jueves, 9 de enero de 2025

PENSAMIENTO Y LUGAR

por Juan Diez del Corral Lozano

septiembre de 1997

 

La Rioja no es un buen sitio para pensar. Aceptado el tópico de que el pensamiento emerge de la melancolía y la soledad, una tierra alegre y variopinta no parece ser un buen soporte para la reflexión. No hay lluvia persistente, ni páramos infinitos, y tampoco aglomeraciones urbanas en las que abunde el anonimato. Aquí las distancias son cortas, los paisajes variados, la climatología cambiante y los ciudadanos, vecinos.

 

La Rioja es un lugar para vivir y no para pensar, porque el vino, el chiquiteo, el encuentro casual, o las merendolas frecuentes, fragmentan de continuo un pensamiento sostenido o una mirada al infinito.

 

Por empezar por algún lado podría decirse que para un estudiante de bachiller en La Rioja, el pensamiento está representado por sus profesores de filosofía. Yo tuve dos, -allá por los años sesenta-, y los dos eran curas. El primero de ellos tenía fijación por Aristóteles y el segundo por Kant; pero en ambos casos me parecían más bien filiaciones semejantes a las que se pueden tener por un equipo de fútbol. Gustavo Bueno, el pensador más famoso que ha dado esta región en la última mitad del siglo, suele venir de vez en cuando desde Oviedo para dar alguna conferencia sobre la filosofía y Dios para vengarse de aquellos curas y fustigar a sus sucesores.

 

Tampoco es esta una tierra de ingenio y aventura, esas otras dos portezuelas del pensamiento. Ha habido en los dos últimos siglos algún que otro importante botánico, matemático, y un extraordinario creador de puentes, -Fernández Casado-, pero sus carreras y sus éxitos están ligados al exilio de su tierra. La provincia ha sido en España un ente adormecido por la envidia, la curia, la espada, la burocracia o el estómago, y La Rioja ha sido siempre provincia, y es de temer que aún le costará mucho dejar de serlo. 

 

Pero en general, la universalidad del pensamiento poco o nada ha tenido que ver con la particularidad de un lugar, y menos en este país. El pensamiento es una brújula buscadora de sentido, y en las gentes vinculadas a un lugar, como decía Santayana sobre Avila, la vida tiene en la costumbre un norte inamovible. A priori se diría que pensamiento y lugar son términos antagónicos (polos que se repelen): una buena muestra de ello es, por ejemplo, el ingente material de estudios producidos sobre los temas locales. A similitud de otras instituciones culturales provincianas, el Instituto de Estudios Riojanos tiene en La Rioja una larga y meritoria lista de trabajos dedicados al léxico, el arte, la historia, la geografía, la economía, la sociología, el folklore, la paleontología, y qué sé yo qué otras áreas del conocimiento humano, en los que escasea de forma notoria el ejercicio crítico o la simple reflexión sobre el fenómeno estudiado. Además de los libros que edita, el Instituto de Estudios Riojanos tiene un par de revistas periódicas, Berceo y Zubía, dedicadas a temas generales y científicos, cuyos contenidos tienen que ver más con la acumulación de méritos académicos de sus autores que con el pensamiento o la divulgación.

 

La irrupción de la Universidad de la Rioja en el panorama cultural riojano hizo concebir esperanzas de que la situación cambiase y que desde tan alta institución se alumbrasen focos de pensamiento que animasen el debate. Pero sus dos publicaciones señeras, Los Cuadernos de Investigación de Geografía e Historia y Los Cuadernos de Filología, heredadas de cuando la institución era Colegio Universitario, mantienen un sesgo cercano a las comentadas anteriormente, si bien la segunda siempre hace concebir esperanzas de que lo publicado no sea siempre por la mera acumulación de puntos para los ascensos en el escalafón.

 

Hecha la transición política, dió la sensación de que las provincias podían emerger de su letargo y que el ejercicio de cierto pensamiento era posible. Surgieron en los años ochenta algunas revistas, bien independientes o bien subvencionadas por la naciente Consejería de Cultura o por el Ayuntamiento democrático -Braván, Logroño ciudad, Calle Mayor-, que aglutinaron a cierta gente con inquietudes intelectuales o artísticas. Y hasta una Galería de Arte comercial, Berruet, llegó a editar  un periódico de arte llamado El Catálogo, donde algunos intentaban el ejercicio de la Estética. Pero tal y como vinieron, desaparecieron, dejando un escaso rastro de no más de una docena de unos números más cargados de ilusión que de ideas.

