Menudo tomate el libro del Dr Sheehan que dije ayer que me iba a leer. Con razón se me cayó de las manos la primera vez. Y calla que no me quitara las ganas de correr entonces, porque de haberlo leído entero cuando me lo regalaron lo mismo no hubiera hecho ni media maratón. Hice ayer por la tarde un gran esfuerzo y llegué hasta la página 80, y no contento con ello hasta me leí algunas páginas sueltas de las que restan hasta la 227. Y mi conclusión es que... estos médicos.... ja ja ja, es que no se enteran.
El caso es que daba el pego en las primeras páginas con citas a filósofos y pensamientos de cierto nivel, pero pasadas tres o cuatro te viene ya con la revelación de que no es que a los cuarenta y cinco años se puso a hacer footing sino que "descubrió que él era un corredor" y que desde entonces todas las cosas de la vida las empezó a ver desde la nueva identidad de "corredor" y tachán tachán, fue feliz. Y que ese es el camino de la felicidad. ¡Y tú puedes también! Joder, lo que hay que ver: estudiar tanto sobre el cuerpo humano y leer a Ortega y Santayana para decir esas tontadas.
En descargo del santo George, veo que lo escribió en 1975 y que según se desprende de algunas frases, en aquella época correr por placer era casi más escandaloso que el porno. No es extraño que el hombre se lo tome como una "cruzada" y que los editores americanos de este tipo de productos le den palmaditas en la espalda (escribe, escribe) para vender más libros basura, o sea, libros de autoayuda, que es lo suyo.
Por lo demás, llenar 237 páginas de letra apretada contando historietas de corredores no tiene mayor mérito. Los corredores de fondo (sean "corredores" de verdad o sean "mataos" como yo) somos como la gente que hacía la mili, unos tipos pesadísimos que mejor que no se sienten al lado tuyo en una cena, porque te la dan. Fijaros si somos pesados que llevo ya cuatro posts en ente blog sobre el maldito tema y si no me llega a avisar ayer mi hija pequeña, lo mismo sigo dando vueltas al tema hasta que no me quede ni un sólo lector. Dios no lo quiera. Me voy a correr.