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Como mi deuda (de ignorancia) con Africa es inmensa y la lectura de Ebano no cubrió ni los céntimos, bastó que viera que parte del último libro de Vargas Llosa tratara sobre el Congo para que me lo comprase. Homenaje por mi parte al recién Nóbel y segundo plazo de amortización con el continente negro. El problema es que te pones a leer, y del Congo saltas a la selva amazónica, de la selva a los problemas de la independencia de Irlanda en el escenario de la Primera Guerra Mundial y de ahí a la aventura vital del personaje de la novela, Sir Roger Casement, o a las de sus coetáneos Conrad y Stanley, o por qué no, a las peripecias literarias o investigadoras del laureado escritor peruano. Ya sabes, tiras del hilo y en vez de sacar un hilo te ves en un lío. Es lo que tiene leer.
Acabado el libro y antes de ponerme a escribir esta mínima nota he releído las reseñas que publicó el Babelia de ELPAIS hace sólo unas semanas para su propaganda. Son malísimas, claro. El género público de la reseña está en unos niveles lamentables. Entre la propaganda encubierta y la simple y descarada publicidad, no hay duda de la superioridad de esta última.
Vamos directamente con el libro: un novelón extenso sobre un trabajo de investigación exhaustivo al que le sobra mucha literatura. Chirría mucho lo de novelar una biografía, sobre todo en los pasajes en los que el novelista quiere contarnos los inaccesibles pensamientos del personaje, los detalles ambientales o las corrientes de brisa por entre las habitaciones.
Como para vender el producto los reseñistas ya mezclaban las grandes aventuras y viajes de Casement con su errática vida sexual, yo esperaba que Vargas Llosa no se hubiera andado con muchos remilgos a la hora de tratarla, y aunque en los breves momentos en que entra en ella lo hace con gracia y sin prejuicios, sabe a muy poco. Son pasajes breves y esporádicos que yo esperaba que se hubieran ido ampliando a medida que avanzase la novela, pero no es así.
Me entero por una de las reseñas que los Black Diaries (los diarios de su vida sexual) están practicamente publicados en Inglaterra dentro de "Roger Casement. A biography", de William Bryant (Universe 2007). El libro de Vargas Llosa pinta la vida sexual de Casement como algo yuxtapuesto o externo al tronco central de su vida. Como un pasatiempo prohibido y oculto. Unos pasajes breves y generalmente incontrolables. Y eso es lo decepcionante del libro: que la historia de un hombre que vive y se debate entre las grandes maldades del colonialismo o los grandes sueños de libertad nacionalistas, se pierda en hablar del barro de los caminos o las florecillas emotivas de la costa irlandesa y dé tan poca entrada a los impulsos y deseos íntimos (las grandes contradicciones) del personaje.
Aunque quizás esa pueda ser la clave del gran fracaso vital de Roger Casement que no acaba de contar Vargas Llosa: que la libertad y la fraternidad no se logran con nuevos discursos del poder o la moral nacional, sino con nuevas formas en las relaciones sexuales entre los seres humanos. Formas y relaciones que aún están por contar más allá del morbo que vende libros, y que bien podría haberlo hecho en EL SUEÑO DEL CELTA este Nóbel nada nóvel.
(Y ya que tratamos de sueños y de presos célebres, me viene a la memoria un singular pasaje de la "Historia de mi Vida" de Casanova, cuando estando en la prisión de los plomos maldice al carcelero que le despierta de uno de ellos: porque sólo en los sueños, escribe Casanova, somos verdaderamente libres).
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Como mi deuda (de ignorancia) con Africa es inmensa y la lectura de Ebano no cubrió ni los céntimos, bastó que viera que parte del último libro de Vargas Llosa tratara sobre el Congo para que me lo comprase. Homenaje por mi parte al recién Nóbel y segundo plazo de amortización con el continente negro. El problema es que te pones a leer, y del Congo saltas a la selva amazónica, de la selva a los problemas de la independencia de Irlanda en el escenario de la Primera Guerra Mundial y de ahí a la aventura vital del personaje de la novela, Sir Roger Casement, o a las de sus coetáneos Conrad y Stanley, o por qué no, a las peripecias literarias o investigadoras del laureado escritor peruano. Ya sabes, tiras del hilo y en vez de sacar un hilo te ves en un lío. Es lo que tiene leer.
Acabado el libro y antes de ponerme a escribir esta mínima nota he releído las reseñas que publicó el Babelia de ELPAIS hace sólo unas semanas para su propaganda. Son malísimas, claro. El género público de la reseña está en unos niveles lamentables. Entre la propaganda encubierta y la simple y descarada publicidad, no hay duda de la superioridad de esta última.
Vamos directamente con el libro: un novelón extenso sobre un trabajo de investigación exhaustivo al que le sobra mucha literatura. Chirría mucho lo de novelar una biografía, sobre todo en los pasajes en los que el novelista quiere contarnos los inaccesibles pensamientos del personaje, los detalles ambientales o las corrientes de brisa por entre las habitaciones.
Como para vender el producto los reseñistas ya mezclaban las grandes aventuras y viajes de Casement con su errática vida sexual, yo esperaba que Vargas Llosa no se hubiera andado con muchos remilgos a la hora de tratarla, y aunque en los breves momentos en que entra en ella lo hace con gracia y sin prejuicios, sabe a muy poco. Son pasajes breves y esporádicos que yo esperaba que se hubieran ido ampliando a medida que avanzase la novela, pero no es así.
Me entero por una de las reseñas que los Black Diaries (los diarios de su vida sexual) están practicamente publicados en Inglaterra dentro de "Roger Casement. A biography", de William Bryant (Universe 2007). El libro de Vargas Llosa pinta la vida sexual de Casement como algo yuxtapuesto o externo al tronco central de su vida. Como un pasatiempo prohibido y oculto. Unos pasajes breves y generalmente incontrolables. Y eso es lo decepcionante del libro: que la historia de un hombre que vive y se debate entre las grandes maldades del colonialismo o los grandes sueños de libertad nacionalistas, se pierda en hablar del barro de los caminos o las florecillas emotivas de la costa irlandesa y dé tan poca entrada a los impulsos y deseos íntimos (las grandes contradicciones) del personaje.
Aunque quizás esa pueda ser la clave del gran fracaso vital de Roger Casement que no acaba de contar Vargas Llosa: que la libertad y la fraternidad no se logran con nuevos discursos del poder o la moral nacional, sino con nuevas formas en las relaciones sexuales entre los seres humanos. Formas y relaciones que aún están por contar más allá del morbo que vende libros, y que bien podría haberlo hecho en EL SUEÑO DEL CELTA este Nóbel nada nóvel.
(Y ya que tratamos de sueños y de presos célebres, me viene a la memoria un singular pasaje de la "Historia de mi Vida" de Casanova, cuando estando en la prisión de los plomos maldice al carcelero que le despierta de uno de ellos: porque sólo en los sueños, escribe Casanova, somos verdaderamente libres).
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