O ando yo mal de timologías o seguramente la diñidad (o dignidad en teclados sin ñ) tiene
que ver con diñarla, y con que no hay remedio, porque es entonces cuando algunos
se ponen muy dignos. Como el pobre Torrijos y demás conspiradores liberales de
la foto. Pero si me pongo a recordar, yo siempre me he indiñado
mucho con todo lo que me rodea, como por ejemplo cuando le da a los
ayuntamientos poner rotondas por todas partes, o a la gente por esperar media
hora para entrar en las rotondas y luego correr como locos por ellas para joder
a los que quieren entrar, o cuando ponen pasos de cebra por todas partes para
que los peatones hagan frenar en seco a los coches y reírse por dentro,
cabrones de peatones. O sea, que siempre que he visto tontuna y maldad a mi
alrededor me he indiñado mucho hasta que, mira tú, justamente han salido los
indiñados a la calle, mucha gente, todos en masa, y se me ha cortado la
indiñación de golpe y me he puesto muy diño, como Torrijos y compañía. Porque
digo yo que si te indignas tanto y tonto te puedes volver indigno, lo que queda
muy feo siempre. Y porque tras la pesadilla de Zapatero y el castigo de Rajoy
lo único que nos queda a los espagnoles es la diñidad, o sea la capacidad de
diñarla muy dignamente. Que veo ahora una rotonda en un descampado, pues echo
un ora pro nobis, que veo a un cabrón saltando a un paso de cebra para que frene
todo un autobús cargado de gentes, pues digo bendito sea Dios, y me quedo tan
feliz. Y que siga Rajoy por muchos años porque siempre que hemos cambiado de
presidente ha sido a peor, y loado sea el Altísimo. Y a los indignados que
muchas gracias por haberme hecho cambiar de bando y ser ahora del partido de la
diñidad. O sea, de los que nos van a robar, nos van a joder, van a morir, y te saludan. Salve.
¿M15? Ah, sí (perdón). Agua.
¿M15? Ah, sí (perdón). Agua.