego de "lo público") podríamos considerarlos como "política".

Cierto que las religiones, más dadas a la fe que a las razones, echaron durante siglos un manto de oscuridad a la poca luz que nuestras razones podrían alumbrar en torno al gobierno de lo público (bueno, echaron no/ no hay más que mirar lo que pasa actualmente en el mundo árabe para desdecirse de usar el verbo en pasado), y que después de las religiones vinieron las ideologías (más dadas a la fe en ciertas "ideas" que al ejercicio del razonamiento) y también empañaron el asunto, pero a mediados del siglo XX apareció un invento tecnológico, la televisión, que ha derivado la política en otra dirección.

La facilidad con la que los gobernantes podían comunicarse con la ciudadanía o debatir entre sí, hizo pensar que la televisión podría ser cosa buena para la política, pero dado que los razonamientos (lastrados aún por tantos siglos de religiones e ideologías) suelen ir mucho más despacio que las demandas del invento, las televisiones han convertido la política en un juego permanente de posicionamientos espejo de lo que comúnmente se denomina "telebasura".

No es mía la idea, sino que me la sugirió mi amigo José Angel este verano: "habrás observado, Juan, cómo en los programas de la telebasura se educa a la gente para que tome posición mucho antes de razonar. Es decir, para guiarse por sus gustos, apetencias, sentimientos, semejanzas, etc, en vez de observar, pensar y debatir. Y aunque parece que debaten, en realidad, solo gritan en defensa de su posición tomada previamente".

Me han venido al recuerdo estas palabras porque tras la reciente dimisión de Esperanza Aguirre me he entretenido en leer los comentarios de la gente, y me ha desalentado ver que entre el odio más furibundo y la admiración más incondicional, no había apenas nada intermedio, nada de razones, nada de política.

En una de las primeras entradas de este blog ...inicialmente dedicado al periodismo y la política..., ya apunté, y casualmente con la misma protagonista, que los políticos no son ajenos a la conversión de la política en telepolítica, pues además de que las televisiones son suyas y son ellos los que sostienen los presupuestos de la telebasura, me temo que hoy en día, para ser político, la condición imprescindible no es estudiar política y razonar sobre política sino querer salir en la tele, para que, a la vista de su gracia torera la gente se posicione, bien a favor o en contra.