Estábamos un buen día del verano del 2000 en el Castillo de Caerlaverock asomándonos a las ventanas de las historia...
...paseándonos entre sus ruinas, e incluso tomando apuntes en nuestros cuadernos...
... cuando por entre aquellos viejos muros aparecieron unos tipos muy raros y se pusieron a pelear:
Ya se imaginan por la combinación entre vestimentas, decorados y tecnología fotográfica que la cosa no iba en serio y que tan solo trataban de divertirse recreando la batalla que hacía setecientos años habían librado en el mismo lugar tropas inglesas y escocesas dirimiendo sus diferencias vecinales.
Desde que nos hundieron en Trafalgar, escoceses e ingleses han sido para los españoles la misma cosa, y tanto me daba a mí que el magnífico Stevenson hubiera nacido en las tierras altas como al sur de Carlysle. Cuando honramos su memoria en las playas de Normandía tampoco hacíamos distingos entre escoceses, galeses o ingleses y solo en materia futbolística nos preguntábamos cómo era posible que el Reino Unido tuviera cuatro selecciones en vez de una. Ah, sí, porque ellos habían inventado el fútbol, era la respuesta.
La comedia y divertimento de aquel día de verano viendo la escenificación de la guerra entre pueblos vecinos me viene obviamente a la memoria en esta semana en que se va a celebrar en Escocia un referéndum por la independencia, convocado o aceptado por un irresponsable gobierno de Londres en base a que las encuestas las tenían claramente a su favor y así iban a quedar muy bien como demócratas y ganadores.
Como Caerlaverock Castle está al norte de la vieja divisoria entre Escocia e Inglaterra, el público, cuál hooligans de partido de fútbol, me empezó a tocar las narices cuando aplaudía cada avance de los azuliblancos o abucheaba si lo hacían los blanquirrojos.
Lo que se juega esta semana en Escocia no es un simple picor de narices ni la toma de un castillo o de un terruño, sino algo bien distinto. Parece que todo el mundo está de acuerdo en que los dos argumentos más influyentes para que los hombres se mataran unos a otros han sido las religiones y las naciones, y que caída la fuerza de las primeras, los nacionalismos estuvieron a punto de acabar con el mundo durante el siglo XX.
Tiene narices que en ese panorama tan halagüeño haya gente que desee invertir la historia y que nosotros se lo permitamos. Si hay un referendum para la independencia de Escocia, como ciudadano europeo no sólo quiero votar, sino que me creo con el derecho y la razón de decir que NO.
Aunque solo sea para seguir disfrutando de mis mejores recuerdos en aquellas tierras en las que me sentí tan a gusto; seguramente, porque las viví como propias.