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Los cincuenta y cuatro minutos de Vargas Llosa los hace Steve Jobs en quince. Que es como decir que con las marcas olímpicas de hace veinte años en la actualidad no te dejarían ni ir a la Olimpiada. Al decir ayer que el discurso era un género obsoleto me acordé de esta pieza maestra del creador de Mac. Los disfraces universitarios parecen de chiste y los grititos de los estudiantes dan color a la voz monocorde del ponente. Estamos en nuestro tiempo, el contexto es otro, pero la fuerza de la palabra cuando se engarza maravillosamente bien en contar historias es la misma. Infinita.
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Los cincuenta y cuatro minutos de Vargas Llosa los hace Steve Jobs en quince. Que es como decir que con las marcas olímpicas de hace veinte años en la actualidad no te dejarían ni ir a la Olimpiada. Al decir ayer que el discurso era un género obsoleto me acordé de esta pieza maestra del creador de Mac. Los disfraces universitarios parecen de chiste y los grititos de los estudiantes dan color a la voz monocorde del ponente. Estamos en nuestro tiempo, el contexto es otro, pero la fuerza de la palabra cuando se engarza maravillosamente bien en contar historias es la misma. Infinita.
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