jueves, 26 de octubre de 2017

893. MI AÑO MURAKAMI



Puede que a lo largo de mi vida haya concentrado la lectura de las obras de un solo autor en el corto periodo de unos cuantos meses pero nunca se me había ocurrido asociar los dígitos de un año de mi vida al nombre de un escritor. Cuando son buenos, los escritores me suelen seguir acompañando a lo largo de los años. Con Murakami, sin embargo, creo que eso no sucederá. Murakami ha aparecido en mi vida en el 2017 y no creo que siga mucho más.


Todo fue porque allá por el mes de marzo de este mismo año 2017 se me ocurrió que podía organizar un viaje a Japón para arquitectos en el mes de septiembre y me puse a estudiar arquitectura japonesa, literatura japonesa, historia de Japón y cine japonés; y con todo ello acabé redactando unos veinte o treinta posts para el LHD (ver etiquetas viaje a Japón o sólo Japón) y alguno en este mismo blog (etiqueta Japón) o en su hijo el sPyPcin (etiqueta Cine Japonés). Cuando hacia finales de mayo desistí en la empresa, caí en la cuenta de que no había prestado atención al autor japonés seguramente más famoso en occidente durante las últimas décadas: Haruki Murakami. Eché un vistazo a ver que había de él en la primera librería que me salió al paso y me traje para casa De qué hablo cuando hablo de correr (2007), y el más reciente De qué hablo cuando hablo de escribir (2017).


Con el primero de ellos tenía una clara justificación para comprarlo y leerlo: yo también he sido corredor de fondo aficionado y tengo unos cuantos libros sobre la materia y ninguno bueno (en este mismo blog pueden verse dos reseñas en el 411 y 412). Yo esperaba que un escritor consagrado como Murakami le sacara chispas al asunto del correr por correr, pero me encontré con un libro tan soso y pesado como los demás. Un libro sin gracia, sin humor, un libro bastante aburrido (como todas esas historias que nos solemos contar unos corredores a otros). Lo más interesante quizás era la conexión de su afición a correr con su oficio de escritor. Pero tampoco sus confesiones personales en De qué hablo cuando hablo sobre escribir me dieron una pista de que Murakami pudiera ser un escritor interesante. Es como una auto entrevista excesivamente larga y pesada o un manual de consejos para quien quisiera hacerse escritor. Lo único que me hizo sonreír de todo el libro fue su petulancia de tener lectoras muy guapas. (¡Cielos! pienso ahora... ¿habrá lectoras muy guapas y desconocidas que abran el SPYP? / por favor, ¡digánmelo! / ...así tendré algo que ver con Murakami jjjj que no sea el correr)


Como en su faceta de ensayista no me había convencido y miedo me daba meterme en un novelón que tuviera que abandonar en la página cincuenta, me compré la colección de relatos cortos Hombres sin mujeres, que además es su obra de ficción más reciente (2015), y ya en el primer relato me quedé impresionado: qué bueno, qué bueno, qué bueno. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo. Qué forma tan ágil de contar y qué apuntes más interesantes sobre la universal guerra de sexos. Alguna reseña que leí por internet decía que los mejores relatos eran los últimos del libro, o sea, los que menos me gustaron, pero ya importaba poco. Me acababa de enganchar al Murakami narrador.


Espoleado por el premio a Escucha la canción del viento, (1979), circunstancia que le indujo a dedicarse a la escritura, fui a comprarlo y me lo encontré "pegado" a su segunda novela Pinball 1973 (de 1980). No estaba mal que le hubieran dado un premio por aquel primer relato, porque apuntaba maneras, pero lo que no pude entender es cómo dejó todo para dedicarse a la escritura y creó una segunda historia completamente infumable. Por mis anotaciones y subrayados veo que Pinball 1973 la dejé hacia el capítulo 14 de 25, lo que no dice mucho de mi paciencia.


Llegados a ese punto bien podría haberme olvidado de Murakami y haberme dedicado a actividades más placenteras o productivas pero con el verano en ciernes me habían entrado muchas ganas de leer y me compré uno de sus grandes novelones a ver si por ahí la cosa iba mejor. Y ya lo creó que fue mejor. Crónica del Pájaro que da Cuerda al Mundo (2001) tiene un arranque electrizante y unas historias intermedias que te devuelven el amor perdido por la novela. Cuando se lo pasé de inmediato a mi hija Teresa (gran lectora), me comentó que había sido para ella como volver a la infancia, es decir, a disfrutar de la lectura a lo grande. Como una niña. La última parte es un poco más confusa, y es que de tanto tirar de la imaginación al final se le enreda un poco, pero se le perdona sin mayor problema. Qué días tan gratos pasamos en mi familia leyendo unos y otros, antes o después esta gran novela. La del pozo, la de Kumiko, la mujer que se va, la del cuñado político, ja ja ja, qué tipo, la de un protagonista que es un alter ego de Murakami, la de las hermanas Kanoo, la de la vecina adolescente, la de la terrible historia del teniente Mamiya y la guerra de Manchuria con mongoles, chinos y una desollación (!). Tremenda novela. Preñada, abigarrada, brutal, inconmensurable.


