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Coincidimos codo a codo en los urinarios durante el descanso de su actuación de ayer en el Bar Central de Madrid, y aprovechando lo íntimo de la ocasión y sin presentación previa le pregunté si el Javier Krahe que posteó en los primeros tiempos del blog de Azúa había sido efectivamente él. Lejos de sorprenderse o de preguntarse por la pregunta me dijo sencillamente que él no había sido y que hasta el propio Azúa llegó a pensar que fue él. Me dijo que había comprado el libro del blog que luego publicó Herralde (ABIERTO A TODAS HORAS) y que se había extrañado de verse en los agradecimientos por los comentarios, pero no dio demasiada importancia al asunto. Cosas de internet. Por otra parte, me dijo, tengo un primo mayor que también se llama Javier Krahe y que tiene un hijo homónimo, pero no creo que ellos se metan en esas cosas.
Ya fuera de los aseos y mientras me invitaba a fumar uno de sus puritos le expliqué que la historia tenía un interés personal, y es que una de las veces que entré en el blog para criticar el pertinaz anonimato de los comentaristas y me vi insultado por ellos, el tal Krahe salió en mi defensa, lo que me llenó de orgullo. Mira por donde que el orgullo era falso y el apoyo, el de un impostor.
Dicen los entusiastas del personaje que Javier Krahe es un hombre que va cantando verdades, pero a mí me parece más bien un encantador de serpientes, un tipo feliz que va a su bola y que pasa indemne por encima de los escorpiones. Un bardo que vive en un tiempo en que ya no hay bardos. Un buen cómico que controla perfectamente a su público, y un buen letrista de los temas que mayormente interesan a la gente, es decir, el sexo y el sexo. La mayor de las verdades que le he oído decir en las entrevistas colgadas en internet que he leído después del concierto es que él no se considera un poeta, sino un letrista. Enseñar eso a los periodistas y a los televidentes ya tiene su mérito.
Pero ahora los bardos ya están en internet, y en cómodos fascículos youtube de 10 minutos. Me alegra haber visto antes el directo que los videos por aquello de que antes se les veía así. Cambia la emoción del momento, que es mucho mayor en una tarde de sábado en Madrid que delante de una pantalla, pero el mensaje y las risas son iguales en un medio u otro.
Eso sí, mientras en estos años en que la inteligencia se ha refugiado en internet y algunos de sus colegas como el Sabina o el Wyoming se han hundido en la miseria de sus declaraciones o programas de las televisiones-basura socialistas, Krahe, cantando por los bares y pequeñas salas de provincias, parece seguir intacto.
No sé muy bien cuál será el secreto de su arte pero ahora pienso que hasta es posible que lo que me dijo en la intimidad mingitoria no fuera más que una prolongación de su mejor cinismo teatral.
Pongo aquí ordenados los nueve vídeos de la película que sobre sus canciones y su vida de músico rodaron en el 2004. Sale un 80% aproximadamente de las canciones que le oímos cantar ayer: sus mismas gracias, los mismos aplausos y la misma entrega del público. Lo que no deja de ser decepcionante para quien se pueda creer que estuvo en un espectáculo único.
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8:
Parte 9
Coincidimos codo a codo en los urinarios durante el descanso de su actuación de ayer en el Bar Central de Madrid, y aprovechando lo íntimo de la ocasión y sin presentación previa le pregunté si el Javier Krahe que posteó en los primeros tiempos del blog de Azúa había sido efectivamente él. Lejos de sorprenderse o de preguntarse por la pregunta me dijo sencillamente que él no había sido y que hasta el propio Azúa llegó a pensar que fue él. Me dijo que había comprado el libro del blog que luego publicó Herralde (ABIERTO A TODAS HORAS) y que se había extrañado de verse en los agradecimientos por los comentarios, pero no dio demasiada importancia al asunto. Cosas de internet. Por otra parte, me dijo, tengo un primo mayor que también se llama Javier Krahe y que tiene un hijo homónimo, pero no creo que ellos se metan en esas cosas.
Ya fuera de los aseos y mientras me invitaba a fumar uno de sus puritos le expliqué que la historia tenía un interés personal, y es que una de las veces que entré en el blog para criticar el pertinaz anonimato de los comentaristas y me vi insultado por ellos, el tal Krahe salió en mi defensa, lo que me llenó de orgullo. Mira por donde que el orgullo era falso y el apoyo, el de un impostor.
Dicen los entusiastas del personaje que Javier Krahe es un hombre que va cantando verdades, pero a mí me parece más bien un encantador de serpientes, un tipo feliz que va a su bola y que pasa indemne por encima de los escorpiones. Un bardo que vive en un tiempo en que ya no hay bardos. Un buen cómico que controla perfectamente a su público, y un buen letrista de los temas que mayormente interesan a la gente, es decir, el sexo y el sexo. La mayor de las verdades que le he oído decir en las entrevistas colgadas en internet que he leído después del concierto es que él no se considera un poeta, sino un letrista. Enseñar eso a los periodistas y a los televidentes ya tiene su mérito.
Pero ahora los bardos ya están en internet, y en cómodos fascículos youtube de 10 minutos. Me alegra haber visto antes el directo que los videos por aquello de que antes se les veía así. Cambia la emoción del momento, que es mucho mayor en una tarde de sábado en Madrid que delante de una pantalla, pero el mensaje y las risas son iguales en un medio u otro.
Eso sí, mientras en estos años en que la inteligencia se ha refugiado en internet y algunos de sus colegas como el Sabina o el Wyoming se han hundido en la miseria de sus declaraciones o programas de las televisiones-basura socialistas, Krahe, cantando por los bares y pequeñas salas de provincias, parece seguir intacto.
No sé muy bien cuál será el secreto de su arte pero ahora pienso que hasta es posible que lo que me dijo en la intimidad mingitoria no fuera más que una prolongación de su mejor cinismo teatral.
Pongo aquí ordenados los nueve vídeos de la película que sobre sus canciones y su vida de músico rodaron en el 2004. Sale un 80% aproximadamente de las canciones que le oímos cantar ayer: sus mismas gracias, los mismos aplausos y la misma entrega del público. Lo que no deja de ser decepcionante para quien se pueda creer que estuvo en un espectáculo único.
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