El cielo se llama ahora jubilación.
Cuando matamos a Dios (o cuando se murió, -fue hace tanto que no nos acordamos) podíamos haber abolido también la divina idea del trabajo como castigo o condena por el pecado original, pero se ve que entonces debió de haber un acuerdo entre Capitalistas y Sindicalistas (gentes que viven de los trabajadores) para inventar un nuevo cielo que regalar a los condenados. Y le pusieron un nombre: JUBILACION. Y vieron que era bueno.
Hicieron números y les salió que la gente podría llegar al cielo a los 65 años, y aunque muchos se morirían por el camino (más bien por la carretera), todos tan contentos.
Pero enseguida hubo quien hizo trampa. Los policías, los bomberos, los mineros, por ejemplo, dijeron que su trabajo era de mucho riesgo y que mejor ir al cielo un poco antes. Luego se sumaron los banqueros (y no porque hubieran aumentado los atracos desde fuera del mostrador, sino seguramente desde atrás) y hasta llegaron noticias de Grecia de que allí los peluqueros querían morirse antes porque los productos que utilizan para la cosmética eran muy tóxicos.
No hace tres años coincidí con un compañero de colegio, de los poco espabilados digamos, que me contó que llevaba jubilado desde los cincuenta y dos. "Como no era muy listo -me dijo-, no aprobé ninguna oposición al Estado y me puse a trabajar en una Caja de Ahorros. Ahora doy gracias a Dios por no haber sido tan listo". El hombre estaba en el cielo. Me dijo que paseaba el perrito por las mañanas para tener una tarea. Para recordar la dignidad del trabajo, supuse. La dignidad de la vida, digo yo (que no Dios).
Las cuentas no les salen ahora a los contables de la caja de sueldos y mientras muchos andan paseando a los perritos con menos de sesenta años, después de decir (los contables, no los del perrito) que el cielo podía esperar hasta los 67, andan ahora diciendo a los que aún trabajan que la condena no se va a cumplir a los 65 sino a los 70.
Aplicando la Doctrina Parot, no había otra que esperar, pero ahora que la han abolido en Estrasburgo lo lógico es poder redimir penas con penas. Privación de libertad con trabajo. Trabajo con llantos. Llantos con suspiros. Suspiros con tristezas, y así sucesivamente.
En ese deseo tan humano del cielo, toda pena vale. Todo menos reír.
Los que se rían, no van al cielo.