miércoles, 14 de diciembre de 2011

274. HABLAR BAJO

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Ya no sé cómo decirlo, cómo enseñarlo, cómo contarlo. Supongo que en voz baja, aquí a escondidas, en este blog, entre tú yo. Pero ahora que se habla tanto de la crisis de la enseñanza en España creo que sé por qué es: porque nadie enseña a hablar bajo.

Hace unas semanas una de mis hijas me contó que cogió un tren en Ginebra camino de Neuchatel y que en una de las paradas se subió un grupo de estudiantes. Llevaba puestos unos auriculares para escuchar música en su iPod pero ante el sorprendente espectáculo del vagón de tren con grupos de estudiantes se los quitó porque no podía dar crédito a lo que tenía delante: ¡hablaban tan bajo que quería escuchar el silencio que había en el vagón!

Ayer estaba yo corrigiendo en un aula compartida, un espacio inmenso de veinticinco metros por ocho. A diez metros de distancia había una profesora jovencita dando clase a una sola alumna frente a un ordenador. Hablaba tan alto que no podía yo concentrarme en mi trabajo y les pedí por favor que hablasen bajo. ¡Pues tendré que pedir otra clase a la jefa de estudios porque yo estoy dando clase y no tengo por qué estar pendiente de hablar bajo! -me contestó enfadada.

Lo de ir al cine lo he dejado por imposible, pero lo peor es que tampoco se va a poder ir a un restaurante en este país, porque si quieres tener una conversación con tu acompañante tienes que hablarle a gritos para conseguir que te oiga por encima de las conversaciones a todo volumen de las mesas de al lado.

Por favor, pasad la voz. Contad estas historias. Pero bajito. Que no se entere nadie.
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