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Algún día tengo que escribir sobre el tiempo que tardan en llegar las cartas, o, por decirlo de otro modo, las obras. Es un tema que me empezó a traer de cabeza desde que noté la irritación que me producía la cantidad de tiempo que mediaba entre la creación de una arquitectura sobre el papel y su ejecución real, y ya no digamos, desde su ejecución real al conocimiento de la obra más allá del vecindario. Las cartas del viejo servicio postal tardaban entre un día y una semana, y en razón de dicha imprecisión uno no esperaba respuesta antes de una semana. Era un plazo maravilloso. Hoy te escriben una carta y si no la respondes al momento tienes que pedir disculpas. Y si haces algo más consistente que una carta y no te la reconocen dentro del mismo año supongo que eres un fracasado. El asunto ese de los derechos de autor que tan de cabeza traen al pobre Arcadi Espada, podrían iluminarse un poco más con la candela esta del tiempo que media entre la emisión y recepción, entre el pago y el cobro, entre la soledad y el reconocimiento. Y de paso, el de la famosa justicia histórica, de la que también se reía el señor Eduardo no hace unos meses en su blog.
Caracoles, vaya intro más campanuda que me ha salido para decir que Wall-E es del 2008 y que solo he tardado en verla cuatro navidades desde que se programó en cines. O desde que se hizo, porque desde que aparecieron los vídeos me imagino que las películas ya no se hacen sólo para las programaciones de la temporada.
Otra curiosidad de la vinculación de esta película con el tiempo es que me ha costado tres sesiones verla, porque con treinta minutos por vez tenía más que suficiente. O sea, que no la he visto como suele verse una película sino como quien lee un libro: dejándola cuando me cansaba (y a los treinta minutos Wall-E me dejaba exhausto) y volviéndola a retomar al día siguiente.
La película transcurre en el siglo XXVIII, lo que es otro dato importante en relación con el tiempo. Seguramente por eso, los personajes que me han parecido más interesantes no son los robots protagonistas sino los humanos evolucionados a formas anatómicas sedentarias. He puesto en Google Imágenes Wall-E y no me salen más que fotogramas de la parejita de robots enamoradizos. Ninguna de los tipos que según parece no van a leernos dentro de siete siglos (un plazo de tiempo que me quito de la cabeza a la hora de ponerme a escribir).
Supongo que para estas navidades habrá programados nuevos Wall-Es. Con suerte contaré cuando me llegan y como los veo.
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No hay como tener lectoras amables e hijas más listas que uno. De las muchas fotos que me han llegado de nuestros hermosos descendientes os pongo estas tres:
La de la pantalla me da esperanzas: lo mismo mismo los archivos de google han sobrevivido a la basurización de la tierra y esos gordinflones me están leyendo me están leyendo me están leyendo me están leyendo.....ahhhh, qué ilusión.
Algún día tengo que escribir sobre el tiempo que tardan en llegar las cartas, o, por decirlo de otro modo, las obras. Es un tema que me empezó a traer de cabeza desde que noté la irritación que me producía la cantidad de tiempo que mediaba entre la creación de una arquitectura sobre el papel y su ejecución real, y ya no digamos, desde su ejecución real al conocimiento de la obra más allá del vecindario. Las cartas del viejo servicio postal tardaban entre un día y una semana, y en razón de dicha imprecisión uno no esperaba respuesta antes de una semana. Era un plazo maravilloso. Hoy te escriben una carta y si no la respondes al momento tienes que pedir disculpas. Y si haces algo más consistente que una carta y no te la reconocen dentro del mismo año supongo que eres un fracasado. El asunto ese de los derechos de autor que tan de cabeza traen al pobre Arcadi Espada, podrían iluminarse un poco más con la candela esta del tiempo que media entre la emisión y recepción, entre el pago y el cobro, entre la soledad y el reconocimiento. Y de paso, el de la famosa justicia histórica, de la que también se reía el señor Eduardo no hace unos meses en su blog.
Caracoles, vaya intro más campanuda que me ha salido para decir que Wall-E es del 2008 y que solo he tardado en verla cuatro navidades desde que se programó en cines. O desde que se hizo, porque desde que aparecieron los vídeos me imagino que las películas ya no se hacen sólo para las programaciones de la temporada.
Otra curiosidad de la vinculación de esta película con el tiempo es que me ha costado tres sesiones verla, porque con treinta minutos por vez tenía más que suficiente. O sea, que no la he visto como suele verse una película sino como quien lee un libro: dejándola cuando me cansaba (y a los treinta minutos Wall-E me dejaba exhausto) y volviéndola a retomar al día siguiente.
La película transcurre en el siglo XXVIII, lo que es otro dato importante en relación con el tiempo. Seguramente por eso, los personajes que me han parecido más interesantes no son los robots protagonistas sino los humanos evolucionados a formas anatómicas sedentarias. He puesto en Google Imágenes Wall-E y no me salen más que fotogramas de la parejita de robots enamoradizos. Ninguna de los tipos que según parece no van a leernos dentro de siete siglos (un plazo de tiempo que me quito de la cabeza a la hora de ponerme a escribir).
Supongo que para estas navidades habrá programados nuevos Wall-Es. Con suerte contaré cuando me llegan y como los veo.
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No hay como tener lectoras amables e hijas más listas que uno. De las muchas fotos que me han llegado de nuestros hermosos descendientes os pongo estas tres:
La de la pantalla me da esperanzas: lo mismo mismo los archivos de google han sobrevivido a la basurización de la tierra y esos gordinflones me están leyendo me están leyendo me están leyendo me están leyendo.....ahhhh, qué ilusión.