jueves, 19 de marzo de 2015

773. ALPINISMO BISEXUAL - 2013 - SIMON ELIAS BARASOAIN



Tenía una ligera noción (la que da la prensa y algunos breves comentarios de la calle) de las gestas alpinistas del hijo mayor de Luis Vicente Elías, pero no sabía mucho de su vida salvo que cuando venía por Logroño tonteaba (o algo más) con una vecina. Fue en la presentación de un libro de Pepitas de Calabaza, concretamente IRSE A MADRID de Manuel Jabois (v Spyp 227)  cuando me enteré de que tenía veleidades literarias. Julián Lacalle organizó el evento dándole a Simón Elías el papel de presentador del nuevo fenómeno del columnismo español, y en comparación con sus propios éxitos deportivos, a mí me pareció que Simón estuvo mucho más torpe que en las paredes.

Dos años después Pepitas de Calabaza (noviembre del 2013) le editó tres docenas de los artículos que había venido escribiendo por aquí y por allá sin yo enterarme. Eché una ojeada a varios de ellos, sentí escaso interés por su estilo o por sus poses narrativas, y pasé de comprarlo.

Siempre he creído que cuando se va a la montaña, o se va de viaje, o se va de la civilización y a la aventura, se contrae la obligación de contárselo a los que se quedan en casa. No sé si es obligación con los sedentarios u obligación consigo mismo (para explicarse por qué se va) pero compromiso al fin y al cabo. De siempre me han gustado los libros y conferencias de los montañeros y guardo un recuerdo imborrable de cuando por vivir en Bilbao tuve la suerte de ver y escuchar en persona a Reinold Messner, a Patrick Vallensant o a Gaston Rebuffat. ¿Por qué rechazaba yo ahora los relatos del gran Simón? ¿Porque era de aquí al lado? ¿Porque le conozco desde que era un pequeñajo?

En noviembre del año pasado, el novio de mi hija, también montañero y escalador (aunque no del nivel deportivo de Simón), me avisó desde Valencia que Simón Elías iba a dar una charla en la Semana de Divulgación de Deportes de Montaña de Alberite y allí me presenté. La sala estaba abarrotada y el público entregado (condiciones que nunca me han parecido idóneas para admirar a alguien) pero aún así, salí entusiasmado. Como siempre me he admirado de la enorme diferencia que hay entre la torpe y académica escritura de su padre y su increíble gracia oral, creí reconocer que, aventuras extraordinarias mediante, en Simón se daba multiplicada por diez esa gran diferencia y contradicción entre una escritura, no voy a decir torpe pero sí poco convincente, y una puesta en escena verdaderamente seductora.

Reconciliado con mi vecino y héroe alpinista, hace unas semanas pasé por el librero y me traje para casa su ALPINISMO BISEXUAL que he leído un poco como a saltos y de forma irregular porque... aunque mi disposición fuera ahora la mejor, tampoco me acababa de convencer. Sí, los contenidos eran divertidos, novedosos y variados, y la narración ágil y hasta vibrante, pero seguía habiendo algo en su escritura que no me llegaba aunque no sabía muy bien qué era.

Saludé a Simón en la conferencia de Alberite y después de la misma le pedí que me agregara como amigo en facebook (ojalá que no me borre si encuentra estas líneas...), de modo que ahora sigo de cerca sus andanzas por Chamonix a través de ese tipo de mensajes superficiales y fotos maravillosas que son la forma de comunicación que se está implantando últimamente. Una forma de comunicación de saludos constantes, jijijis, jajajas, bravos, eres un crack, etiquetas, poses y banalidades que quizás contengan la clave de las dudas que me asaltan respecto a su libro. Porque cuando uno va a la montaña para huir del mundo y profundizar en sí mismo, y luego vuelve arrastrado por ese vendaval de mensajes, Ilikes y relaciones que ha creado facebook, me da que algo raro pasa. Y que ese algo que aún no sé muy bien cómo definir ni contar, sea lo que también está en el libro.