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De un tío al que le dan el Principe de Asturias y todo el mundo dice maravillas es lógico tener precaución. Sobre todo si medró bajo un régimen comunista y cuando muere, un discípulo escribe su biografía desmitificadora y la viuda trata de impedir su publicación. Pasó en la primavera de este mismo año (hay entrevistas con el autor por la red a poco que se busque).
Dicen los papanatas del polaco Kapuscinski que fue el inventor del periodismo de reportaje, el maestro del género, el gran corresponsal de guerra y golpes de estado en países subdesarrollados, el periodista que siempre se posicionaba junto al débil, etc. etc. etc.
Como yo no había leído nada de él pero estaba harto de leer esos tópicos, en la reciente feria de ocasión me compré por 4 euros Ebano, su libro más leído y elogiado en España, una colección de veintinueve escritos o reportajes sobre distintos países de Africa entre 1960 y 1990.
Al cuarto de ellos ya me di cuenta de que estaba leyendo esa especie de relatos personales escritos por periodistas de hotel pagados por su agencia destinada a los suplementos dominicales, y encima, sin fotos. Pero seguí hasta el final más que nada por mi ignorancia sobre esa zona del mundo que los cursis llaman ahora subsahariano, es decir, la Africa negra desde Senegal hasta Somalia. Los países de la punta sur no los toca; es de suponer que Polonia tendría ya otro espía informador para esa zona tan conflictiva. Y los del norte de Africa, los de la morería, tampoco. Un poquito de Mauritania, no más.
Algo de información se obtiene del esfuerzo de leerlo entero, sobre todo si te pones el Atlas al lado y te vas enterando de los sitios de los que habla. Pero el tono de la información es el anticipo de los telediarios de ahora, una música que se resume perfectamente en una sola palabra: sensacionalismo.
No creo que haya que atribuir en solitario a Kapuscinski el mérito de inventar el sensacionalismo, pero seguramente sí a hacerlo desde el periodismo escrito. No sé muy bien si el truco consiste en contar sensaciones personales (dado que todas las sensaciones son muy respetables y verosímiles) o si lo que trata es de despertar ese tipo de sensaciones superficiales y rápidamente pasajeras del teleespectador, o seguramente las dos cosas a la vez, pero lo que está claro es que consigue a la perfección desviar el núcleo de las noticias (y la confección de la historia) desde el ámbito de la razón al ámbito de los sentimientos.
Como también consigue que el lector crea que está ante un buen periodista de agencia libre de información en vez de un periodista pagado por la agencia de información del partido comunista polaco.
Así pues, junto a la invención del periodismo literario el otro gran "mérito" de Kapuscinski creo yo que está en su notable aportación a gran tarea colectiva de derivar el comunismo hacia el sentimentalismo (paz, alianza, igualdad, etc.).
Y de ahí que todo el mundo progre, toda la derecha idiota y todo el periodismo políticamente correcto siga diciendo maravillas de él, le hayan dado muchos premios y le sigan haciendo homenajes.
Nota final: lo peor de todo es que, a excepción de mis esfuerzos con el Atlas, sigo sabiendo muy poco de Africa, por lo que lo seguiré intentando con el Google Earth, la wiki y nuevas lecturas. Y si puedo, compartiéndolo aquí.
De un tío al que le dan el Principe de Asturias y todo el mundo dice maravillas es lógico tener precaución. Sobre todo si medró bajo un régimen comunista y cuando muere, un discípulo escribe su biografía desmitificadora y la viuda trata de impedir su publicación. Pasó en la primavera de este mismo año (hay entrevistas con el autor por la red a poco que se busque).
Dicen los papanatas del polaco Kapuscinski que fue el inventor del periodismo de reportaje, el maestro del género, el gran corresponsal de guerra y golpes de estado en países subdesarrollados, el periodista que siempre se posicionaba junto al débil, etc. etc. etc.
Como yo no había leído nada de él pero estaba harto de leer esos tópicos, en la reciente feria de ocasión me compré por 4 euros Ebano, su libro más leído y elogiado en España, una colección de veintinueve escritos o reportajes sobre distintos países de Africa entre 1960 y 1990.
Al cuarto de ellos ya me di cuenta de que estaba leyendo esa especie de relatos personales escritos por periodistas de hotel pagados por su agencia destinada a los suplementos dominicales, y encima, sin fotos. Pero seguí hasta el final más que nada por mi ignorancia sobre esa zona del mundo que los cursis llaman ahora subsahariano, es decir, la Africa negra desde Senegal hasta Somalia. Los países de la punta sur no los toca; es de suponer que Polonia tendría ya otro espía informador para esa zona tan conflictiva. Y los del norte de Africa, los de la morería, tampoco. Un poquito de Mauritania, no más.
Algo de información se obtiene del esfuerzo de leerlo entero, sobre todo si te pones el Atlas al lado y te vas enterando de los sitios de los que habla. Pero el tono de la información es el anticipo de los telediarios de ahora, una música que se resume perfectamente en una sola palabra: sensacionalismo.
No creo que haya que atribuir en solitario a Kapuscinski el mérito de inventar el sensacionalismo, pero seguramente sí a hacerlo desde el periodismo escrito. No sé muy bien si el truco consiste en contar sensaciones personales (dado que todas las sensaciones son muy respetables y verosímiles) o si lo que trata es de despertar ese tipo de sensaciones superficiales y rápidamente pasajeras del teleespectador, o seguramente las dos cosas a la vez, pero lo que está claro es que consigue a la perfección desviar el núcleo de las noticias (y la confección de la historia) desde el ámbito de la razón al ámbito de los sentimientos.
Como también consigue que el lector crea que está ante un buen periodista de agencia libre de información en vez de un periodista pagado por la agencia de información del partido comunista polaco.
Así pues, junto a la invención del periodismo literario el otro gran "mérito" de Kapuscinski creo yo que está en su notable aportación a gran tarea colectiva de derivar el comunismo hacia el sentimentalismo (paz, alianza, igualdad, etc.).
Y de ahí que todo el mundo progre, toda la derecha idiota y todo el periodismo políticamente correcto siga diciendo maravillas de él, le hayan dado muchos premios y le sigan haciendo homenajes.
Nota final: lo peor de todo es que, a excepción de mis esfuerzos con el Atlas, sigo sabiendo muy poco de Africa, por lo que lo seguiré intentando con el Google Earth, la wiki y nuevas lecturas. Y si puedo, compartiéndolo aquí.