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Algunos libros, especialmente los de poesía (o que se pretenden de ella), deberían llevar como prólogo un "manual de instrucciones para leerlo", porque a mí me pasa como con los electrodomésticos peor diseñados, que no sé cómo hacerme con ellos.
Cuando empecé a leer DIAS BAJO EL CIELO experimenté tal emoción que tuve que parar enseguida. Conozco al autor. Casi podría decir que es amigo. Un tipo majete de Logroño. Alguien de quien nunca dirías que es un poeta. Los poemas suyos que habían ido cayendo en mis manos durante estos años no me habían entusiasmado gran cosa, pero ahora el Poti (que así se le conoce popularmente por aquí) se había bajado del verso para tomar simples notas de sus paseos, vacaciones y fines de semana en Tudelilla, -un pueblo al lado del mío, con los mismos caminos, los mismos olivares, las mismas gentes. De solo imaginarle pensando en las nubes o en las golondrinas y tomando notas en su cuaderno de campo, me tenía que parar de leer de pura euforia, y decidí mezclar la lectura de su libro con las columnas recopiladas en el libro del que había sido su eficaz presentador en Logroño, un chico de Bilbao llamado Pablo Martínez Zarracina. Leí unas pocas páginas de RESACA CRONICA y volví a la tierra: periodismo del montón, más o menos simpático, ocurrente y repetitivo, metido entre tapas.
La segunda vez que me senté con los dos libros a mano, volví a empezar con el de Poti y aunque tras la experiencia anterior mi plan seguía siendo leerlo poco a poco (mezclándolo con Coca Cola o algún otro refresco...), me llegué casi hasta la mitad de sus páginas sin parar. Ya no me conformaba con las golondrinas o las nubes, quería yo tener una visión un poco más general de lo que mi amigo el poeta se proponía mirar. Creo que cuando me cansé, eché otro vistazo a las páginas del de Zarracina por aquello de cumplir con el plan, pero las lecturas ya no se me mezclaron.
Al tercer día, no pude más. Como si las lecturas de los dos días anteriores me hubieran producido cierto mono, cogí DIAS BAJO EL CIELO y lo leí hasta el final. Pero cuando lo cerré, ay, experimenté algo así como la resaca de quien acaba de descubrir que la alegría no la da el alcohol. La mirada poética no me llena mas que a poquitos. La falta de garra en algunos momentos críticos con la fealdad y la estupidez, parece que no llega nunca (excepto quizá en esa nota magnífica sobre el chalet robado). Y lo de las nubes, el cielo y los olivos me empezaba a aburrir.
¿Error del poeta? ¿Problemas en la composición o extensión del libro? Nada de eso. Yo creo que el libro es magnífico; probablemente es el mejor libro de poesía que se haya escrito en La Rioja en muchos años; de seguro que es el mejor libro que jamás se ha escrito sobre un pueblo de La Rioja; y de justicia será que el pueblo de Tudelilla, si es medianamente agradecido, le dé su nombre a un camino. El único problema de DIAS BAJO EL CIELO, digo, es que le falta un manual de instrucciones para gentes como yo que no sabemos leer poesía.
Aquí, el del presentador -que no creo que necesite Manual:
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Algunos libros, especialmente los de poesía (o que se pretenden de ella), deberían llevar como prólogo un "manual de instrucciones para leerlo", porque a mí me pasa como con los electrodomésticos peor diseñados, que no sé cómo hacerme con ellos.
Cuando empecé a leer DIAS BAJO EL CIELO experimenté tal emoción que tuve que parar enseguida. Conozco al autor. Casi podría decir que es amigo. Un tipo majete de Logroño. Alguien de quien nunca dirías que es un poeta. Los poemas suyos que habían ido cayendo en mis manos durante estos años no me habían entusiasmado gran cosa, pero ahora el Poti (que así se le conoce popularmente por aquí) se había bajado del verso para tomar simples notas de sus paseos, vacaciones y fines de semana en Tudelilla, -un pueblo al lado del mío, con los mismos caminos, los mismos olivares, las mismas gentes. De solo imaginarle pensando en las nubes o en las golondrinas y tomando notas en su cuaderno de campo, me tenía que parar de leer de pura euforia, y decidí mezclar la lectura de su libro con las columnas recopiladas en el libro del que había sido su eficaz presentador en Logroño, un chico de Bilbao llamado Pablo Martínez Zarracina. Leí unas pocas páginas de RESACA CRONICA y volví a la tierra: periodismo del montón, más o menos simpático, ocurrente y repetitivo, metido entre tapas.
La segunda vez que me senté con los dos libros a mano, volví a empezar con el de Poti y aunque tras la experiencia anterior mi plan seguía siendo leerlo poco a poco (mezclándolo con Coca Cola o algún otro refresco...), me llegué casi hasta la mitad de sus páginas sin parar. Ya no me conformaba con las golondrinas o las nubes, quería yo tener una visión un poco más general de lo que mi amigo el poeta se proponía mirar. Creo que cuando me cansé, eché otro vistazo a las páginas del de Zarracina por aquello de cumplir con el plan, pero las lecturas ya no se me mezclaron.
Al tercer día, no pude más. Como si las lecturas de los dos días anteriores me hubieran producido cierto mono, cogí DIAS BAJO EL CIELO y lo leí hasta el final. Pero cuando lo cerré, ay, experimenté algo así como la resaca de quien acaba de descubrir que la alegría no la da el alcohol. La mirada poética no me llena mas que a poquitos. La falta de garra en algunos momentos críticos con la fealdad y la estupidez, parece que no llega nunca (excepto quizá en esa nota magnífica sobre el chalet robado). Y lo de las nubes, el cielo y los olivos me empezaba a aburrir.
¿Error del poeta? ¿Problemas en la composición o extensión del libro? Nada de eso. Yo creo que el libro es magnífico; probablemente es el mejor libro de poesía que se haya escrito en La Rioja en muchos años; de seguro que es el mejor libro que jamás se ha escrito sobre un pueblo de La Rioja; y de justicia será que el pueblo de Tudelilla, si es medianamente agradecido, le dé su nombre a un camino. El único problema de DIAS BAJO EL CIELO, digo, es que le falta un manual de instrucciones para gentes como yo que no sabemos leer poesía.
Aquí, el del presentador -que no creo que necesite Manual:
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