jueves, 12 de mayo de 2016

842. DERECHAS E IZQUIERDAS



Cuando Podemos se presentó como nuevo grupo organizado en el panorama político español lo hizo diciendo que no eran de derechas ni de izquierdas y que atrás quedaba ese discurso rancio que resumidamente venía a decir que la derechas son las fuerzas conservadoras, liberales y capitalistas mientras que las izquierdas serían las progresistas e igualitarias, cuando no directamente comunistas.


Las formas de gobernar de las derechas e izquierdas en España ya habían producido no pocas veces cierta confusión simbólica cuando gobiernos socialistas tomaban decisiones políticas que ni los gobiernos de derecha se hubieran atrevido a llevar a cabo, y viceversa. Traer un nuevo mensaje a la desgastada simbología política fue cuando menos ilusionante, pero en muy poco tiempo se ha visto la incapacidad por fundar un nuevo discurso, o directamente, que se trataba de una burda mentira. Podemos llama ahora directamente a aglutinar a la izquierda para ganar y gobernar, es decir, para ser lo que yo siempre he pensado que es "la derecha": la mano que manda, la mano que decide e impone, la mano firme, la mano fuerte.


Al hecho de hacer bien la política, o de ser buen político, se le ha atribuido en el lenguaje popular la virtud de "tener mano izquierda".  La mano débil es la que busca dar explicaciones, la mano que templa, la mano que sujeta a la derecha refrenando sus impulsos e ímpetus más violentos. La izquierda representaría en esta forma de entender la simbología ambidiestra, el deseo de razonar y de entenderse, la actitud de evitar el ordeno y mando de la derecha, la opción de templar gaitas y de no dar golpes ni llamar a rebato.

Más que un gobierno fuerte, capitalista o socialista, lo que España necesita es crear un nuevo discurso político en el que "derecha" signifique claramente mandar (tanto da si al modo capitalista como al comunista); e "izquierda" quiera decir de una vez por todas, criticar abierta y razonadamente al que manda y velar porque ese espacio para la crítica  no se merme ni un ápice.