No creo que sea para contar aquí que la educación comienza justamente cuando empezamos a dejar de decir "me gusta", o lo que es lo mismo, cuando renunciamos a proyectar nuestro ego sobre lo que percibimos y nos abrimos a la escucha atenta, a la sorpresa de lo nuevo, a la observación, la comparación y la valoración con otras referencias.
Por otra parte, un " me gusta" previo a cualquier comentario es una trampa que nos tendemos a nosotros mismos, pues a partir de esa adhesión inicial de aprobación, toda argumentación va a tender de un modo natural a justificarla. A justificarnos.
El problema es que desde hace diez años, mi pequeña lección de inicio de curso ha de hacer frente nada más y nada menos que a la herramienta más gigante y poderosa de la comunicación de los últimos tiempos, facebook, que invita (educa) a cualquier usuario que vea algo, a tres cosas: primero, a decir "me gusta" o callarse (porque no hay "no me gusta"), luego, acaso, a comentar algo, y en tercer lugar, a compartir lo que ha visto y... le ha gustado.
Obligado por el deber de escucha y experimentación, que no por mi gustos, yo también me abrí una cuenta en facebook, y hasta lo hice con esa forma semi-anónima de ponerse un nick, el de Juan Spypblog. Gracias a darme alta en esa red social, puede que de vez en cuando haya obtenido alguna información curiosa o alguna noticia importante de un familiar o amigo, pero al altísimo coste de entrar en una dinámica que es contraria a los principios educativos en los que creo y en los que trato de educar a mis alumnos.
Pero una cosa es educar y otra luchar contra facebook. Por eso lo mejor es que me jubile ya.