 

El diario local, -La Rioja-, también aglutinó en aquellos años a un buen grupo de críticos de cine, literatura, o arte, a través de un suplemento denominado La Ventana Cultural que no duró más de un lustro. Las Cartas al Director o la Tribuna de Opinión eran los lugares donde se podía ver algún articulillo con crítica o ideas, si bien el entonces director era tan celoso de su gramática que acostumbraba a meter la mano en los artículos de los bienintencionados que los remitíamos, dejándolos a veces irreconocibles. Un diario complementario a aquel, pero de distinta dirección, -La Rioja del Lunes-, se animó a hacer algún editorial y a publicar artículos sin recortes, lo que era merecedor de mucho agradecimiento.

 

La década de los noventa, hasta la fecha, ha traído en La Rioja años mucho más tristes en cuanto a expresión de ideas, debate o pensamiento. Las revistas académicas siguen como siempre y cada vez hay menos esperanza de encontrar una perla en los Cuadernos de Filología; de las revistas subvencionadas se ha pasado a los fanzines y de los suplementos culturales a los suplementos “pop”, “juveniles”, o lo que sea ese cuadernillo moderno tipo Las tentaciones  del periódico La Rioja. La Tribuna del periódico local se hace más abierta con el nuevo director, pero a excepción de tres o cuatro profesores universitarios que escriben esporádicamente, está casi siempre copada por los Sindicatos y los Partidos Políticos. A cambio de esta apertura, han desaparecido los pocos columnistas de un viejo periodismo de corte literario que aún quedaban dando lustre a sus páginas. A finales del año pasado, el diario La Rioja presentó a la ciudad el fichaje de un plantel de críticos en arte, música, teatro, cine o literatura, más atentos sin embargo, a cubrir la actualidad del mundo de la farándula, del espectáculo o del acontecimiento que a ofrecer visiones panorámicas. En las cabeceras de comarca, por contra, aparecen unos periódicos comerciales, en los que algún ilusionado pensador coloca algún artículo con la misma reivindicación logroñesa de la década anterior, esto es, que la reflexión es posible incluso en el ámbito más local de Haro, Nájera o Calahorra.

 

En los Boletines de los Colegios Oficiales profesionales se puede también encontrar de vez en cuando algún destello de eso que llevamos encima de los hombros. Fernando Saez Aldana y sus colaboradores del Boletín del Colegio de Médicos avanzan de vez en cuando alguna idea sobre la salud, algo más allá de su problemática gremial; y en ELhALL, el boletín de los arquitectos, puede encontrarse con suerte el proceso reflexivo de una obra de arquitectura, la trayectoria de un arquitecto, o la visión externa de algún ciudadano no arquitecto sobre un trozo de ciudad. De los abogados no sé si existe algo más que unas sentencias, que por centrarse en casos concretos o por expresarse en una jerga indigerible, poco o nada contribuyen a la reflexión ética. Por otra parte, la producción legislativa de la Comunidad Autónoma es mínima, y dudo que se pudiese reconstruir una mínima “Política” con las “Exposiciones de motivos” de las leyes redactadas. El Consejero PP de Administraciones Públicas Sr. Arenilla ha manifestado recientemente en la prensa que para hacer leyes hay que pensar y que como le es muy difícil justificar el pago a pensadores lo mejor es encargar fuera nuestras leyes autonómicas (!). Sobran comentarios. Mientras tanto, los restos de la izquierda que perdió el poder o se desgajó por enésima vez de sus camaradas, ha puesto en marcha una revista político cultural llamada “enCONTRASTE”, que probablemente naufragará si sus colaboradores insisten en repensar (o repetir) la doctrina en vez de ponerse a  “pensar sobre el lugar”.

 

Significa todo ello que, a quien quiera interesarse por algún pensador actual riojano, lo propio es no darle nombre u obra alguna, porque es la recíproca la que procede, esto es, que quien en La Rioja está interesado en pensar, lo que hace es buscar contactos, artículos o libros en el exterior, abandonando un poco la calle, los amigos y hasta el trabajo. Dicho en términos de mercado, que es lo que realmente se lleva, aquí hay más consumidores (y pocos) que productores de ideas. 

 

Lo que no quiere decir que no pueda y deba existir un pensamiento sobre el lugar, e incluso un pensamiento del lugar. La imposibilidad de un sistema, la crisis de las ideologías, la pérdida de la fé en los universales o la propia reconversión de la espiritualidad en una forma más de pensamiento (Trías), tienden a situar, -es una opinión-, a la filosofía en términos más perentorios, y más cercanos a la condición humana. Una condición que se volverá lugareña inexorablemente, cuando pongamos límites a nuestra movilidad, a nuestra fragmentación informativa o a nuestras ganas de comernos el mundo consumiendo pensamiento en vez de ejerciéndolo.

 

Es posible que dentro de un tiempo, como ya ocurrió en Alemania, o como desde hace poco ocurre en Italia, las ciudades pequeñas o medianas puedan ser focos de las mejores ideas y pensadores, sin dejar por ello de ser lugares donde pueda vivirse una existencia más amable y menos fatigada que en la metrópoli. En esa esperanza estamos.