viernes, 13 de julio de 2018

914. EL MUNDO DE AYER (1941) STEFAN ZWEIG



El gran escritor de biografías de grandes personajes de la historia se puso al final de su vida en el centro de la narración con la disculpa de contar el mundo que vio y vivió (qué dos palabras más cercanas*) entre finales del XIX y 1940. El retablo histórico es impresionante pero el retrato del personaje (sobre todo conociendo de antemano su triste final) resulta demoledor. Al usarse a sí mismo como víctima del ocaso de la palabra que acontece durante la primera mitad del siglo XX, y su transformación en vehículo de propaganda, anticipa la muerte de un oficio, el de escritor, y de una figura respetable, la del intelectual. Por supuesto que sigue habiendo escritores e intelectuales (como sigue habiendo curas y chamanes), pero si uno quiere hacer carrera ahora sobando frases y términos, bien sabe que ha de enfocar su vida hacia el Periodismo o la Publicidad. O como decimos aquí, hacia la Política del Postureo y la Postverdad.

Imposible hacer un resumen o reseña de tan vasto libro (de obligada lectura) lleno de nombres, anécdotas, ciudades y detalles -además de que no es oficio ni ocupación mía lo de hacer reseñas. Pero por dejar aquí dos notas (o tres) para el recuerdo, me quedo con su curiosa reacción ante las vanguardias artísticas de los años veinte (pag 380) y su lamento ante el poder de los media:

"La peor maldición que nos ha acarreado la técnica es la de impedirnos huir, ni que sea por un momento, de la actualidad. Las generaciones anteriores, en momentos de calamidad, podían refugiarse en la soledad o el aislamiento; a nosotros, en cambio, nos ha sido reservada la obligación de saber y compartir en el mismo instante lo malo que ocurre en cualquier parte del globo".

Insisto en ello: de obligada lectura.


* A propósito de ver y vivir, Zweig repite dos o tres veces en el libro una interesante observación: que "en la vida suelen ser siempre las pequeñas experiencias personales las que resultan más convincentes".