Tras un paréntesis de actividades deportivas, volví con miedo a la librería a ver qué podía seguir leyendo de Murakami porque los excesos de imaginación de la segunda parte de la Crónica me habían dejado un poco aturdido y de Kafka en la orilla (2002) decían los cronistas que era una novela aún más visionaria o imaginativa que la que ya había leído. Entré en ella con precaución, pero poco a poco me fue atrapando y cuando la acabé experimenté lo que no había sentido con la Crónica: que Kafka en la Orilla es una novela redonda, una novela perfecta, una gran novela hasta el final, llena de misterio y llena de belleza. Una obra de arte universal. Recomendable cien por cien.


Como todos los comentaristas repiten el mantra de que Murakami es el menos japonés de los escritores japoneses (el más universal digo yo) y aún tenía metido yo en la cabeza la necesidad de estudiar Japón para un posible viaje, me compré El Japón de Murakami (2012) del japonesista español Carlos Rubio, libro del que no puedo decir otra cosa que es un tostón, es decir, un libro de referencias más cercano a los textos que se pueden encontrar en una de esas insufribles guías para turistas, que no a explicar cómo ha sido posible que haya salido de Japón un tipo tan interesante a nivel mundial. Y que conste que lo leí entero. Como curiosidad les cuento que en el glosario de palabras japonesas que viene al final tengo anotado que no aparece la palabra "geisha" (!!!)


Después de hacer un precioso viaje interior por España en el que no pude leer mucho, me compré La Caza del Carnero Salvaje (1982) y lo leí en la última semana de vacaciones, a ratos en la playa y a ratos viendo los atardeceres sobre las Islas Medes. Agunas veces, recién acabado un libro dejo alguna anotación en su última página: "L'Estartit, 1 de septiembre del 2017. Prometedor comienzo sobre las relaciones de pareja que pronto se esfuma a otras historias. Divertida prosa irónica en el tramo central de la novela. Lo del carnero es una rayada pero los paisaje de Hokkaido, el frío y la nieve, salvan la parte final de la historia. Fue la primera "gran novela" de Murakami. Ahora, una más". Estupendo entretenimiento para unos tranquilos días de playa. Vaya.


De regreso al trabajo (?), o a septiembre, me lancé a por Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol (2003), porque las dudas sobre el gran tema del amor en el tiempo me parecieron el gran tema de Murakami. Y no me decepcionó. Al poco de empezar el relato ya estaba yo enamorado de la protagonista. Como en las grandes películas de "diosas spypnic". Entre el adolescente de Kafka en la Orilla y el hombre de mediana edad de esta novela está el núcleo de Murakami. Para rematar su obra le falta una gran novela sobre la madurez. Pero cuando se llega a viejo y se entiende la vejez (y el amor en la vejez) ya no se tienen las mismas fuerzas que en la edad mediana. Digo yo. Pero bueno, aún Murakami nos podría dar alguna grata sorpresa. Y no precisamente la de recibir el ansiado Nobel.


A falta de una novela sobre la madurez (y ya no digamos vejez), me entró curiosidad por leer la novela que más fama le había dado a este hombre, la obra que llevada al cine había merecido un cero pelotero en mi calificación del spypcin: Tokyo Blues (1987). Algunos de los reseñistas que hablaban mal de la película argumentaban que era porque no transmitía la riqueza de la novela. ¿Riqueza de la novela? Madre de dios. De haber empezado a leer Murakami por este truño me hubiera perdido tardes y tardes de deliciosa lectura. !Qué cosa tan mala! ¿Es de vergüenza ajena! ¿Y este tío es aspirante al Nobel? ¿De verdad que es el mismo Haruki Murakami de las otras novelas que he leído? ¡Necesito poner en orden cronológico sus obras! No puede ser que haya tanta diferencia entre unas y otras. Algo raro le ha pasado a este hombre. La he acabado por pura cabezonería. Pero no se la recomendaría a nadie en el mundo. Es una basura!!! Logroño, 6 de octubre del 2017.



Tengo ahora junto al sillón de lectura Baila, baila, baila (1988). La compré a la par que la del Carnero y la ha estado leyendo mi mujer mientras tanto, contándome que algunos escenarios o elementos del Carnero aparecen también en ella. He leído de momento uno o dos capítulos con la atención perdida y ya se me han olvidado. Tendría que empezarla desde el principio y no tengo muchas ganas. Sólo de pensar que es de un año después de Tokyo Blues pierdo el interés. Quizás el próximo verano...