Para cuando quisimos darnos cuenta de su existencia, ya se había ido. Quienes no vivimos en la actualidad, vemos las noticias de los periódicos como si vinieran de muy lejos y no les hacemos caso hasta que pasa un tiempo. Sabía que esta inglesa cantaba como una negra, se cardaba el pelo como una drag queen y que el exitazo mundial que había logrado con tan pocos años le había precipitado cuesta abajo con igual rapidez. Antes de que hubiera puesto atención a sus discos, ya había muerto. Con tan sólo veintisiete años.
Me pongo ahora a ello y veo que sólo grabó un par de discos, Frank (2003) y Back to Black (2006). Os pongo FRANK en DP. Canta de muerte, suena bien, pero estos discos de canciones de los virtuosos de la voz por lo general no me emocionan. No comparto la gloria ni la ruina que puede causar una música así. Es jazz o soul pasado por el tecno, o sea, modernizado en el sonido pero poco más.
La música es una actividad muy peligrosa. Me imagino que en Grecia la habrán incluido entre las profesiones de riesgo para jubilarse anticipadamente. Aunque no sé si habrán puesto como límite de edad los 30 años. Ni con esas hubiera llegado Amy.