Sigo ordenando la biblioteca y me encuentro con libros que compré con cierta ilusión y de los que sólo leí cuatro páginas. Por ejemplo éste. No tenía yo ni idea de quién era Gregorio Morán y seguro que no lo compré por el tema del camino a Santiago. Alguien lo recomendó vivamente en alguna reunión en el Colegio de Arquitectos, (seguramente algún rojete de los que las frecuentaban) y fui y me lo compré. Como ya va hacer seis u ocho años que no piso esa casa, quiere decir que de la primera decepción hasta ahora, lo mismo podía haber cambiado yo de gusto, y mira por donde que así ha sido. Empecé a leer una página, y en tres sentadas me lo he acabado. Y eso de acabar los libros en estos tiempos, tiene su mérito.
A mitad del libro curioseé en internet a ver quién era el tal Morán y me encontré, ahhhh, que es un "periodista". Vaya por dios. Ya venía yo notando que era un poco bocazas pero me daba que tenía que ver con su condición de asturiano. Pero sea bocazas y periodista, el tipo tiene su gracia porque hoja tras hoja va poniendo al "camino" a parir, o sea, como si no fuera periodista. Confieso que empecé a leer el libro a su paso por Logroño y que los cuatro brochazos negros que daba a mi ciudad fueron lo que me animó a empezar desde Roncesvalles.
Sin embargo, lo que me más me empujó a llegar con él hasta Finisterre fue descubrir que hace unos años, a la muerte de Eduardo Haro Tecglen, escribió una de las necrológicas más honestas y valientes que jamás se hayan publicado en España. Debió de ser el único que se atrevió a ponerle de chupa de dómine, y el chaparrón de rojerío que le cayó encima debió de ser de antología. A pesar de los embates y de la marea roja, se ve que el hombre ha resistido en su columna de la Vanguardia, y ahora se le puede seguir en internet.
No creo que sea yo quien le siga porque fuera del Camino sermonea más y me convence menos, pero me alegra saber que en los periódicos todavía admiten a alguien gruñón y malencarado. Y ojalá que sea porque de vez en cuando Morán tiene el valor de volver su mala baba contra sí mismo, lo que es casi imposible de ver en muchas millas a la redonda. Los párrafos en que narra la traición o falta de compañerismo con el bueno de Sergio son de una altura moral difícil de superar.
Recomiendo encarecidamente su lectura. Es más, releo mis muchos subrayados y casi me dan ganas de volverlo a leer. Voy a registrarlo con cariño.
(Para quien lo vaya a usar como guía de viaje, conviene aclarar que Morán hizo el camino en 1993 y el libro se publicó en 1996. Seguramente las condiciones del Camino habrán cambiado mucho. Es decir, que habrá muchos tramos como el que él se encontró en Sahagún, con albero de jardín de Francia y arbolitos con goteo. Lo de los bares de todos los pueblos y ciudades con la televisión encendida a todas horas, eso ya os puedo asegurar que sigue exactamente igual).